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CUANTO
más se adentra Sevilla en la modernidad, más se ahondan sus
contradicciones barrocas, su oposición de contrarios, en el
espacio y el tiempo. Triana es el único lugar del mundo
donde la Madrugada termina a las 2 de la tarde, si es Semana
Santa. En Los Remedios, si es Feria, la mañana empieza a las
4 de la tarde. Los relojes blandos de Dalí son de adoquín de
Gerena al lado de la cerúlea ductilidad de los horarios de
las fiestas. Sólo el Corpus y la Virgen de los Reyes
mantienen su exactitud de horas. La Feria está pasada de
maracas. La Semana Santa, también. Todo el año es Semana
Santa, con tanto cofradón jugando a las vivencias. Y toda la
Semana Santa es Madrugada. ¿Cuándo entran El Museo, La
Estrella, Los Panaderos, San Gonzalo, por sólo poner
algunas? Pues al día siguiente. Muchas cofradías del Domingo
de Ramos entran el Lunes; muchas del Lunes entran el Martes;
y así sucesivamente hasta que se cierran no las tópicas
puertas soleanas de San Lorenzo, sino las salesianas de La
Trinidad.
Los relojes blandos son ya cuestión de diván de psiquiatra
de Javier Criado cuando el Señor se pone a resucitar en
Sevilla. Que también son ganas, con lo bien que el Señor ha
resucitado toda la vida de Dios en los pueblos, que es su
sitio. La Resurrección fue siempre en Sevilla cuestión de
toros, de paseíllo en el Arenal, no de capirotes por la
calle. ¿Otra vez queréis que resucite el Señor, hijos míos?
¿No os basta con ese supremo Domingo de Resurrección por el
verdadero almanaque y rito de Sevilla que es el de Ramos? La
alegría católica de la Resurrección la adelantamos aquí una
semanita. Impacientes y noveleros que somos. La alegría de
la Pascua de un católico alemán es exactamente la alegría de
un sevillano el Domingo de Ramos. Como llevamos muchos más
siglos viendo la película de la Pasión y sabemos que termina
bien, que gana el Muchacho, el Bueno, y que nos salva, pues
empezamos a celebrarlo una semana antes, ¿pasa algo?
Pues pasa que los hay empeñados en que no se quede sin bulla
y sin vanidoso lucimiento un forzado colofón pascual, como
de procesión de gloria, que le pusieron con calzador a la
gloria suprema de la Pasión según Sevilla. Moraleja
innecesaria de la fábula. Y tanto quieren forzar el reloj
barroco de Sevilla que le van a saltar la cuerda. Con una
alcaldada a lo divino, Palacio quiere que el Domingo de
Resurrección empiece el Sábado Santo a las 7 de la tarde.
Cuando Cristo Yacente en su urna salga de la iglesia de San
Gregorio (ojú, San Gregorio), habrá ya aparecido Resucitado
en Santa Marina. En Sevilla la Mitra parece haberle dado
marcha atrás a la reforma del Papa Pío XII, y quiere
reinventar el Sábado de Gloria. Me parece muy bien que El
Resucitado salga el Sábado de Gloria. Siempre que La
Trinidad vuelva al Jueves Santo y La Soledad, al Viernes.
Como cuando no había este Sábado Santo que tan tristemente
quieren glorificar de un baculazo.
El primer año que salió El Resucitado, uno del Retiro Obrero
que tras ver entrar a su Trinidad se puso en El Punto a
punto de caramelo con una papa muy simpática, vio que pasaba
un vecino con su niño del Frente Trompetero, tambor al
hombro. Eran ya las 4 de la mañana. Le preguntó que dónde
iban. Le dijeron que a la Resurrección. Y el de la papalina
le dijo:
-¿Y tú te crees que éstas son horas de resucitar?
Después del baculazo por el sevillanísimo rito de Medina de
Rioseco, el del Retiro Obrero se encontrará este año al niño
del tambor de su vecino, ya hecho un hombre, a las 6 de la
tarde, cuando haya dejado a su Esperanza de la Trinidad por
Santa Catalina. Y le volverá a hacer la misma pregunta que
el primer año. Y recibirá la misma respuesta. Y esta vez
completamente fresco, ya que cerraron El Punto y el reloj de
Sevilla se ha vuelto loco, dirá lo mismo que entonces, pero
sin papalina de ninguna clase:
-¿Y tú te crees que éstas son horas de resucitar y que éste
es día de resucitar?
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