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Me
encanta que peatonalicen la Avenida.
Siempre y cuando.
Siempre y cuando sea como siempre fue.
Me encanta que peatonalicen la Avenida en las vísperas del
Domingo de Ramos, cuando llegan los camiones de las sillas,
ponen las barandas con colgaduras de damasco, encauzan las
calles con las verjas de control y paso en La Punta del
Diamante, o en la esquina de La Adriática y del Arquillo.
Me encanta que peatonalicen la Avenida cuando va a pasar una
procesión extraordinaria, centenario de hermandad,
aniversario de coronación, la Majestad en Público del
Sagrario, y tienes para ti todo el trecho que va del Banco
España a la Torre de Abdelazis...
- ¿De Abde...qué?
De Abdelazis: el torreón de la muralla que unía al Alcázar
con la Torre del Oro. La torrecita de la esquina de la calle
Santo Tomás, donde Viajes Marsans, la única agencia de
turismo del mundo que tiene detrás de su mostrador un trozo
de muralla almohade. Me encanta que la gente pase y pasee
por la torre de Abdelazis, y por los jardincillos de la
Lonja, los jardines más tapados del mundo, años hace que
tienen siempre delante un cajón de obras.
Me encanta que peatonalicen la Avenida cuando hay una
manifestación, la protesta nuestra de cada día ante el SAS,
porque es como si recobrara su antiguo nombre, el que le
pusieron cuando la República: Avenida de la Libertad. (Mi
padre tenía en su sastrería los sellos comerciales que había
tenido que ir haciendo conforme le iban cambiando el nombre
a la calle: Avenida del Gran Capitán, Avenida de la
Libertad, Avenida de Queipo de Llano, Avenida de la
Constitución.)
Me encanta que peatonalicen la avenida el 5 de enero, porque
es señal de que la Cabalgata pasa por aquí: ¡Gaspar, echa
caramelos!
Me encanta que peatonalicen la avenida el 15 de agosto,
cuando sale la Virgen, y entre batas de cretona los abanicos
echan humo bajo el sol de su vuelta en la esquina del
Alfolí...
- ¿Del Alfo...qué?
Del Alfolí de la Sal, como llamamos los del barrio a la
esquina de Almirantazgo. Donde luego se alzó el edificio de
Correos estaba el almacén de la renta de la sal, el Alfolí.
Quien lo sabía bien era El Pali, que cuando peatonalizaban
la Avenida era como si se pusiera a cantar: «En la puerta
Correos, mi arma...»
Me encanta que peatonalicen la Avenida cuando es fiesta de
guardar esencias de Sevilla, como en la mañana del Corpus,
que la alfombran de romero y se oyen claras, como la voz de
un seise, las campanas de la Giralda.
Si la peatonalización significa que en la Avenida siempre
será Semana Santa, o Corpus, o mañana de la Virgen, o
procesión de carráncanos, me encanta y me apunto.
Pero no. La van a peatonalizar para que pase un tranvía con
mucho malage, que encima ni es tranvía ni es ná. Tendrán que
cambiarle el nombre. Avenida de la Constitución, no; de San
Fernando: un ratito a pie y otro andando.
Algo tan absurdo y descabellado como si Madrid hiciera
peatonal toda la Gran Vía. Como si Nueva York cerrara al
tráfico toda la Quinta Avenida. Como si París cerrara los
Campos Elíseos. Uno, pues, mi voz a los comerciantes, a los
vecinos y a los taxistas. Sin cofradías, sin Corpus, sin
Virgen de los Reyes y sin carráncanos no hay razón alguna
para cerrarle a Sevilla su calle principal. Señores
taxistas, comerciantes y vecinos, guárdennos un cachito de
pancarta, para corear con ustedes, en plan Astilleros: «¡La
Avenida, no se cierra!».
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