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EN
Marbella están escenificando a todo bombo político,
policial, judicial y mediático una falta de ortografía. No
es la Operación Malaya. Es Malhaya la Operación. Malhaya la
manipulación interesada, el gran montaje, entre Informe
Semanal y Salsa Rosa, en el que Andalucía, como siempre,
todo lo tapa. Los años de autonomía administrada por los
socialistas no han servido para nada. Andalucía sigue siendo
el tablao, la guasa, el chiste, la servicial criada seseante
y salerosa de España, a la que le saca las castañas del
fuego cada vez que es menester. Sin recibir nada a cambio,
más que descrédito. No es que yo ponga la mano en el fuego
de esas castañas por ningún mangón corrupto de la capital
hortera del gilismo, donde dice Ignacio Camacho,
marbellólogo con muchos trienios, que los únicos que no
roban son los ladrones. Pero sí digo que al Ayuntamiento de
Marbella le pasaba igual que al despacho de Mienmano: que
eso lo sabía todo el mundo, que la corrupción cobra allí
quinquenios. Y mire usted qué puntería: han venido a poner
en marcha la Operación Malaya, sin hache, ay, malhaya con
hache, cuando con exacta sincronización más conveniente era
para que los españoles se pusieran a mirar los caballos de
pura raza intervenidos como si fueran un burro volando, y
nadie dijera que los separatistas catalanes se han limpiado
en las cortinas de la Constitución con su Estatuto y que los
presidentes del Gobierno presentan como héroes de la paz a
los cabecillas de las bandas terroristas declaradas ilegales
en toda Europa, ante las que claudican, negociando por
debajo de la mesa.
¡Malhaya sea Marbella! Aquí no se ha aprobado indignamente y
por los pelos ningún Estatuto separatista y
anticonstitucional. Aquí el Estado no ha entregado la
cuchara y consagrado a Cataluña como nación. Aquí los
asesinos terroristas de la ETA no le están marcando el paso
al Gobierno. Aquí el Gobierno no ha cedido ya muchísimo más
de lo que le costó la vida a Miguel Ángel Blanco. ¿Por qué
dejamos que lo asesinaran, si al final les íbamos a dar
cuanto pedían? Aquí no hay más problema que la corrupción en
Marbella. Roldán, Filesa, los fondos reservados, nunca
existieron.
Y en Cataluña no hay ni ha habido corrupción ninguna. El
Carmel nunca existió. En Cataluña no hubo banda alguna de
facinerosos de la política que cobrara la mordida
institucionalizada del 3 por ciento, euríbor de la
corrupción. En Cataluña no hay una mafia que hasta usa el
uniforme Corleone de las camisas negras y las corbatas
blancas, y que les saca el 20 por ciento del sueldo a
quienes han colocado en la mangoleta.
Nada, nada: el único problema que tiene España es Marbella.
Cuando González estaba aún en el Gobierno, allí existía la
misma corrupción que ahora. Y cuando Aznar también. Los dos
grandes partidos miraban para otro lado y silbaban «Paquito
el Chocolatero». Desde el primer día que Gil pisó el
Ayuntamiento, la suprema responsabilidad del control del
marbellero Urbanismo depredador estaba en las mismas manos
que ahora: la Junta de Andalucía. Y Chaves miraba para otro
lado. Sabedor quizá de que lo que una partida de golfos
apandadores hacía en Marbella era lo mismo que los dos
grandes partidos realizaban en otras ciudades, aunque con
más estilito.
Pero, claro, da tanto juego Marbella para que nadie piense
que un jefe de terroristas se jacta de haber acabado con la
España de la Transición y que el presidente del Gobierno,
encima, lo presenta como héroe de la paz... Da tanto juego
Marbella ante la virtual secesión de Cataluña. Y gobernada
por los socialistas, diz que en su tercera modernización,
Andalucía, como siempre, sigue jugando su triste papel de la
charlotada en la tragedia de España. ¡Malhaya!
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