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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 Sevilla, Infierno de calles

Seremos todo lo ombliguistas que quieran llamarnos. Pero los sevillanos andamos cortitos con agua en orgullo de nuestras glorias y esplendores. No sabemos lo que tenemos ni lo valoramos. Tenemos una ciudad que es un símbolo universal, cuyo solo nombre hace que la gente, en todo el mundo, le ponga la interjección de veneración por delante:
-¡Oh, Sevilla!
Pues nada. Aquí, del «oh, Sevilla» (pronúnciese en actitud boquiabierta) pasamos al «ay, Sevilla» (pronúnciese con mucha pena) o al «ojú, Sevilla» (pronúnciense con las manos en la cabeza).
Lo digo por los cochazos que se hartó de pegar ayer Fernando Alonso en la ciudad colapsada. Este sí que es Alonso el Sabio, y no el Niño Rey de San Fernando. ¡No sabe ná el muy sabio Alonso! ¡La que le está sacando a los cochecitos locos, poniendo la mano para montarse en los cacharritos delante de los catetos! Saca el tío el coche del garaje y, ¡pum!, todo el mundo de cabeza.
-Que aquí el muchacho quiere pegar unos cochazos por Sevilla para seguir trincando la tela...
-Pues nada, dígannos qué quieren que les cortemos, para que este hombre pegue los cochazos que tenga por conveniente.
Y en la ciudad donde nos tenemos que comer los coches con papas, porque no se puede ir con ellos a ninguna parte, al gachó del arpa le cortamos para él solito Las Delicias, la avenida de María Luisa, la glorieta de San Diego.
-Y Los Monos...
-Los Monos son el símbolo de nosotros los sevillanos con respecto al Ayuntamiento: leña a los monos, que son de goma, no se enteran y les hagamos las perrerías que les hagamos nos siguen votando...
Y digo yo, ¿para qué pegó Sevilla el estirón de la Expo? Los defensores de la Expo dicen que Sevilla no le ha sabido sacar partido, porque la cogió de uñas, ya que vino a hacérnosla un señor de fuera que nos despreciaba, a quien Dios tenga en su Gloria. Pero es que los mismos exégetas progresistas y modernos de la Expo no tienen en cuenta la nueva realidad cartujana de Sevilla. Nada, hijos míos: guardad para mejor ocasión la avenida de Carlos III, los largos paseos de la Expo, donde Alonso pegando cochazos no hubiera alterado en nada de la ya de por sí complicadísima circulación en la ciudad. A mí me hubiera gustado ver ayer a Alonso pegando cochazos por allí por la Expo, del Estadio Olímpico al Cohete, del Alamillo al Charcolapava. Ahí sí que tenía sitio para hartarse de pegar viajes con su coche azulina y amarillo sin fastidiar a nadie y sin paralizar la ciudad.
Pero no. Se corta por dos días lo poco que no está cortado. ¿Mande? Lo que guste mandar el primero que venga aquí a hacer lo que le dé la gana, en nuestro eterno entreguismo. Scila y Caribdis: del ombliguismo al entreguismo, del tirón.
Y con lo que nos gusta aquí un tambor y una corneta, y dar a la bandera de España los debidos honores, y rompernos las manos aplaudiendo a las Fuerzas Armadas, y no como los mamones separatistas, pues digo lo mismo sobre el próximo desfile. ¿No hubiera estado mejor el desfile por las largas avenidas de la Expo, para que honráramos a las viejas banderas ante las nuevas tecnologías sin fastidiar más aun la circulación? ¡Pues nada! El desfile, casi por donde mismo los cochazos de Alonso, por donde el piloto montó al alcalde en los cacharritos. Vamos a complicar un poquito la circulación, que está demasiado fluida...
Han conseguido la Feria Eterna. En la Feria está la Calle del Infierno. En esta Feria Eterna del Disparatón Incomodísimo Llamado Sevilla, tenemos que padecer el Infierno de la Calle cortada por la meada de un gato. (Perdón, gato Remo mío: tú no tienes la culpa, pero vienes que ni pintado para la comparación.)

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