LAS 
                      puertas primorosas de la fachada plateresca del 
                      Ayuntamiento proclaman en sus relieves sobre la Plaza el 
                      acrónimo que suena a pájaro de la Centuria: SPQH, Senatus 
                      Populusque Hispalensis. Ese Senado existe. No está 
                      constituido, ni se reúne, no tiene presidente, escaños ni 
                      sesiones. Mas existe el Senado del Pueblo Hispalense. 
                      Tiene un número cerrado, exacto y contado de senaturías. 
                      Tantas como hermandades la ciudad. Es el Senado de los 
                      Hermanos Número 1 de las cofradías. Viejos sevillanos que 
                      tan cercanos tienen los tiempos de penurias y que se 
                      englorian de los hodiernos de esplendores. Sevillanos a 
                      los que apuntaron en la hermandad el mismo día que los 
                      sacaron de pila. Ya saben la frase de las viejas madrinas, 
                      cuando devolvían al bautizado a su madre, tras 
                      cristianarlo:
                    
                      -Me lo diste moro y te lo 
                      devuelvo cristiano...
                    
                      Cuando apuntaban al niño a 
                      la hermandad ese mismo día de pelón, batón y bautizo, la 
                      madrina tenía que haber dicho:
                    
                      -Moro me lo diste y nazareno 
                      te lo devuelvo...
                    
                      Así devolvieron a su casa un 
                      día de 1916 a un niño de la Puertalarená. Un niño gordote 
                      y robusto: Pepito Valera Nocera. Nada más nacer, lo habían 
                      apuntado en La Carretería, como a toda la familia. Yo no 
                      estuve aquel día en la capilla de la Luz porque tenía que 
                      ir a la calle Techada a hacerle un mandado a Galerín, que 
                      vivía allí al lado, pero sí he visto muchas veces esa 
                      estampa de un niño de pañales con su medalla de la 
                      cofradía, recién recibido de hermano, sentando plaza de 
                      sevillanía. Sin ir más lejos, la vi el Domingo de Ramos en 
                      la basílica del Señor, que recibía a un encanto de bebé 
                      con su cordón morado, su medalla... ¡y su chupe!, quien a 
                      lo mejor allá por el año 2090 será el número 1 del Gran 
                      Poder.
                    
                      Sí, ya sé que el sevillano 
                      toca madera cuando va teniendo un número bajo en la 
                      hermandad, señal de que va ya muy cerca del paso...de La 
                      Canina. Algunos lo disimulan. A un amigo trianero, número 
                      bajísimo en la Esperanza, donde lo apuntaron al nacer, le 
                      pregunté por qué no salía de nazareno. Me dijo, con gracia 
                      de Casa Berrinche y Altozano:
                    
                      -Mira, porque si saliera, 
                      con el número tan bajo que tengo, iban a tener que bajar 
                      del caballo al centurión del Cristo de las Tres Caídas 
                      para subirme a mí.
                    
                      Pepe Valera, ex futbolista y 
                      ex entrenador del Betis, hace muchos años que no salía en 
                      La Carretería. No lo sabíamos carretero hasta el homenaje 
                      que le dio la hermandad el año pasado. Lo admirábamos como 
                      glorioso jugador del Betis campeón de Liga en 1935, y 
                      luego, en los duros años de la postguerra, cuando la 
                      plantilla de Unamuno, Peral, Areso y Aedo había partido al 
                      exilio de las dos España y se produjo la caída del Imperio 
                      hasta Tercera. Lo que son las cosas de Sevilla: ¿a que no 
                      les pega que ese mítico extremo izquierdo bético, luego 
                      entrenador y secretario técnico en los años duros, el que 
                      descubrió a Del Sol, Demetrio, Quino o Macario, fuera de 
                      La Carretería y tuviera allí el número 1? El Pepe Valera 
                      luchador y arrollador del dionisíaco Betis era de la 
                      apolínea Carretería. Misterios del barrio, de las 
                      aficiones, de Sevilla en suma. (No lejos, en El Baratillo, 
                      en la otra mitad de la ciudad arenera, el número 1 de la 
                      dionisíaca cofradía de La Piedad era el apolíneo 
                      sevillista don Antonio Delgado Roig, a su vez también 
                      número 1 del club decano y de la Hermandad del Silencio.)
                    
                      Se nos ha ido el número 1 de 
                      La Carretería como cuando el palio de la Virgen del Mayor 
                      Dolor en su Soledad deja la calle Toneleros, con esa 
                      nostalgia romántica. Se va Pepe Valera y se lleva el 
                      recuerdo de aquel agónico Betis de la pancarta del campo 
                      del Utrera: «No hemos venido a Utrera para comprar 
                      mostachones, sino por los dos puntos para ser los 
                      campeones». Pepe Valera, admiración de nosotros los 
                      chiquillos de la Puertalarená, se ha embarcado para 
                      siempre en el vapor de la vida en la Acera del Negro, 
                      esquina a la calle del Ancora, donde en el mágico 
                      escaparate de la tienda de efectos navales de su familia 
                      estaban los calabrotes, las rosas de los vientos, los 
                      capotes de hule y los marineros bronces como de zanco de 
                      su barco carretero.