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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La Esperanza más secreta

Será un ensayo general con vestuario de cómo se llevan los tambores con las obras de esta Sevilla que el día que la terminen, como dice Mingote acerca de Madrid, va a estar preciosa. Será una prueba con fuego real de cómo resultan los faldones de un paso al lado de un suelo levantado sin saber por qué, ni para qué. Me refiero al solemne traslado procesional de la trinitaria Virgen de la Esperanza a la Catedral, donde la coronan el sábado. Esa procesión de hoy hacia el rito de la coronación será la prueba del alumbrado de Corpus y Virgen de los Reyes. Preferiría estos experimentos con casera. Pero como no hay casera, nos vamos. Nos vamos a ver cómo va la Sevilla de los tambores por este centro desertizado del que se quejan los comerciantes, abocado a una peatonalización total que no ha sido sometida al menor debate, en la que a los sufridos ciudadanos (y ciudadanas, claro) no les queda otro remedio que ajo y agua: a jorobarse y aguantar. Y lo siento por los hermanos de esa Virgen a la que llamé un día La Esperanza Secreta. La más desconocida. La más olvidada. Se merecerían el barrio de la Trinidad y todo aquel contorno de Miraflores, la Carretera de Carmona, La Corza, la calle Sol, que el paso de la Virgen de la Esperanza llegara a la Catedral por una Avenida abierta y viva, de largas chicotás y hondos aplausos. Y no con estos rodeos de rebellín y recodo a los que fuerzan las faraónicas obras que nos acabarán dejando un centro muerto, convertido en inerte Parque Temático de sí mismo, incómodo, al que cada vez vamos yendo menos, que estamos abandonando a manos de los turistas y de los vendedores de camisetas con los letreros de los chistecitos de la siesta, el gazpacho y la calor.

La trinitaria Virgen de la Esperanza nos hace pensar en muchos falsos esquemas y tópicos de Sevilla. Esta Esperanza trinitaria, que nos trae con su incienso el recuerdo de un barrio y unas barriadas que olían a esencias destiladas en la carretera de Carmona, destruye muchos tópicos. La gente cree que en Sevilla hay sólo dos Esperanzas. Echan mal las cuentas. Hay cinco. Cuente usted: la Esperanza de Triana; la Esperanza de la Macarena; Gracia y Esperanza de San Roque; La O, que hasta los que no saben hacer la o con un canuto conocen que es el asombro de la Expectación de María; y esta Esperanza de la Trinidad. De las cinco, y llevando el nombre que lleva, quizá sea la que haya sufrido los mayores agravios del olvido. La toman como una Esperanza de la Serie B, como una Esperanza de Segunda a la que le pasara desde hoy como al Recre, que sube a Primera. Y no saben que todas las Esperanzas de Sevilla son la Esperanza: Puerta de Triana, Arco de la Macarena o Puerta del Sol, ¿qué más da, si la perfección de la Virgen de Sevilla traspasa todas las murallas?

Hoy, cuando la Esperanza venga en su paso, recordaré muchas cosas. Recordaré a su trovador, a Rodríguez Buzón. Si por calle Sol no cabe, ¿cómo va a caber, Dios mío de mi alma, por esta Sevilla levantada y en obras? Recordaré a un viejo maestro sastre, republicano y capillita, que enseñó el oficio al alfayate del farol de cruz de guía: a Fernando Santos, alma de la hermandad en tiempos duros. Y cuando vea bajo los faldones las alpargatas de los costaleros, me acordaré de los pies juntos de Manolo González toreando con el capote que le dejó Chicuelo, haciendo grande a la hermandad de su devoción. Hermandad grande, de Jueves Santo, que tiene ahora las puertas que el Sábado cierran verdaderamente la Semana Santa. Y me acordaré de Pepe Saltillo. Y en mirando la cruz roja y azul, me acordaré hasta de las monjas trinitarias de la calle Padre Méndez Casariego que llevaban esa cruz en sus hábitos, con los que lo mismo trabajaban el chocolate que el bordado de mantos. Cuando Sor Salud, su monja paisana de El Viso, venía a pedir alguna ayuda a la sastrería del alfayate, a mí me parecía que quien llegaba era una partidaria de Manolo González, que se había puesto un hábito igualito, igualito que la túnica de nazareno de la Esperanza de su torero...


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