HOY
no se celebra en Cataluña un referéndum para la reforma
del Estatuto de autonomía. No. Pero no voy por ese lado de
que de autonomía, nada, monada: que cómo va ser Cataluña
simplemente una autonomía, como Murcia o Extremadura. Si
el Barsa es más que un club, Cataluña es más que una
autonomía, este Estatuto es más que un estatuto, este
referéndum es más que un referéndum... y esto es una
vergüenza.
Se celebra hoy el comienzo
oficial de lo que el cronista de Indias llamaría «la
destruición de España». Y es apropiado el cronista de
Indias: el resto de los españoles estamos haciendo el
indio ante Cataluña y ante este chupinazo de los
separatismos. De momento lo de hoy, su intendencia, su
infraestructura, su logística, se lo pagamos nosotros a
los separatistas. No les pagamos precio político como a la
ETA, sino euritos contantes y sonantes. El Consejo de
Ministros aprobó el viernes que usted, y yo, y aquel señor
de Huelva, y aquel otro de Toledo, apoquinemos entre todos
6,2 millones de euros para convidar a referéndum a los
catalanes, ya sabe usted lo poco aficionados que son a
gastarse un duro. Vamos, como si al ratero que le quita a
usted la cartera en el autobús le tuviera encima que pagar
el billete para que pudiera desplumarlo convenientemente.
¡Me hacen a mí una gracia
estos catalanes! Mucho pedir que se retire la Guardia
Civil, mucho quitar el retrato del Rey de las comisarías,
y venga a poner mozos de escuadra (de escuadra de
gastadores, de gastadores de dinero ajeno)... Pero cuando
tienen un problema gordo de asaltos a chalés a causa de la
libre importación de bandas de delincuentes, van y piden
guardias civiles a Madrid. Y somos tan tontos, que a los
que no quieren ser españoles les mandamos enterita la
promoción que acaba de salir de la Academia de la Guardia
Civil.
Es la sublimación del
absurdo. Los convidamos a Guardia Civil, los convidamos a
referéndum y encima intentan aprobar una Constitución
intervencionista, separatista, Muro de Berlín disfrazado
de Estatuto. Y el presidente del Gobierno de España, en
persona, pide el «sí» a ese Estatuto que será una nueva
versión de los Pirineos. Los Pirineos nos separan de
Francia y el Estatuto nos separa de los que nos quitan la
cartera. Y como estamos instalados en el absurdo, hasta
nos parece natural. No Passsa Nada. Pero chorrea sangre
que a unos tíos que se quieran erigir en nación
independiente los convidemos a referéndum para que lo
sean, y vaya el presidente del Gobierno de la única nación
española y se ponga con todo el aparato del partido y del
poder a pedir el «sí» y a satanizar a los que intentan
mantenerse fuera de la aceptación del absurdo. ¿Habrá
absurdo más grande que Madrid pida el «sí» para el
separatismo catalán? Tan absurdo como si los verdes
ecologistas y animalistas pidieran el «sí» para el nuevo
reglamento taurino. Como si monseñor Rouco Varela
presidiera la Asociación de Ateos Españoles. Como si en la
cena de clausura del Congreso de Vegetarianos sirvieran un
menú a base de ternera de Lugo. Como si Belén Esteban
fundara el Club de Fans de la Campanario.
Y Madrid pide el «sí», y No
Passsa Nada. Y les pagamos el referéndum para que inicien
el camino de la independencia, y No Passsa Nada. Y van a
la papelera cuatro millones de firmas que pedían algo tan
lógico como que antes de todo esto había que hablar con la
madre de la muchacha, que es España entera, y No Passsa
Nada. Tengo ganas de ver la papelera del despacho de Don
Zetapé. Dios mío de mi alma, ¿cómo tiene que ser de grande
esa papelera para que quepan los cuatro millones de firmas
que pedían que por lo menos nos preguntaran si estábamos
dispuestos o no a que los catalanes nos quiten la cartera?
Nada, firmas a la papelera, y a los cuatro millones de
abajofirmantes nos ponen de paganinis, a tocarles el
violón a los que nos tocan eso mismo en lo que está usted
pensando...