HOY 
                      es otro día en que se ha acabado la pescadilla que se 
                      muerde la cola en el artículo y en esta freiduría 
                      sevillana tenemos que ponernos a despachar pedacitos, que 
                      acaban de salir. Ea, ahí lleva usted tres buenas piezas en 
                      el papelón, amigo...
                    
                      Ahondando en el Ajonde.- En 
                      torno a la frase famosa sobre la sopa de picadillo del 
                      cardenal («Ajonde, ajonde, Su Divina Majestad, que en el 
                      culo está lo bueno»), ni la versión de Pilas ni la del 
                      cura Manuel Trigo referida por José María Ribas. Nos 
                      quedamos con la que nos envía don Leonardo Rodríguez de la 
                      Borbolla y Rodríguez, quien está escribiendo un libro 
                      sobre su familia, desde sus principios allá en la Borbolla 
                      de Asturias, a su paso por la americana Nueva España, o su 
                      llegada a la Castilla Novísima de Sevilla. Según la 
                      tradición oral familiar de los Borbolla, la frase dirigida 
                      al Cardenal fue dicha en la villa de Hinojos, en casa de 
                      don Leonardo Mateos Suárez, esposo que fue de doña María 
                      Teresa Rodríguez de la Borbolla y Alcalá, única hermana 
                      del padre de nuestro comunicante. “Esta frase --nos dice 
                      don Leonardo-- la pronunció su cocinera, llamada 
                      Expiración, que creo aún vive o ha vivido hasta hace muy 
                      poco. Este tío mío, cuyo nombre llevo, fue alcalde de 
                      Hinojos durante muchos años.”
                    
                      El costalero de la Patrona.- 
                      En el mundo de las cofradías era Baquet. En el toro, 
                      Hipólito. José Sánchez Baquet. Costalero de la cuadrilla 
                      de Rafael Franco, aquellos gigantes que en las 
                      contradicciones de Sevilla eran Los Ratones. A Baquet 
                      siempre lo recuerdo en el madrugón del día de la Virgen de 
                      los Reyes, en la puerta del Colegio San Miguel, vestido 
                      todo de blanco, como para hacer la primera comunión con la 
                      Patrona bajo las trabajaderas de su palio de tumbilla. 
                      Leal costalero de la Patrona, quizá decano de los 
                      costaleros de Sevilla, a las órdenes de Manolo Bejarano. Y 
                      en el mundo del toro, con su familia de arte, Cerro y 
                      matadero. Hipólito mató el gusano de su afición pesando 
                      toros en el desolladero de la plaza. Hace unas temporadas 
                      que lo echábamos de menos junto a la puerta de arrastre, 
                      sentado en su primera fila del tendido 5, en esas 
                      localidades de favor de la empresa donde has de tener los 
                      pies colgando sobre los escalones. Sólo allí, mientras 
                      veía los toros, tenía Baquet los pies colgando. Siempre 
                      fue sobre los pies, bien asentados, cintura pura de 
                      Sevilla, haciendo ciudad, ayudando a las huérfanas del 
                      colegio de San José de la Montaña, tan cerca de la iglesia 
                      de Santa Cruz donde estaba su Cristo de la Misericordia.
                    
                      Las obras de la Catedral.- 
                      Como hay que toquetearlo todo, ea, se acabó el dicho 
                      popular sevillano de “anda, que estás durando más que las 
                      obras de la Catedral”. Según versión oficial del Cabildo, 
                      las obras de la Catedral no sólo han terminado, sino que 
                      acabaron hace una jartá de tiempo. Hace 500 años. Aunque 
                      usted vea los andamios, y la nada efímera arquitectura 
                      portante de los pilares del Trascoro, y la lona del 
                      lagarto, lagarto, que van a poner en la difunta Avenida, 
                      las obras de la Catedral terminaron ya. Exactamente el 11 
                      de mayo de 1507. (¿Por la mañana o por la tarde, usted?). 
                      En 1506 de momento no estaba terminada la Giralda, que la 
                      remató Hernán Ruiz en 1568, pero algo hay que celebrar. 
                      Vale, aceptamos “La piedra postrera”, seminario 
                      conmemorativo, como animal doméstico. Con lo que muchos 
                      hermanos mayores lían con los centenarios, imaginen 
                      ustedes la que podría formar el deán: quinto centenario de 
                      la terminación de las obras, y esa Catedral en procesión 
                      extraordinaria, para llevarla a la Plaza y que el alcalde 
                      ejerza de partido laico (por aquí). Fuerza en las 
                      cuadrillas no iba a faltar desde luego. A pulso eran 
                      capaces algunas de levantar la Catedral. O al tambor, con 
                      la inevitable marcha nueva que le escribirían Marvizón o 
                      ese Lola que nunca se va a los Puertos, Guadalquivir de la 
                      Caridad abajo.