Andan por aquí
abajo los peliculeros del director holandés Menno Meyjes. Van
de Manolete. Claqueta en La Caleta, en el barrio alto de
Sanlúcar, en Carmona. Menos en la Córdoba de Manolete, se van
a hartar de rodar exteriores en todas partes. Exteriores
disfrazados. La Caleta gaditana, harta de salir en el cine,
que fue fortaleza de los malos para el Agente 007, es ahora
México.
Como si Manolete nunca hubiera cortado un
rabo en Sevilla y como si aquí no hubiera tenido grandes
éxitos y arrebatados partidarios, de Sevilla solamente sale
Carmona. Disfrazada de Córdoba. Cuando hay escenarios
sevillanos totalmente de Manolete. Verbigracia: el vestíbulo
del taurino Hotel Colón, antes Majestic. Tú pones a unos tíos
con mucho fijador, muchos bigotitos recortados, muchas
chaquetas blancas y muchos zapatos de dos colores en el
vestíbulo del Colón, y parece que de un momento a otro va a
bajar Manolete por esas escaleras. Con traje de particular o
con vestido de torear. Pero un vestido de torear de los de
entonces. De los que cosía Manfredi en la calle Jimios, con
aquellas chaquetillas livianas de pura seda que se pegaban al
cuerpo, y no con éstas como chalecos antibalas, duras y
acartonadas, de ahora. Y sin remates blancos, como han vestido
de torero a Adrien Brody, el actor que hace de Manolete. A
Manolete lo han vestido de Fandi. Justo Algaba total, con
remates blancos, y con esas hombreras que les ponen ahora a la
ropa de torear, como aljofifas de grandes.
Más Sevilla de Manolete que podía haber
salido. El Hotel Simón, en García de Vinuesa. Te pones en la
puerta del Simón, miras el patio con la romántica muñeca de
mármol de su fuente, y parece que va a salir Manolete camino
de la calle Iris en un coche con gasógeno. O buena parte de
Sierpes. Las cristaleras del Circulo Mercantil están como
esperando que pase Manolete con garbo de andares toreros para
reflejarse en ellas. Y el interior de la sombrerería de
Maquedano, ni te cuento. Pones allí al que hace de Manolete y
parece que va a llegar don José Flores Camará a comprarse un
jipijapa que haga juego con sus gafas oscuras, las que
llamaron manoletinas.
Estamos en tiempo de sucedáneos y la
película, por lo que llevo leído, cumple los usos al respecto.
Carmona hace de sucedáneo de Córdoba. Cádiz, de sucedáneo de
México. El actor larguirucho y desgarbado de "El pianista", de
sucedáneo de Manolete. Aunque hay sucedáneos que no sé cómo
van a quedar. Por ejemplo, Juan Echanove, ese actor gordete y
cortete, el que hizo en el Lope de Vega, con perdón, la
función del cerdo. Echanove hace de Camará, el apoderado de
Manolete. ¿Es que no han visto fotos de don José Flores?
Bueno, claro, a los que vean la película, como van al morbo de
Lupe Sino, les trae sin cuidado Camará, el inventor de
Manolete y de la figura del apoderado taurino contemporáneo.
Porque lo de Lupe Sino sí que se las trae. Resulta que a Lupe
Sino (que es Penélope Cruz), por aquello de la manipulación
que llaman memoria histórica, la presentan como una muchachita
republicana perseguida en la España de Franco. ¡Toma del
frasco! ¿Pero esto que es, Lupe Sino o Dulce del Moral? ¡Niño,
marchando una de las dos Españas!
Barbaridad tan gorda puede ser este Manolete
sin Manolete, que menos mal que esta tormenta cinematográfica
va para Carmona. Menos mal que los peliculeros han dejado
tranquilos a los mitos del toreo de Sevilla. No quiero ni
pensar que al holandés Menno Meyjes le hubiera dado por hacer
una película sobre Pepe Luis Vázquez, y que a Mercedes Silva
la hiciera de momento hija de Pepe Díaz y no del droguero de
la Alfalfa. Un Pepe Luis Vázquez, que, por cierto, sin salir
de esa época, fue siete mil millones de veces más torero y más
artista que Manolete. Lo que pasa es que no lo mató "Islero".
Lo está matando, ay, el toro del tiempo...