NO me pegaba
nada de Rosa Torres, la consejera de Cultura de la
Junta. Tenía hasta ahora el mejor concepto de ella, y a
punto he estado alguna vez de coger la naveta del
incienso para pegarle un sahumerio, urgido por quien me
la descubrió, un gran señor antequerano, don Juan Manuel
Blázquez. Rosa Torres, además, tiene nombre de personaje
de Rafael de León. Tú pones «Rosa Torres
(pasodoble-marcha)» o «Rosa Torres (zambra)» y te crees
que estás leyendo los títulos de las canciones de un
disco de Rocío, de Concha, de Juana. Hasta estoy oyendo
su estribillo:
Rosa Torres, Rosa Torres,
ni Antequera es lo que era,
que te viniste a Sevilla,
chiquilla,
a ejercer de consejera...
Y debe de ser cosa del cargo, o de los
fantasmas del llamado Palacio de Altamira, que ni es
palacio ni es de Altamira, sino las Casas del Duque de
Béjar. La cuestión es que con la jangá a Matilde Coral,
a la serenísima, eficaz y moderada Rosa Torres se le han
cruzado los cables y ha roto en su antecesora: en Carmen
Calvo. La discriminación de Matilde Coral por razones de
edad, esto de mandar al Imserso a la genial bailaora del
Zurraque, es algo que le pegaba muchísimo a la Calvo, no
a la Torres.
A quien recomiendo que se lea más las
obras completas de Rafael de León. Y que se aprenda la
canción de Pastora Imperio que cantaba la pobre Rocío y
que dice que las diosas, como Matilde, no tienen edad.
(La Pastora Imperio de quien Matilde aprendió el arte de
mover los brazos y de hacer esculturas de armonía en el
aire de Sevilla.) Rosa Torres tiene que quedarse con esa
copla, como yo me la he aprendido para tomar su música y
su letra, y cantar el siguiente popurrí en honor de
Matilde Coral:
«Como la Giralda mora/Matilde no tiene
edad;/como el puente de Triana y la iglesia de Santa
Ana,/ Matilde no tiene edad./ Porque perdió los papeles/
en El Guajiro quizás/ que estaba Antonio Mairena/ como
cantaor de atrás,/y no hay taco de almanaque/que lo
pueda demostrar./Ea, que no,/ea, que no,/que Matilde,
Matilde, Matilde,/Llave del Baile,/ni quiere ni tiene
edad.»
Quitando que el hecho de que una señora
hable de la edad de otra es una falta absoluta de
delicadeza, ¿qué pasa aquí? ¿Qué para que el mandarinato
de la Cultura oficial dé una subvención tienen que hacer
la prueba del Carbono 14 a quien le vayan a largar la
morterá? ¿Le han hecho acaso la prueba del Carbono 14 a
Cristina Hoyos y a Salvador
Távora, que les salen por las orejas y les chorrean las
subvenciones de dinero público para sus particulares
caprichitos culturales?
Ay, Matilde, ay, Matilde Corrales
González. Ay, sinfonía Coral del baile grande según
Triana. Ay, hermana de El Mimbre, ay, mujer de Rafael el
Negro. Ay, compañera de tablas del gran Alejandro Vega.
Ay, maestra de Manuela Carrasco, de Ana María Bueno, de
Merche Esmeralda, de Milagros Mengíbar. Nada de eso vale
para estabularse en el pesebre de la Andalucía
subvencionada. Me extraña lo ilusa que eres, Matilde,
por buena gente. ¿Tú te has puesto la pegatina del «No A
La Guerra» o algo? ¿Tú has pedido el voto para el PSOE?
¿Tú le has bailado el agua a los nuevos señoritos de la
Junta? Entonces, ¿de qué te quejas? Tienes que ir a
clase. Sí, una mijita de educación permanente de
adultos. Tienes que ir a clase, con Cristina Hoyos de
profesora. Sí, ya sé: del arte del baile no tiene que
enseñarte nada Cristina. Pero anda que del arte de la
subvención... ¡Tela! Cristina te puede enseñar a
convertirte en jaleadora del PSOE, a poner la mano, a
halagar a los que mandan, a arrimarte al querer del
poder y a conseguir que con dinero público... Perdón,
Matilde: se me olvidaba que eres una gran señora y no
eres mujer de esas cosas. Haces bien. Deja eso a otras
bailaoras con carné, que perpetúan el triste flamenco
mendicante ante los señoritos. Señoritos que les pagan
con nuestro bolsillo.