Citaba ayer
Ignacio Camacho lo que le dijo Alfonso de Hohenlohe,
príncipe azul en la Marbella dorada. Hohenlohe llevó a
Marbella la flor del Gotha y del Elenco de Títulos del
Reino. Y otra flor propiamente dicha: la buganvilla.
Escribes «Noches de buganvillas y jazmines» y te sale
un libro de poemas sobre aquella Marbella, cuando la
Milla de Oro no era cardo máximo que conduce
directamente al trullo de Alhaurín de la Torre y del
Juez Torres. Había por las encaladas tapias de los
conventos buganvillas púrpura, moradas como
cardenales, pero faltaba la paleta de los insólitos
colores que trajo Hohenlohe...¡desde Kenia!: el
avellana, el rojo sangre, el amarillo caña. Camacho
recordaba que Hohenlohe le decía entre buganvillas y
enjoyadas damas de noche que Marbella era el único
lugar del mundo donde nadie se sorprendía de ver Rolls
Royces por colleras, enchampelados. Añado que más raro
era que tampoco nadie se hiciera la clásica pregunta
que ahora formula el juez marbellero:
-¿De dónde habrá sacado éste ese pedazo
de Rolls?
Estoy en una playa cuyo nombre no habré
de citar, que es la otra cara de Marbella. Si tuviera
que acuñar un topónimo turístico, diría que es la
Costa del PER. Estética Gran Hermano en los chavales.
Estética Omaíta en sus madres. Padres como
progenitores de Operación Triunfo. El granero andaluz
de votos del PSOE, en bañador. Las mayorías absolutas
de Chaves, bajo la sombrilla con el picaíllo y la
asendía. Y como en Marbella nadie se sorprendía de ver
Rolls Royces, aquí nadie se extraña de ver tantísimo
BMW. Yo sí me sorprendo, rarito que soy. Ves acercarse
uno de esos cochazos, y piensas que dentro viene un
ejecutivo de las nuevas tecnologías que llega de jugar
al squash. Por aquí. Viene la clásica familia de
pueblo, con el padre perceptor de peonadas y virtuoso
de los chapuces en dinero negro. Viene la madre que va
a la academia de bailes modernos que paga el alcalde.
Viene la suegra que cobra la pensión no contributiva
que le da Chaves. Los dos niños, de anillada oreja,
con los casquitos del «ipod», oyendo los mp3 que se
bajaron por el ADSL gratis que da el Ayuntamiento.
Y no hay ni un BMW, ni dos. A
manojitos. Complejo me da aparcar al lado mi Ford casi
de pedales. Los observo, poderosos, gritones, en la
playa. Los amos del mundo: del tercer mundo andaluz.
Ni un periódico bajo las sombrillas. En todo caso, un
gratuito. Ponen el transistor a toda pastilla. Canal
Sur: la nuestra. O la SER, los nuestros. Les importa
un bledo que el Gobierno negocie con una banda de
asesinos. Son tan felices quizá porque no saben nada
del Estatuto catalán. Aunque rezan a la Patrona, han
oído lo de los crucifijos en las escuelas como el que
oye llover: ¡las mentiras que dicen los fachas, menos
mal que echamos al tío del bigote! La madre, mientras
hace el picadillo en la mesa de campimplaya que ha
dispuesto en el vivac de la sombrilla, se lamenta:
-¡Qué pena que aquí no podamos ver el
Tomate, a ver qué dicen de La Pantoja!
Proclaman que el PER ya no existe.
Ahora se llama Programa de Fomento del Empleo Agrario.
Mas el Gobierno y la Junta de Andalucía lo perpetúan.
Han dado este año la habitual nueva morterá: 75
millones de euros. El 3,5% más que el año pasado: que
no decaiga la afición votante. Que no decaiga la venta
de BMW en los pueblos. ¡Prontito va a desmontar el PP
esta trama de intereses, tan régimen que, como el de
Franco, ahora se basa en la propaganda de la Paz! Que
esto no salga de Eurasia, pero ZP va camino de sus XXV
años de Paz. De paz en las Vascongadas, de paz en El
Líbano y de paz en los concesionarios de BMW.