BENI de Cádiz,
que sabía latín y contar historias mejor que
muchos novelistas desestructurados, hizo una
defensa tal de la familia que, de vivir ahora, lo
hubieran llevado a hombros hasta Valencia, para
que en el Encuentro Internacional su tocayo
Benedicto XVI le hubiera dado su bendición
apostólica y un collar con cruz como a Sonsoles.
Pues si Ratzinger es Benedicto XVI, Beni fue
Benedicto de Cádiz cuando en plena efervescencia
del Caso Guerra que bauticé como Mienmano le
preguntaron por el escándalo y urbi et orbi dijo:
-Guerra ha hecho muy bien. ¿Quién
mejor va a dar el mangazo que su hermano? ¿Quién
mejor que su sangre? Si yo fuera arzobispo haría
lo mismo. Le diría a mi hermano Amós: «Hermano,
vete a la catedral, mángate un cuadrito y te lo
llevas para casa, que lo vamos a pulir en un
baratillo. Pero no cojas el Greco grande, que se
va a notar mucho: coge el murillito que está en la
sacristía, que nadie se va a dar cuenta, corazón».
¿Quién mejor que mi sangre va a mangar en la
catedral?
Defensa de la familia pura y dura.
De la denostada familia a la que han puesto de
mote «tradicional». Y familia que, lo que son las
cosas, acaba también de defender como nadie el
comunistón Fidel Castro, en esa especie de
Encuentro de Valencia con palmeras que ha sido su
enfermedad, resuelta a efectos de poder
dictatorial con el nombramiento familiar de Raúl,
vamos, Mienmano de toda la vida, su sangre. Mi
maestro Beni hubiera dicho:
-¿A quién mejor le va a dejar Fidel
los carguitos que a su sangre, a su hermano Raúl?
Esto es hispanidad pura, por mucho
que Castro se reclame del marxismo con guaracha y
del comunismo de rumba, rumba. Sucesión cubana a
la española: ¿después del comandante en jefe, qué?
¿Pues qué va a sel, mi amolll? ¡Mienmano!
Comandante en jefe que me hace
pensar que se equivocó mi paloma al escribir que
Cádiz es La Habana con más salero. De salero tiene
el jodido dictador siete mil arrobas. Aunque hayan
suspendido el Carnaval habanero y quizá las congas
no recorran las calles de Santiago, mamá, yo
quiero saber de dónde es el comandante. Es como de
Cádiz, un dictador de chirigota. Aparte de un
tirano, es un cachondo mental. Un comparsista
disfrazado de Stalin, el muy Malecón. Castro,
guasa cubana, acaba de inventar el autoparte
facultativo. ¿Se acuerdan del equipo médico
habitual en la larga agonía de Franco? El cachondo
de Castro lo ha mejorado: es el equipo médico
habitual de sí mismo. ¿Hay arte o no hay arte,
para dar él mismo sus partes facultativos? Cuando
se acabó la salud, llegó el comandante y mandó
parar, y dijo que aquí no hay remamahuevos ni un
comemierdas que dé un parte facultativo: los
partes los doy yo, que para eso soy el comandante
en jefe. Y no un parte, sino dos que ha dado el
tío en sus proclamas. Lo que digo: será un
asesino, pero tiene un punto de genialidad, de
gracia de Cádiz, berrendo en Beni, para darse
chocazos por las esquinas de La Habana Vieja.
Tan hispánico, por gaditano de
Cuba, es esto, que yo sé dónde está Fidel: en la
enfermería de Pozoblanco, con las fatiguitas de la
muerte del barbateño Paquirri. Sus autopartes
médicos me recuerdan las palabras de Francisco
Rivera: «Doctor, la cornada tiene dos
trayectorias, usted abra y haga lo que tenga que
hacer». Castro ha cogido el vídeo de Salmoral de
su dictadura y ha dicho al pueblo cubano con sus
proclamas-partes: «Estoy chungaleta, compañeros,
así que defended el «socialismo o muerte,
¡venceremos!» con Mienmano, porque como yo me
muera, el socialismo se va al carajo».