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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Crónica centuriana de El Pelao

Ran, cataplán, por los balcones con geranios de la calle Capuchinas, los tambores macarenos rompen el silencio de sagrario de monumento del convento de Santa Rosalía en esta prima noche de Jueves Santo, cuando se empiezan a ver los primeros nazarenos de ruán que por el camino más corto van a herirnos la memoria.
Ran, cataplán, hacia San Lorenzo, la Centuria viene de rendir ante Sor Angela sus lanzas vencedoras de todas las guerras del Rubicón de Anchalaferia. Su capitán trae desnuda la espada que enderezó todas las ruedas de calentitos de los desayunos de cuartelada y aguardiente de La Encarnación. Vienen, ran, cataplán, en son de paz y concordia, a rendirse ante El Que Todo lo Puede, para que tras verlo salgan llorando las legiones de Roma, con sus tíos como castillos de Sant´Angelo.
Ran. cataplán, bajo un naranjo en flor, estoy ahora viendo llegar a la Centuria con su triunfal tamborería. Hidalgo, el cabotambor, borda redobles. Suena «Abelardo» en la trompetería. Y al frente viene, Senatus Populusque Macarenus, el capitán Pepe el Pelao. Sobre la coraza donde no le caben ni su alma macarena ni su generoso corazón, tintinea la medalla de oro del Ateneo. Lujerío popular en su plumerío. Bajo ese casco de verdadero centurión falso de la Farsalia, la cabeza de un senador romano. Mágicas rupturas sevillanas de la lógica: manda la Centuria, que aún no son 100, uno completamente calvo que llaman El Pelao. El primer Pelao no fue este calvo tribuno de la plebe de los Callejones. Fue su padre, placero de la Feria. Se peinaba tufos toreros. Hasta que un día le dio el avenate y se los cortó. Desde aquella mañana fue El Pelao. El que se había pelado los tufos. Como ahora su hijo José López Fernández es el que se pela todas las guardias y rondas de gracia por amor al Sentencia y a la Esperanza.
Viene Pepe el Pelao mandando la Centuria, ran, cataplán, qué arte, Roma andaluza, qué lujerío del plumerío. No es que tenga cabeza romana de mármol de Itálica. Es que es un senador romano movilizado por su amor a la Esperanza. Lo supe por la crónica latina de Joselón Ortega Espeleta, que precisamente estaba en Jerusalén haciendo unas fotos de las bodas de Canáa. Joselón oyó a Pilatos en el mismísimo pretorio de su Casa, e hizo el revelado de lo que le dijo al Pelao. Quien estaba allí en Jerusalén con un puesto de berza en la Feria, esquina a la calle Amargura. Y con él, todos los verdaderos romanos falsos de la Bética: Pepe García; Hidalgo con su banda de cornetas y tambores; El Mono con El Pájaro; Manolito Loreto; el niño de Paco Ramos y el niño de Juanita Reina; uno jovencito, Ignacio Guillermo, qué gandinga de arte. Y cuando Pilatos endiqueló la calva clásica del Pelao con su tropa, le dijo:
-Pepe, hijo, toma: ahí tienes la Centuria. Llévatela a Híspalis y haz con ella lo que te dé la gana.
Lo que hizo, ya lo sabemos: engrandecer la Centuria, a mayor gloria de La Que Está en Sal Gil y de su Sentenciado Hijo. Continuar la dignificación del armao que inició El Melli. Y sentirse tan centurión de Roma, que le decía a Juan Ruiz Cárdenas:
-Ay, Juan, si yo pudiera entrar con mi Centuria en La Campana, pero en una buena cuadriga con dos caballos blancos...
Pura romanidad de la Macarena, más César que Julio César, Pepe el Pelao ha rendido su último servicio. Habrá llegado a esa eternidad tan perfecta que siempre Pasa la Macarena, por eso le llaman la Gloria. Y llevándose el puño derecho al corazón, se habrá cuadrado ante la Esperanza, en el saludo centuriano que inventó, diciéndole:
-Ahora es cuando de verdad la Señora va a ver desfilar una Centuria con arte, que a los armaos que estaban aquí les faltaba un verdadero capitán de Roma que pusiera un poquito de disciplina y de orgullo macareno, y que organizara una tómbola para comprar corazas nuevas...

SOBRE LA CENTURIA MACARENA, EN EL RECUADRO:

Armaos en San Lorenzo

El último armao

Los armaos son sevillistas

Julio César en un embotellamiento

La Centuria Macarena se cuadra ante Hugh Thomas

 La mili según los armaos

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