Joaquín el del
Betis, gracia y arte del Puerto, Puerto de, Puerto de
Santa María, virtuoso de la banda, que eso sí que es una
banda, y que se quiten Soria 9, Tejera y la Municipal,
se va a Valencia. Cerca me parece. Si yo fuera Joaquín,
teniendo el Betis el lamentable dueño que tiene, hacía
ya siete mil millones de años que me habría ido como muy
cerca a Pernambuco. O por lo menos a Grecia, como Serra
Ferrer. Aunque hubiera tenido que sacar un pañuelo o
rifar la jaquita del Rocío para juntar el dinero con que
pagarme la cláusula de rescisión. Hay monjas de clausura
y jugadores de cláusula: las monjas hacen los votos
perpetuos; a los futbolistas, se los hacen. El voto
perpetuo de Joaquín era tener que permanecer a merced
del ego, bajunerías, excentricidades, maldades y
perversiones de un malage con mucho tinte en el pelo,
que se cree que con dinero se puede comprar todo, hasta
la dignidad ajena.
Las jangás de sesión continua que le han
hecho al pobre Joaquín en los últimos días no tienen
nombre. O sí lo tienen, pero tan fuerte que ni servidor,
que suele andar cortito de canguelo, se atreve a
ponerlo. No hay derecho a tener a las criaturitas así:
ahora te vas a Albacete, ahora te vas a Valencia, ahora
te vas a Lión.
-Lo de Lión sería en plan hacer un
mandado, usted. Este tío a lo mejor quería mandar a
Joaquín a Lión para que comprara el terciopelo de Lión
para seguir roneando de haberle regalado otro manto a la
Virgen del Mayor Dolor y Traspaso.
Igual que los que somos del Betis
manque... Lopera sentimos orgullo sevillista cuando
vimos a Javi Navarro en Mónaco con la Supercopa de
Europa y con la Superbandera de España, me imagino que a
los sevillistas se les revolverán las tripas con la
jangá de Joaquín, y con las perrerías a Oliveira, y con
lo que exclama el pobre míster, Javo Irureta:
-¿Pero qué es esto, Dios mío de mi alma?
¿Dónde me he metido yo?
No hay derecho a nada de lo que está
ocurriendo con un bien cultural del patrimonio
inmaterial de Sevilla como el Betis, su historia, su
estética, su filosofía, cuanto significaban las
gloriosas trece barras. Mito de Sevilla que está en los
umbrales de su centenario y, ya ven, el dueño con estos
pelos (que cuida Manolo Melado). Esto de la apropiación
indebida que sufre el Betis es como si un señor
particular comprara al Faraón de Camas para hacer su
negocio particular y dijera que Curro Romero es él, y
que Curro existe gracias a él. Este tío ha conseguido lo
que parecía imposible: que el Betis le caiga gordo a
España entera. Mejor que yo lo decía Luis Carlos Peris
en la competencia: «El Betis se ha convertido en la
antítesis de lo que siempre fue. Era un equipo que le
caía bien a todos los que no son antibéticos, una
especie de segundo equipo de todos los que no sentían
animadversión... Pero las cosas han cambiado, la
simpatía se ha hecho antipatía generalizada por la piel
de toro y eso es algo a lo que no es ajeno, cómo va a
serlo, ese accionista mayoritario que se erigió en dueño
absoluto del club al que confesaba amar por encima de
todas las cosas, incluso por encima del dinero.»
Y es ya del tebeo la dualidad sevillana
de un presidente cristobita de la pipirijaina del
titirimundi, de carapapa, y el otro mandando por detrás.
¿Dónde está la sede del Betis? ¿En el Villamarín? No, en
la calle Jabugo.
Vamos, que hasta el cinco jotas de Jabugo
estamos aborreciendo algunos béticos, que igual que
sentimos orgullo de que el Sevilla F.C. represente a
nuestra ciudad ante el mundo, nos da vergüenza comprobar
hasta dónde ha llegado de baja la degradación moral de
cuanto el Betis significaba en España. No nos salve
usted más al Betis, señor dueño, por favor...