BARCELONA tuvo
a Eduardo Mendoza con «La Ciudad de los Prodigios» y
Sevilla tiene a Agustín Villar, candidato a alcalde por
el PA, con «La Ciudad de los Mangazos». Buen título para
una novela. Eso lo escribe Francisco Robles en 250
páginas y el Planeta no se le escapa. Vivimos en la
Ciudad de los Mangazos. No en el sentido en que lo ha
dicho Villar, en carambola lingüística, con uso
totalmente inadecuado de la voz. Villar asegura que el
tranvía supone el mangazo del Metro a los sevillanos.
Mangar no es dar tranvía por metro. Mangar es llevarse
con arte, estilito y agrado todo lo que podamos. Lo que
dijo con frase suprema El Peña, catedrático emérito de
la Facultad de Ciencias del Mangazo de Cádiz:
-Vamos a llevarnos bien...todo lo que
haya que llevarse.
Dar tranvía por Metro es trile con trole,
señor Villar, no mangazo. Tenía usted que haber
consultado el término, y no es que yo defienda a Don
Monteseirín. Defiendo algo que usted, por su carné del
PA, del que vive, debería cuidar mucho más que yo, que
voy por libre: el habla andaluza. Tenía usted que haber
consultado a don Carlos Herrera, decano de la Facultad
de Ciencias del Mangazo, experto en darlos por tierra,
mar y aire. Herrera le habría dicho, Don Villar, que
pegar el mangazo de Metro es llevarse el Metro a su
casa, o ponerlo en la parcelita del adosado de Bormujos,
no sustituirlo por el tranvía de las herramientas.
Aunque Villar lo haya usado
impropiamente, Sevilla sigue siendo, por antonomasia, la
Ciudad de los Mangazos. Sólo en Sevilla podía haberse
pegado un mangazo como el que ha dado Daniel Barenboím
con el violín. Los mangazos buenos se pegan más en la
Junta que en el Ayuntamiento. Llega el gachó del violín
y le pega a la Junta un mangazo de ¡tres millones de
euros anuales! para la orquesta de judíos, moros y
cristianos que ha montado con dinero ajeno, donde canta
Sonsoles, adiós, Montserrat Caballé. ¡Eso sí que es un
mangazo, y no el Metro!
Sevilla pasó del Pelotazo del 92 al
Mangazo del 2006. Los que antes pegaban el pelotazo
ahora dan el mangazo. Ellos se siguen enriqueciendo y
nosotros seguimos enriqueciendo la lengua española.
Pelotazo, voz gaditana, pasó vía Sevilla a ser usada por
España entera. Ahora ha pasado igual con mangazo y
mangón. El DRAE no recoge estos sevillanismos léxicos.
(La jerga argentina, sí: «Beneficio u objeto obtenido
gratuitamente por alguien que manguea». Y cita un
ejemplo que parece de aquí: «Uy, allá viene Federico;
ése siempre me pide algún mangazo».) Como en el caso del
verbo fraternal de mangar: trincar. Tampoco recoge el
DRAE la voz trincón, que este verano no se le ha caído
de la pluma a los cronistas madrileños de la Costa del
Sol. Les ha dado por escribir en sevillano y se han
pasado el verano con los mangones, los trincones, el
mangui y el trinque.
Urge institucionalizar el mangazo. Ya que
no vamos a acabar ni con los trincones ni con los
mangones, propongo en tiempo y forma que se cree la
Delegación Municipal de Mangazos. Con dos áreas: Área
del Mangui y Área del Trinque. Habrá bofetadas para ser
el concejal del ramo. Y el Instituto Municipal del
Mangazo. Y la Empresa Municipal de Mangazos (Emumanga).
Y junto al Apeadero, pongamos el Centro de
Interpretación del Mangazo.
Ay, señor Villar: con la de mangazos que
se han pegado en Sevilla por gente políticamente no
demasiado alejada de usted, va y se fija en la chuminá
del Metro. Que, como su viga famosa, es un mangazo
controlado. Que estamos padeciendo precisamente por
culpa del ego del que fue su señorito de la calle
Castelar. Que fue quien, en su Teoría del Mangazo
Político, resucitó demagógicamente un Metro que como
estaba bien era enterrado por Manolito.