EN las esquelas 
                          de ABC, la mortuoria de un señor: don José Luis Ramos 
                          Braña. Y bajo el nombre, su mote: El Figura. Es que 
                          estoy oyendo el gorigori de las bocas de su pueblo:
                        
                          -¿Sabes que se ha muerto José Luis 
                          Ramos?
                        
                          -¿Y ése quién era?
                        
                          -El Figura, hombre.
                        
                          Como se morían los últimos de Cuba y 
                          Filipinas, están desapareciendo los últimos motes. Los 
                          motes ya no se llevan. La Centuria Macarena que 
                          mandaron El Melli y El Pelao tiene ahora un capitán 
                          sin mote. En el toro cada vez hay menos apodos como 
                          nombres artísticos. El bisabuelo era El Niño de la 
                          Palma; el bisnieto, Cayetano a secas. Motes que eran 
                          como títulos de grandeza de una familia, acuñados para 
                          el cabeza de estirpe y heredados por sus 
                          descendientes. Timbre de gloria o baldón de escarnio. 
                          No es lo mismo ser nieto del Figura, e ir por la vida 
                          como Pepe el del Figura, que descendiente de La 
                          Chochodoro y ser hasta que te mueras Guadi la de 
                          Chochodoro. Sí, los motes eran como títulos 
                          nobiliarios populares, pero con guasa. En Sevilla 
                          estaban la Condesa de Morales o el Barón de la 
                          Castaña. Y en Guadalcanal, Juanito Perrunilla. Mote 
                          que vi nacer. Por aquellas tierras de reconquista de 
                          la Orden de Santiago, donde aún se exclama «¡me c... 
                          en la Orden cana!» como una blasfemia, la perrunilla 
                          es un dulce de harina y manteca de cerdo, que se 
                          deshace fácilmente. Y Juanito B.L., cuando se 
                          declaraba a una niña, le decía el mismo requiebro, 
                          cursi como un mal bolero relamido que cantara el 
                          vocalista de la Caseta de Arriba, modelo Paulino 
                          Plata:
                        
                          -Yo por ti es que me desmorono...
                        
                          Y como resultaba que Juanito, en sus no 
                          correspondidos amores, siempre se desmoronaba como una 
                          perrunilla, Perrunilla se le quedó. Y Juanito 
                          Perrunilla será hasta que se muera. Los motes son 
                          títulos de grandeza que el pueblo otorga. En Ecija hay 
                          hasta prolijos catálogos con su genealogía, un Gotha 
                          de los Motes. En el Elenco de Motes Ecijanos se habla 
                          de un inmemorial: un gran fornicador, que engendró 
                          tantísimos hijos, así dentro como fuera del 
                          matrimonio, que le pusieron Pollajierro. Sí, no se 
                          rían: la Andalucía de los Quinteros sigue existiendo, 
                          aunque se nos estén muriendo los últimos de la 
                          Filipinas de los motes.
                        
                          Me he acordado de Juanito Perrunilla al 
                          ver la esquela de El Figura porque en la Revista de 
                          Feria de Guadalcanal (cada vez más interesante por las 
                          aportaciones de jóvenes historiadores), un viejo amigo 
                          de veraneos infantiles, José María Alvarez Blanco, 
                          cataloga los motes locales. He puesto Alvarez cuando 
                          en realidad es El de Pepe el de la Tienda, noble apodo 
                          de su padre. El catalogador cita a La Chochodoro: 
                          ¿cómo tendría a aquello, que le pusieron La Chochodoro? 
                          Y censa a un cura, Principio del Estornudo, por su 
                          cara como de eterno resfriado. Y a La Dos Carreras: 
                          una desde atrás, para verla, por su tipazo; y otra 
                          hacia adelante, huyendo, tras verle la cara, feísima. 
                          Y a Liebrenferma, Cagaparriba, Malamarcha, 
                          Pinchaburras, Cagalutos, Caritajieles, Cuatropolvos. 
                          Motes con toda la retranca serrana, como aquel que 
                          cojeaba y al que cínicamente le pusieron Longines, por 
                          lo bien que andaba...por las que hilan.
                        
                          Lástima que los motes se estén 
                          perdiendo. En los toros, en las cofradías, en los 
                          pueblos. Hasta en la política. La gente ya no pone 
                          motes a los políticos, lo que hacía incluso bajo los 
                          miedos de la dictadura. En la España de Paco Pantanos, 
                          de Carmen Collares o del Cuñadísimo, nadie habla de El 
                          Garbanzo Remojao, El Albondiguilla, La Carapasa, El 
                          Carafoca o El Escudolbarcelona. Pero que conste que 
                          Garbanzo Remojao, Albondiguilla, Carapasa, Carafoca y 
                          Escudolbarcelona están ahí. Esperando que venga El de 
                          Pepe el de la Tienda y los catalogue en la Revista de 
                          Feria.