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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Reinvención del búcaro

EL lema de «La Codorniz», que no llevaba un solo anuncio, decía: «Donde no hay publicidad, resplandece la verdad». De ninguna manera. Donde resplandece la verdad de los usos y costumbres, de las mentalidades, de las modas, de las tendencias, es en la publicidad. Los anuncios son parte de la información. Y uno de estos anuncios me ha hecho pensar en lo que estamos perdiendo de la que etnólogos y antropólogos llaman «cultura material tradicional». Un ejemplo: tú le enseñas a un niño el bieldo de una era, y de momento se cree que la era es la Era Cuaternaria. Y en cuanto al bieldo, el instrumento para aventar la parva en la era y separar el grano de la paja, el niño puede creerse que es una de estas dos cosas:
1.- El tenedor de Pedro Botero.
2.- El tridente de Neptuno.
-¡Qué optimista es usted! Si con estos planes de estudio los niños no saben quién es Neptuno, y mucho menos Pedro Botero... Dirán que el bieldo es un tenedor de madera muy grande y ya está.
El anuncio que me ha hecho pensar en la destrucción de nuestra cultura material tradicional es de un barril de cerveza. Somos un país más cervecero que Alemania. En Alemania celebran una vez al año la Feria de la Cerveza, pero aquí, a efectos de espumosa o salpicona, todos los días son de farolillos. Cerveza de grifo, de lata, de botella, de botellón. Y ahora, de barril doméstico. Pequeños barriles con su grifo y todo, para que usted mismo haga en casa el campeonato de tiradores de cerveza. Barriles que, calculo yo, no tendrán más allá de los cinco litros, pero que la gente los usa ya para las barbacoas del jardín del adosado, para el cumpleaños, para la reunión de ver el partido por la tele.
El barril que anuncian fresquito y exudante de heladísimas gotas lo presentan con la etiqueta de «autoenfriable». Supongo que tiene un algo, un no sé qué, que hace que la cervecita se enfríe sola dentro del barril, en plan tanque de salmuera.
-¡Qué novedad!
-No, qué antigüedad.
Estos cerveceros del barril autoenfriable no lo saben, pero han vuelto a inventar el búcaro. El búcaro, el botijo, el piporro, el pipote, el pipo o como quiera que se llame en cada comarca andaluza. La vasija de barro poroso, que se usa para refrescar el agua, de vientre abultado, con asa en la parte superior, a uno de los lados boca proporcionada para echar el agua, y al opuesto en pitón para beber a morro. Los alfareros de Triana o de Lebrija fueron los que desde muchísimo antes de tiempos de Rege Carolo inventaron el barril autoenfriable de barro, que es el búcaro.
Búcaro que ya ni se ve en las bacas de los coches de cuadrillas, ni en los callejones de las plazas de toros, que eran los últimos enclaves de su mantenimiento. Los aguadores de las cuadrillas de costaleros llevan un contenedor de plástico en vez de un cántaro blanco de Lebrija, y en vez de búcaro los mozospás de las cuadrillas toreras llevan una botella de agua mineral con el pitorreo del pitorrito, como la nostalgia del piporro para beber a morro.
Yo evoco un sopor de siesta veraniega de mi infancia con el pregón del tío de los búcaros, de La Rambla, de Lebrija o de Salvatierra de los Barros. Llevaba en el serón de un borriquito los blancos o los rojos búcaros y hacía sonar su voz en la calor de las chicharras:
-¡Los búcarrufino...!
Pregón con chiste. Al oírlo, siempre decía alguien:
-Ea, ya está este tío buscando a Rufino... y sin dejarnos dormir la siesta.
Como Guzmán el Bueno en el relato de Gandía, pero autoenfriable. Como el modernísimo barrilito de espumosa con que han vuelto a inventar el búcaro.
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