NO pensaba
escribir este artículo. No pensaba dedicar una
sola línea al felón Rubianes. Por una razón de
geografía comparada. Si España fuese esa
democracia tan consolidada como alardeamos ante
todas las dictaduras tercermundistas, ni ABC tenía
que haber escrito un editorial, ni yo ni nadie una
sola línea de artículo acerca del derecho de
amparo a los desleales concedido con dinero
público en un teatro que para más inri se llama
Español. Si España fuese como las democracias a
las que les va perdiendo la visión de la
matrícula, quien ya hace muchos meses que habría
escrito sobre Rubianes hubiese sido quien debía:
el fiscal general del Estado. Y como las balas, en
cuanto ofendió desde TV3 a la constitucional
Patria común e indivisible y a todos los
españoles. El fiscal, en tal descabelladísima y
nada realista hipótesis, no habría escrito ni un
editorial ni un artículo, sino un auto de
procesamiento, acusando al cómico de lo que
antiguamente se llamaba lesa patria.
No me imagino a los articulistas
franceses ni a los columnistas americanos
ganándose jornales a costa de un comediante que en
una televisión pública le hubiera llamado
prostituta a la Marianne o deseado que capasen a
Tío Sam por el expeditivo método de la colocación
de explosivos en sus partes... de la victoria.
He de confesar que ando corto con
agua de imaginación. Tampoco me imaginaba por
mucho que echase a volar mi fantasía que tras los
insultos a España con un lenguaje tabernario o
burdelesco iban a salir jóvenes dirigentes
socialistas con una camiseta asegurando que «Todos
somos Rubianes». Ah, no, mire usted: por ahí sí
que no paso. De ninguna de las maneras: el
Rubianes lo será usted. Porque no vea usted el
concepto que tenemos la mayoría de españoles del
rubián, que hasta suena a insulto
histórico-artístico de novela de Pérez Reverte:
-¡Rubián, que estás hecho un rubián!
Y usted no se ría, que también es un pedazo de
rubián. Están ustedes dos hechos un buen par de
rubianes...
Si Rubianes es un rubián y aseguran
también serlo los chavales socialistas catalanes
de la igualitaria camisería demagógica, quienes se
han tirado de espontáneos en el insulto a España,
somos infinidad más los que no estamos en absoluto
dispuestos a que nos igualen en ofensas a la
Patria y a los españoles. Algunos somos tan
raritos que sentimos orgullo de la Patria, vamos,
como si fuéramos norteamericanos o franceses, unos
bichos raros así. ¡Hombre, hasta ahí podía llegar
la ola de igualitarismo paritario que nos invade,
que a todos nos consideraran Rubianes!
Camiseta rubianesca del Día de
Cataluña que me distrajo bastante del espectáculo
de la anual entrega floral, como de Virgen de los
Desamparados o de Virgen del Pilar por lo civil,
ante el monumento de Casanova. Casanova, cada 11
de septiembre, se revolverá en su tumba ante el
concurso de horteradas de las ofrendas florales. A
esa cima de horteridades no llegan ni los béticos
recalcitrantes, cuando llevan flores a la tumba de
un ser querido en forma de ramo con el escudo del
Manque Pierda. Estaba yo viendo esa batalla de
flores en plan hortera, a cuál más cursi la de
cada partido y sindicato, como cajas de bombones
con claveles, y me estaba diciendo: «Ya verás, ya
verás cómo de un momento a otro traen una bandeja
de flores con el escudo del Barcelona...» Pero
nunca llegó la horterada en forma de escudo del
Barcelona. Llegó la camiseta igualitaria de la
felonía. Y por ahí sí que no pasamos algunos. Que
te comparen del tirón con Rubianes es un nuevo
insulto a todos los españoles. Rubianes que debía
de estar aquella noche de TV3 en baja forma. Me
extraña que habiendo largado lo que largó, no
dijera ninguna blasfemia, con lo moderno,
progresista y cultural que es la exhumación de la
fosa de la memoria histórica de «La Traca».