LA de artículos
hechos que me da el Ave... Hay que poner
en alta velocidad el consejo del clásico
al escribiente: «Procura que la
inspiración te coja sentado». Sentado en
tu vagón del Ave te llega inmediatamente
la inspiración. De alta velocidad. Mi
compadre Alfonso Ussía y servidor
tendríamos que entregar una solemne
placa de plata a los gestores del Ave:
«Los articulistas españoles, agradecidos
al Ave por la cantidad de jornales que
nos da a ganar». Simplemente mirando por
la ventanilla. Porque miro desde la
ventanilla del Ave y me acuerdo del
nombre de un escritor sevillano y del
título de una de sus novelas.
El escritor es el
olvidado Domingo Manfredi Cano. De
Aznalcázar, buena gente, gran aficionado
al flamenco, gran sabedor de las cosas
de Andalucía, comisario de Policía y
periodista, y que en la madurez de su
carrera profesional pudo establecerse en
su tierra sevillana, como director del
Centro Emisor del Sur de Radio Nacional,
donde estuvo una pila buena de años,
hasta que RTVE lo mandó de corresponsal
a Lisboa, en vísperas de la Revolución
de los Claveles.
Manfredi, que dio el
pregón de la Semana Santa, es autor de
una larga serie de libros: novelas,
cuentos, ensayos, estudios divulgativos.
Fue premio municipal Ciudad de Sevilla
con su novela «La rastra». Olvidado
premio, precedente del Fernando Lara y
del Ateneo de Sevilla, que se convocaba
para poesía y para novela, y que ganaron
Rafael Montesinos o Gerardo Diego con
«El Jándalo». Manfredi fue un gran
estudioso del cante, cuando los
intelectuales lo despreciaban.
Inventarió los fandangos de Huelva mucho
antes que El Raya. Y mucho antes que
Ricardo Molina su «Mundo y formas del
cante flamenco», él publicó su utilísima
«Geografía del cante jondo», que bien
merecería una reedición a cargo de los
siete mil organismos de la Junta donde
cuarenta mil paniaguados se las buscan
por cante.
Mas el libro de Manfredi
que me ha recordado la visión desde el
Ave es su gran novela sobre la guerra
civil en Sevilla y en Andalucía: «Las
lomas tienen espinos» (Barcelona, Caralt,
1955). Narración de singular valor
histórico. Relato de la experiencia de
Manfredi en la guerra: narra la batalla
de la Plaza Nueva de Sevilla del 18 de
julio de 1936, con la toma de la
Telefónica y del Gobierno Civil, desde
la visión de un soldado que está allí
pegando tiros. Ese soldado era Domingo
Manfredi, que estaba haciendo el
servicio militar no recuerdo si en Soria
9 o en Granada 34, en un regimiento de
la guarnición.
Los espinos de las lomas
del título de Manfredi son las
alambradas de las trincheras en los
desconocidos frentes de la guerra civil
en Andalucía: Lopera, Castro del Río,
Peñarroya... (Ahora que hacen
arqueología bélica en el frente de
Lopera y restauran trincheras, pozos de
tirador y nidos de ametralladoras,
glorifican a las Brigadas
Internacionales... que fueron las
derrotadas en Lopera por el heroísmo de
los carlistas sevillanos del Tercio
Virgen de los Reyes.) El Ave pasa por
estas lomas de las provincias de Jaén y
Córdoba, un día línea del frente
andaluz. Las lomas siguen teniendo
espinos. Aparte de los espinos de la
manipulación de la verdad bélica en
Lopera, los tienen porque desde el Ave
descubres que todo el campo está
cercado, vallado. Hasta la más escarpada
sierra tiene su alambrada. ¿Quién puede
pasear libremente por el campo? Nadie.
Todo es como en la vieja sevillana
rociera de los hermanos Reyes: «Cerraron
los cancelines».
Como ejemplo de lo
imposible se decía: «Esto es como poner
puertas al campo». Se ha logrado lo
imposible: a todo el campo andaluz le
han puesto puertas. Siete puertas, como
los almacenes de la calle Dados o el bar
de fulimandús de La Europa. Puertas y
alambradas y cancelines. Y espinos en
las lomas, hermosas ya con la granazón
del otoño.