UN 
                                  cartucho de rabitos de pasas es un explosivo 
                                  mucho más efectivo que, ¿cómo es, el bórico, 
                                  el perborato o el permanganato? (Desconfíe de 
                                  las imitaciones). La memoria es un ejercicio 
                                  absolutamente revolucionario, dadas las 
                                  actuales circunstancias de España.
                                
                                  Tomo un cartucho 
                                  de rabitos de pasas y en este domingo de 
                                  octubre realizo un ejercicio de memoria en 
                                  esta nación amnésica. Con un inciso lírico. 
                                  Sevilla tuvo que ser la que convocara esta 
                                  manifestación con un recorrido tan poético, 
                                  por muy malos tiempos que corran para la 
                                  lírica. Nunca había visto una manifestación 
                                  por un itinerario poético de versos de Rafael 
                                  de León. La manifestación va desde San Telmo, 
                                  donde una dalia cuidaba Sevilla en el Parque 
                                  de los Montpensier, hasta el Costurero de la 
                                  Reina, donde la leyenda no daba puntada sin 
                                  hilos: el pabellón morisco donde María de las 
                                  Mercedes leía las secretas cartas de amor que 
                                  le mandaba Alfonso XII, pues son los niños 
                                  primos hermanos.
                                
                                  En esta ciudad 
                                  de versos dorados del otoño, recuerdo 
                                  revolucionariamente que hubo un día en que la 
                                  gente también se echó a la calle. Para detener 
                                  a unos asesinos terroristas que acababan de 
                                  descerrajar cuatro tiros a un médico de 
                                  Aviación en su consulta privada. La Policía 
                                  pudo apresarlos. Cuentan que uno de aquellos 
                                  heroicos gudaris, uno de aquellos abnegados 
                                  luchadores de... ¡anda ya con el cuento del 
                                  envergue, Igor Solana, que te jiñaste por las 
                                  patas abajo!
                                
                                  Sigo recordando. 
                                  Aquella misma ciudad, con sus democráticas 
                                  autoridades socialistas a la cabeza, se echó a 
                                  la calle luego, para expresar su dolor por 
                                  aquella muerte que los asesinos habían hecho, 
                                  trayendo el que llamaban «problema vasco» 
                                  hasta la sombra de la Giralda. La misma sombra 
                                  de la Giralda que amaneció tan triste cuando a 
                                  sus pies mismos, una madrugada de sangre, los 
                                  asesinos de la ETA no tuvieron en cuenta la 
                                  ordenanza municipal de decibelios y rompieron 
                                  el silencio de la noche con los tiros que le 
                                  descerrajaron al concejal Alberto Jiménez 
                                  Becerril y a su mujer, Ascensión García Ortiz. 
                                  Y luego, la ciudad entera, con sus 
                                  democráticas autoridades socialistas a la 
                                  cabeza, se echó a la calle, en silencio, bajo 
                                  la lluvia, para expresar su dolor y su condena 
                                  de la muerte de los inocentes.
                                
                                  Me resisto a 
                                  creer que aquella ciudad sea esta España de 
                                  los silencios cobardes, del interesado olvido 
                                  de las víctimas del terrorismo. Espero que 
                                  hoy, a mediodía, de la dalia de San Telmo al 
                                  hilo de plata de la memoria del Costurero de 
                                  la Reina, se demuestre que aquella España, la 
                                  de Ermua y de Miguel Ángel Blanco, sigue 
                                  existiendo. Que todo aquello no quedó en el 
                                  olvido, ay, qué dos cruces.
                                
                                  Mucho hablar del 
                                  mal llamado proceso de paz, pero aquí hay otro 
                                  proceso mucho más claudicante, cobarde y 
                                  sibilino. Una rendición mucho más ignominiosa 
                                  y penosa. No es del Estado, es de la sociedad. 
                                  Es el proceso de silencio. Los niños, los 
                                  poetas, los locos y los delegados del Gobierno 
                                  dicen la verdad. Y el jerarca de Sevilla, con 
                                  los famosos decibelios, ha cantado la gallina 
                                  acerca de la ruindad de este proceso de 
                                  silencio. Vosotros, los de entonces, ya no 
                                  sois los mismos. Queréis poner sordina al 
                                  dolor de España. Queréis unas víctimas del 
                                  terrorismo silenciosas como el anuncio del 
                                  aparato de aire acondicionado. Los queréis 
                                  callados. Sin dignidad, sin memoria, con 
                                  cierre centralizado en las cuatro puertas del 
                                  dolor.
                                
                                  Sevilla es la 
                                  ciudad del silencio sonoro. En la Madrugada 
                                  cofradiera se puede ver la Hermandad del 
                                  Silencio. En las tardes de abril se puede 
                                  escuchar la música sin pentagrama del silencio 
                                  en la plaza de los toros. Experta en 
                                  silencios, esa ciudad que un día se echó a la 
                                  calle para detener a unos asesinos, alzará su 
                                  voz. Contra el proceso de silencio. Rendición 
                                  en mi nombre, no. Silencio en mi nombre, no.