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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


100 mililitros de gasolina

LOS pobres africanos que iban hacinados en los barcos negreros hacia la cabaña del Tío Tom no eran tan esclavos como nosotros de las normativas de la Unión Europea. No sé por qué los estatutos reclaman tanta soberanía, si la cuchara del mango de nuestra sartén, donde nos fríen los huevos, la entregamos ya a Bruselas o a Estrasburgo. Lo digo por la normativa europea que restringe los productos líquidos en los equipajes de mano de los pasajeros de los aviones. Lo que le faltaba a la T 4 de Barajas, a los retrasos de San Pablo, a la longitud de maratón olímpica de El Prat eran las colas de los atribulados pasajeros, esclavos de Europa, parias de Bruselas, resignados, ¿qué digo yo como corderos?, como indefensos judíos en campo de concentración nazi. Los ves a los pobres, obedeciendo sin rechistar, con una conformidad completamente Dachau, despojándose de sus vestiduras, dejando en las bandejas de los escáneres chaquetas y abrigos, y las bragas y los calzoncillos porque aún no lo ordena Europa, que, si no, nos quedábamos todos en el control como su madre trajo al mundo al candidato de Ciudadanos por Cataluña.
Esa callada resignación de la cola aeroportuaria, con las ropas quitadas y puestas en bandeja, suena a Auschwitz, a documental sobre el holocausto judío. La paciente mansedumbre de los que hacen la interminable cola con sus pertenencias en la mano te hace pensar que de un momento a otro van a decir por la megafonía, con acento alemán:
-Ahora pasarán ustedes a tomar una ducha antes de subir al avión.
Me extraña que esos pasajeros que se amotinan por los retrasos de los vuelos baratos a Buenos Aires no hayan todavía abierto la boca ante el altísimo coste en tiempo, en pérdidas de vuelos y de negocios, en nervios, en retrasos y en botellas carísimas de Rioja tiradas a la basura que está teniendo la dichosa normativa europea. La chica que se puso toda la crema cosmética en la cara porque no podía llevarla en su equipaje de mano protesta en la Facultad, pide la hoja de reclamaciones en el Cortinglés, pone una carta al director sobre la factura de Endesa, pero se vuelve una mansa ovejita, beeeeee, cuando las normativas europeas se ponen a hacer perrerías con ella en los aeropuertos.
El rímel, el desodorante que no nos abandona, la media botellita de agua mineral, el frasquito clásico de Álvarez Gómez, hasta el limpialentillas, todo líquido es peligroso.
-Vamos, que cuando Curro Romero viaja en avión tiene que meter en la maleta y facturar el tarro de las esencias, porque si no, se lo tiran al contenedor.
Ya lo creo. Lo que más me gusta de este entreguismo español ante Europa es la suprema contradicción de la gasolina. No, no me refiero a la huelga de gasolineras. Me refiero al carburante incendiario de los famosos Chicos de la Gasolina. A los terroristas callejeros al menudeo o por mayor de la llamada y glorificada «izquierda abertzale». Usted no puede pasar los arcos detectores de Barajas con 100 mililitros, 100, de Varon Dandy, pero los «héroes» del pueblo vascongado pueden andar por ahí con sus botellas de gasolina y sus artefactos explosivos, y no para llevarlos desde Santurce a Bilbao a través del arco detector de metales, sino para incendiar cajeros automáticos, quemar autobuses y pegar petardos en las sedes de los partidos y donde se tercie, y No Passssa Nada. Si a usted lo cogen con 100 mililitros de Aqua Brava pasado el control antiterrorista de Barajas, de Manises o de San Pablo, le buscan un lío y de momento pierde el avión y quién sabe por cuántas horas la libertad. Pero eso ocurre simplemente en los aeropuertos. Si usted no es pasajero de Iberia, sino viajero de la ETA hacia la negación de las libertades, y lo cogen en Rentería o en Azpeitia no con 100 mililitros de perfume, sino con una botella de litro y medio de gasolina, a la 1 de la madrugada, junto a un autobús municipal o al lado de la casa de un concejal del PP, No Passssa Nada, ni tiene usted que dejar nada en el control. Usted no es un presunto terrorista, como todo el que lleva la tarjeta de embarque de Iberia, sino un animoso defensor de los derechos de Euskalerría a quien no se le puede ni toser para no entorpecer el Proceso de Paz.

 

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