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El Recuadro   

 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Candidito el de la imprenta

He escrito el nombre de Candidito el de la Imprenta Rodez y me ha sonado a personaje moguereño de Juan Ramón. No sé si conocí a Candidito en las páginas de "Platero" o en el recuerdo infantil de mis veraneos de la sierra. El teléfono que llama desde el pueblo me saca de la duda. La voz más querida, tras oír a la hija de Candidito, me dice: -- ¿Sabes que ha muerto Candidito? Fíjate, ha estado años y años cuidando a su tía Mariquita Campos y a poco de lo de Mariquita, se ha muerto él...

Ahora Candidito se me sale del mundo juanramoniano y entra por la puerta grande del patio y la mecedora del universo andaluz de los Quintero. Candidito, Cándido Fernández Rivero, tenía una tía solterona con nombre de los Quintero: Mariquita Campos. Aún están resonando las losas de las aceras de la calle Camacho con el taconeo de Mariquita, abanico y velo, misal y manguitos de croché, camino de la novena. Y en el patio de su otra tía, de Doña Cándida, en la esquina de la Calleja de la Herrería, aún revolotean los parlanchines periquitos que criaba, en su inmensa jaula virreinal de indiana porcelana blanca.

Candidito, en ese universo de pueblo con olor a alpechín y a afrecho, a perrunillas y a pipote, fue mi primer editor. Candidito tenía una imprenta. Era bastante más que una imprenta: imprenta, papelería, librería, tienda de fotografía, medio mercería. Candidito era lo que ahora se llama multimedia. Lo mismo vendía libros escolares para las alumnas del Convento o los niños de la escuela de Mantrana que barras de lacre y sobres azulinas para escribir a los quintos. Si se terciaba, tomaba su máquina Voigländer y hacía fotos de un acto del Ayuntamiento, de un culto a la Patrona. Si llegaba un veraneante con el carrete de su Kodak de cajón, se lo revelaba, copias 6 por 9 con los filos guillotinados por el oleaje ondulado de su cizalla. Candidito estaba enamorado de su pueblo. Editaba postales preciosas con sus fotos en blanco y negro de una vista del pueblo desde Santa Ana, del Palacio, de la plaza con la torre de Santa María. Las revelaba en su laboratorio y en su imprenta les estampaba las derechas rayas de las señas y el mágico pie editorial: "Imprenta Rodez. Guadalcanal". Aún tengo por viejos libros de poemas amarillas postales de Candidito, que nunca supimos por qué su imprenta se llamaba Rodez, si el presunto Rodríguez de la abreviatura no aparecía entre sus apellidos, si era en todo caso "Ferdez", por el Fernández que llevaba por delante de la alcurnia de los Rivero.

La imprenta de Candidito... Aún oigo, tic tac exacto del reloj de la memoria, el movimiento de su minerva. Huelo la tinta fresca de su tórculo. Veo los chibaletes de sus tipos móviles, su componedor, sus ramas, las enceradas cuerdas que amarran el plomo de las galeras. Candidito era oficial y aprendiz y regente de sí mismo, en la pequeña imprenta casi gutemberguiana que apasionadamente cuidaba, quizá la única al norte de Constantina. Imprenta amorosa para imprimir incunables de convocatorias de cultos de Nuestro Padre Jesús, tarjetas de visita de Cossío el médico, partes de la boda de Antonio Yanes con Amalia Limones, facturas para Pepe el de la Tienda. Y la Revista de la Feria. Nunca supe si el Ayuntamiento le pagaba parte de la revista que orgullosamente editaba Candidito. Cada septiembre, Candidito no se cambiaba por Luca de Tena, en todo lo suyo. Don Pedro Porras le mandaba un artículo sobre la Virgen de Guaditoca, y Andrés Mirón un poema, y Enrique Gómez Alvarez Soriano una salutación del alcalde y el programa oficial de la Feria, y Candidito lo componía todo a mano, lo imprimía, ponía el papel, la encuadernación, las fotos de las calles del pueblo, los fotograbados de serie con elegantes camareros de frac y flamantes haigas. Y se buscaba la publicidad de Electrovira, de López el de los periódicos, del puesto del Lili, del Banco Español de Crédito, del concesionario de La Cruz del Campo, con la contraportada del caballista que anunciaba el Nitrato de Chile. En aquella revista, Candidito me publicó mi primer artículo y lo compuso con sus manos. Fue mi primer editor. Lo sigue siendo. En realidad, este artículo que por título lleva su nombre no sé si ha salido en el ABC que vende López el de los periódicos o si lo ha sacado Candidito en su Revista de Feria.

 

 

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