Los Palmerines que salen en Google son los que aparecen en El Quijote, en el donoso escrutinio que el Cura (que no era Martín Sarmiento) y el Barbero (que no era Manolo Melado) hicieron de la biblioteca del Ingenioso Hidalgo. Son los libros de caballerías de la serie hispano-portuguesa de los Palmerines, el Palmerín de Oliva y el Palmerín de Inglaterra, sobre los que el cura cervantino dice: "Esa oliva se haga luego rajas y se queme, que aun no queden de ella las cenizas, y esa palma de Inglaterra se guarde y se conserve como cosa única". Pero no sale en Google aún este como verde oliva descendiente de Amadís de Gaula que es el Palmerín de Lopera, Palmerín el Acolapsao.

Este Palmerín es todo un símbolo de la desnaturalización de la estética bética a manos de La Mayoritaria, que condena a galeras cuanto no pueda ser cargado en cuenta en su ego. Primero fue borrado del mapa el dignísimo nombre de don Benito Villamarín, el que sí que de verdad era "don", un señor, y que salvó al Betis: del infierno de Tercera. Ahora están borrando el nombre mítico de Heliópolis, sustituyéndolo por La Palmera, en la estética borde de La Palmera Acolapsá. El himno del centenario compuesto por González Serna se titula "Al final de la Palmera". Al final de la Palmera están Los Bermejales, joé, no nuestro Betis, que ha estado siempre en Heliópolis. Por las mismas de querer borrar el mito heliopolitano, la mascota centenaria se llama Palmerín. Cuando Heliopolito hubiera sido lo más clásico y apropiado, al modo del Hispalito que Manolo Lorente hizo para el Sevilla F.C. Palmerín: como si al campo del Betis lo hubieran movido de sitio y no diera ya a Heliópolis, sino sólo a La Palmera por la fachada donde pone con letras así de gordas el nombre de su fingido salvador.

Palmerín parece mascota de las palmeras de huevo. O de las palmeras de chocolate. O del turismo a Canarias: palmero sube a la palma. De cualquier cosa, menos del centenario de un glorioso club cargado de historia, de literatura, de mitología, de poesía, de hazañas, de emociones, de personajazos, de anécdotas, que chorreaba estética propia hasta que llegó uno que se lo apropió y degradó.

La pelambrera de Palmerín más que de hojas de la muy sevillana Phoenix Dactylífera parece de plumas del casco del capitán de los armaos. Centuria que no se caracteriza precisamente por verderona, sino por palanganosa. ¿Qué van a ser los armaos sino sevillistas, si están a las órdenes de Pilatos, tan palangana que hasta la lleva en lo alto del paso? Palmerín me parece un armao vestido de bético, con ropa comprada en el apoquine de la tienda de la calle Castelar esquina a Gamazo. Hombre, si era por palmera, mejor que hubieran cogido directamente como mascota a Zaqueo, el que va subido en la palmera del paso de La Borriquita, y que ve desde allí la Entrada en Jerusalén como los que se subían a la azotea del Instituto de la Grasa para ver gratis los partidos en el Villamarín.

Han perdido una gran ocasión con la mascota. Ya que corren tiempos de cinturones apretados les habría salido tirada una mascota de reciclaje ecológico para el centenario. Se acuerdan de la mascota de la Expo, ¿no? ¿Se acuerdan que se llamaba Curro, no? Pues como Curro es bético hasta el fondo del tarro de las esencias, se coge al Curro de la Expo, se le da una manita de pintura a rayas verdes y blancas y, ea, pedazo de mascota: el Currobetis. Pero, claro, como el Currobetis existía antes de que llegara el Mayoritario, cómo lo iba a consentir...

En vista de lo cual, cogen a Palmerín del Villamarín y se largan al Olímpico. Al olímpico desprecio de la propia historia premanuelina.