Para
que digan que la Universidad de Sevilla está separada de
la sociedad por el Foso y por el botellón de la
gasolinera de la Avenida de la Raza, ahora «Las Razas»,
a saber: la raza equina, la raza porcina, la raza ovina,
etc. La Universidad ha organizado el II seminario «¿Otra
Sevilla metropolitana es posible?». Y la realidad da la
respuesta: se inauguran Metromar, en la nueva Milla de
Oro de Mairena del Aljarafe, entre Ciudad Expo y el
Polígono PISA (morena, pisa con garbo, que un pelotazo,
que un pelotazo voy a pegar). Metromar demuestra lo
descentrada que está Sevilla. La ciudad podía cantar
aquella letra, creo que de La Niña de los Peines (que
los flamencólogos gorrones de Guadalajara me corrijan),
que decía: «Fui piedra y perdí mi centro,/y me arrojaron
al mar». Al Metromar, vamos.
Sevilla fue piedra
angular, piedra gótica de la Catedral, piedra plateresca
de la Plaza, piedra barroca del Salvador, pero perdió su
centro. Lo pusieron patas arriba, lo peatonalizaron, lo
llenaron de zanjas, quitaron los transportes públicos,
no podían entrar los taxis. El centro dejó de estar en
La Campana o en la Plaza Nueva. El centro ahora está
quizá en Nervión (Plaza, naturalmente). El Cortinglés
más socorrido como megatienda de los desavíos no es ya
el que está en El Duque, donde dan de premio un cheque
regalo de 500 euros al que logre entrar con el coche. El
Cortinglés más a mano está en Nervión.
El centro de Sevilla, que
era único, esplendoroso, se ha fragmentado. Como una
bomba de racimo, cada parte ha caído en un sitio,
desperdigada: en Nervión, en Castilleja de Ikea (antes
de la Cuesta), en San Juan y el Polígono El Manchón, en
esto nuevo del Metromar de la Milla de Oro de Mairena.
Esa otra Sevilla metropolitana por la que se preguntaban
en la Universidad yo no sé si es posible: es inevitable,
que es peor. Aquí mucho PGOU para planificar Sevilla,
pero Sevilla depende de un área metropolitana sobre la
que no tiene ningún control. Los centros comerciales del
área metropolitana arruinan a los establecimientos de un
centro cortado y cercado, y la ciudad ha de dar
servicios a unos señores que vienen aquí a trabajar,
pero que viven en Dos Hermanas (Montequinto) o en los
municipios del Aljarafe y que allí pagan sus impuestos.
Sevilla será toda la
construcción de un sueño que quiera el alcalde, pero ese
sueño tiene por ciudad-dormitorio al Aljarafe. Y si
Sevilla no ha sido planificada para atender al Aljarafe,
tampoco el Aljarafe ha sido planificado para conectarse
con Sevilla. La autopista que inauguró Chaves para poner
más cerca La Rinconada y Brenes donde hace falta es
hacia Almensilla, hacia Mairena del Aljarafe, hacia
Bormujos. Va uno por la carretera de Bormujos a Mairena
y da pavor: da pavor pensar que todos aquellos olivares
serán recalificadas dentro de nada, ¡más madera para los
embotellamientos de venir a trabajar a Sevilla! Póngase
usted a las 2 de la tarde en Tablada, con el coche
mirando hacia San Juan. ¡Verá qué maravilla de
embotellamiento, que llega hasta donde está Canal Sur! Y
por las mañanas, ni te cuento. Hablan mucho del
crecimiento desaforado de la corrupta Marbella, pero
aquí hemos tenido siete mil Marbellas legalísimas e
incorruptas que sufrimos todos, los que viven en los
pueblos-dormitorio y los sevillanos que hemos de darles
servicios de día con nuestros impuestos.
¿Calidad de vida? Calle,
calle... En el seminario universitario citado, el
profesor de Urbanística y Ordenación del Territorio de
la ETS de Arquitectura, Jorge Benavides, aportó un dato
para perder el sueño que está construyendo el alcalde.
Calcula el profesor Benavides que hasta 28.000
residentes en el Aljarafe pasan un total de 35 días al
año en los embotellamientos para llegar a Sevilla en las
horas punta. Como 55 días en Pekín, pero 35 días en los
embotellamientos. ¿Usted sabe lo que es pasar mes y pico
del año dentro del coche? En Marbella meten a los
barandas en la cárcel por trincones. Aquí, hijo, serán
muy honrados, pero haber dejado crecer esta Sevilla
metropolitana tan inhabitable, embotellada e incómoda
como Madrid es de cárcel.