Decía Eugenio d´Órs que un cartel es un grito pegado a la pared. D´Ors no vio ningún cartel taurino de Sevilla. Si lo hubiese visto, hubiera corregido su tan citada frase: "Un cartel es el grito que se pega cuando se ve pegado a la pared el cuadro que acaban de presentar los maestrantes para anunciar la temporada taurina, vaya cuadro". Un grito o un Quejido. Así se llama el autor del cartel de este año: Quejido. Pintor con nombre de espectáculo de Salvador Távora. Pintor de los que Pepe Cobo conoce muchísimo, y Gonzalo de Madariaga y su Fundación MP, ni te cuento. Con el quejío de Quejido vamos ganando bastante. Este año no toca yogur con dos moscas, como sentenció sobre el cartel del año pasado un macareno del Sentencia. Hogaño hemos salido del híper y nos hemos metido en el quiosco. Este año es un cartel del tebeo. No un cartel inspirado en el cómic como se ha dicho, no: un cartel del tebeo, que es una cosa muy distinta.
Lo cual me entristece. La fiesta de los toros es algo muy serio como para expresarla con el lenguaje de los tebeos. La fiesta no es un juego de niños chicos, aunque de aquí salieran las gloriosas cuadrillas de Los Niños Sevillanos. Digo sobre el cartel del tebeo lo mismo que Pepe Luis Vázquez cuando le propusieron darle un almuerzo de homenaje en el mismísimo ruedo de la plaza de los toros.
--Miren ustedes --dijo el Sócrates de San Bernardo--, yo les agradezco mucho que quieran darme un almuerzo, pero el sitio no es el más adecuado. Ahí ha habido mucho triunfo, mucho fracaso y mucha sangre como para sentarse a almorzar.
Lo del tebeo, igual: en el abono puede haber mucho triunfo, mucho fracaso y mucha sangre como para que tenga un cartel del tebeo. Sí, ya sé, desde que se fue Curro Romero esto de los toros, salvo excepciones, está una mijita del tebeo, con Chicha, Machicha, Nolete y Agustín el del Carrete como cabezas del escalafón y con Los Divertículos como ganadería-estrella, el toro está una mijita del tebeo. Pero de ahí a tomarse la fiesta como un tebeo de Tintín media un mundo. El mundo clásico de la propia estética de los toros, que no sé por qué se empeñan en romper. Con estos carteles que sacan mis respetados maestrantes, lo que pegaba sería no que los toreros fueran con sus vestidos de luces, sino en chándal, que es más moderno y más cómodo. Y de zapatillas toreras, nada: Adidas, que es más estéticamente progresista.
Ay, cuánto complejo hay en esta ciudad nuestra, en muchos de cuyos ámbitos de poder e influencia parece que da vergüenza defender las tradiciones, la esencia misma de las cosas, lo que cada uno es y representa. Aquí hay mucho complejo de derecha, mucho complejo de carcundiez, mucho complejo de tradición, mucho complejo de rancidez, y nadie quiere aparentar ser lo que es, le da vergüenza, e intenta disimularlo con la muy rentable y políticamente correcta coartada de la modernidad. La Real Maestranza saca cada año un cartel en forma de coartada o una coartada en forma de cartel. Cuando por lo que hay que alabar al dignísimo Real Cuerpo, unánimemente, es por mantener todo lo que mantiene, con la preciosidad de la plaza a la cabeza de sus tesoros materiales e inmateriales, y no porque para hacerse perdonar por los progres encarguen el cartel al primer moderno que pase por la puerta con un yogur y dos moscas o este año un quejío de Quejido pegado a la pared, con un torero del tebeo tras un burladero que ni siquiera es de la plaza del Arenal.