BARAJAS
echaba literalmente humo. Angustia a pie de pista.
Pasajeros ateridos, con niños chicos, arracimados
en inhóspitos paisajes de puertas traseras y naves
de carga, la tramoya que solemos cruzar en las
lanzaderas. Caos perfectamente organizado, según
las habituales normas de actuación de la AENA de
Magdalena (Álvarez). Y nadie sabía nada. Y nadie
decía nada. Eso, a pie de pista. Fuera, menos.
Barajas en pie de guerra, echando humo, ardiendo
por los cuatro costados, y como siempre, nadie
habla. No Passssa Nada. Pese a su práctica en la
mendacidad, esta vez disimulaban peor el fracaso
de sus cencerros tapados para desmontar el Estado
de Derecho y entregar la cuchara ante las
pretensiones de los terroristas de la ETA. Proceso
famoso que había empezado cuando la Anunciación y
que terminaba tras la Natividad del Señor: nueve
meses desde los 9 milímetros Parabellum al Bel_n
con los pastores de ZP. ¿Había una consigna de
simular normalidad y de admitir en todo caso «un
accidente» en el Proceso? Quizá se nos rompió la
medalla del amor de ZP de tanto usarla: «Hoy
estamos mejor que hace un año, pero dentro de un
año estaremos mejor».
Rubalcaba salía a la
simulación de dar la cara 4 horas, 4 después de
cometido el atentado asesino por los de la
charlita con Pachi López en la mesa de diálogo.
Rubalcaba dejaba todas las preguntas sin
responder, y, nada de programación especial de
informativos: acto seguido en la Televisión
Pública Española salía un cocinero explicándonos
cómo se hace el sorbete casero de piña. Ya
Rubalcaba nos había explicado antes cómo se hace
el sorbete casero de una piña con las peticiones
de los terroristas, cuando ni la claudicación del
Estado de Derecho sirve para que la ETA deje de
poner horror, dolor, sangre y muerte sobre la
mesa.
Anunció Rubalcaba
que había un desaparecido. El más desaparecido de
todos, durante todo el día, era el presidente del
Gobierno. Que Barajas esté echando humo y
colapsado, que haya miles de personas atrapadas en
las pistas y en los aviones, que España desplace a
la soga del ahorcado Sadam en los informativos
mundiales no es razón para que ZP dé la cara sobre
la marcha. Se está mejor en Doñana con los
pastores del Coto. Nueve horas necesitó ZP para
comparecer. Una hora por cada mes del Proceso
roto.
¿Dónde estaban ayer
los del «queremos saber» de entonces? ¿Dónde los
que exigían que el Gobierno transmitiera en vivo y
en directo las investigaciones de la Policía
cuando el 11-M? ¿Por qué la información con
cuantagotas, con dos desaparecidos por lo menos
entre los escombros? ¿Por qué tanta frialdad al
hablar de los dos suramericanos inmigrantes, los
del tópico empujón a nuestra economía,
desaparecidos, como si fuesen una anécdota?
Rubalcaba esgrimía secretos policiales y sigilos
de la investigación y, como no No Passssa Nada,
los profesionales del «queremos saber», de Belinda.
Era de helarse la sonrisa recordar sus propias
palabras de aquellos entonces en estos ahoras:
«Los españoles no se merecen un Gobierno que les
mienta». La única verdad la dijo ZP en su tardía
comparecencia sobre la ruptura del diálogo, que no
del Proceso famoso: «Hoy estamos peor que ayer».
Toma, y que antier. Y que el l0-M, ni te cuento...
Y al final, pero no
lo último, la brillantísima ausencia de la máxima
responsable política de Barajas: Magdalena
Álvarez, ministra de Fomento... del Caos. Estando
Barajas como estaba, dio la cara aproximadamente
lo mismo que cuando las carreteras se le colapsan
por la nieve: cero cartón del nueve. Tenemos, no
obstante, que agradecer a ZP que condenara el
atentado y llamara «terroristas» y no «izquierda
abertzale» a los asesinos de la ETA. Cosa rara,
esta vez no tuvo la culpa el PP. O, contra el
libro de estilo de Magdalena la de AENA, tampoco
la tuvieron los viajeros de Barajas, que como son
de la cultura que son, no se les ocurre otra cosa
que viajar el 30 de diciembre. Menos mal que
Barajas, al contrario que las pistolas robadas,
los guardias rociados con gasolina, los cajeros y
autobuses quemados o los zulos, no es ninguna
anécdota. Antes de Barajas, ya hemos barajado
demasiado. Es hora de cortar. No sólo el diálogo,
sino la rendición de España ante una banda
asesina.