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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


La malajá

Iba a decir que me extraña que no se haya comentado como es debido una frase que ha dicho el alcalde, pero tal como están las cosas no debe sorprender que nada asombre. De todo da igual, carros que carretas, Plaza de los Carros que carretas del Rocío. ¿No ocurren los dos asesinatos etarras de Barajas y Sevilla apenas se conmueve? Con dos muertos debajo de los escombros, Sevilla (y España entera) no miraba a Barajas, miraba a la Puerta del Sol para las campanadas de las doce, doce. Estamos instalados en la cultura de la gamba blanca y del tanque de salmuera, al avío, que se va el tío. La capacidad de asombro, agotada. La conciencia ciudadana, dormida, pega unos ronquidos que se oyen en Pamplona. Por eso nadie ha reparado en la frase del alcalde sobre la malajá. Era sobre el robo de la carpa de la Copa Davis. Le preguntaron y dijo:
-No ha sido un robo, ha sido una malajá.
Ole. Más sevillano no se despacha. Más típico no lo hay. Por este lado me encanta lo de la malajá de la Copa Davis. En esto el alcalde no ha tenido malage alguno. Me encanta que el alcalde fije y dé esplendor a la clásica y tradicional habla sevillana, sin las cursilerías del lenguaje político. Los políticos siempre están dirigiéndose al famoso «ciudadano de a pie»...
-¿De qué va a ser el ciudadano, usted, si no es de a pie, si este alcalde lo está poniendo todo peatonal y no hay quien encuentre un taxi libre?
Los políticos mientan al «ciudadano de a pie» con un lenguaje que no tiene nada que ver con lo que se habla y cómo se habla en la calle. No se les cae de la boca el referente, el reto, la cohesión, la vertebración y el por aquí te quiero ver. Y cuando el famoso ciudadano de a pie los oye, dice:
- ¡Tequiyá!
El alcalde, con la malajá de la Copa Davis, se ha apuntado a esta Realísima Academia del Habla de la Calle Sevillana, en la que algunos estamos empeñados en darle un cierto prestigio literario, al llevarla a la palabra escrita. Asunto en el que, gracias a Dios, no estamos solos. Manuel Ramírez tiene un fino oído para llevar a sus artículos el habla de la calle. Francisco Robles está haciendo virguerías con la transcripción fonética de las expresiones populares. José Félix Machuca siempre nos trae el toque de la palabra llana y espontánea que suena en la calle. Y no quiero seguir poniendo nombres de compañeros de la escritura diaria para que no se me olvide injustamente ninguno.
Pero el acierto expresivo del alcalde tiene, ay, otra cara de la moneda. (Bueno, de La Moneda, del Coliseo, de la Delegación de Hacienda, de toda esa parte de por ahí). Si por la boca muere el pez, el alcalde, el pez más gordo de la política en Sevilla, ni te cuento. Ya que el alcalde ha dicho que es una malajá esa carpa perdida (que, al tiempo, acabará hallando Joaquín Moeckel, defensor del arquitecto municipal al que han querido largarle el mochuelo de Lolo Silva), yo le propondría a Don Zoido que hiciera desde la oposición el Censo Oficial de Malajás del Ayuntamiento. Las malajás del Ayuntamiento de Sevilla son tan innumerables como los mártires de Zaragoza. Aquí salimos a docena o docena y media de malajás por día. Empezando por la malajá de las facturas falsas, que ahora se ve clarísimo eso: que fue una malajá. O la malajá de que corten el centro a la circulación. O la malajá de la Avenida peatonal. O la malajá de empeñarse en un tranvía carísimo e inutilísimo. O la malajá de los postes de las catenarias, que dan ya pavor, tan negros y tan gordos, por La Pasarela y por la calle San Fernando. O la malajá de que el por saco del Carril Bici nos vaya a costar 18 millones de euros, según dicen, que no me lo creo. O la malajá de que con todo este vistoso catálogo de tonterías modernísimas el Ayuntamiento esté endeudado en 600 millones de euros.
Claro que, para malajás, la malajá del propio alcalde. Muchos sevillanos piensan que es, en sí mismo, la mayor malajá que tiene que soportar Sevilla. Claro que el domingo del Rocío tenemos la oportunidad de que por lo menos elijamos una malajá por conocer.
 
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