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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Fábula del Doctor Liendre

A los enfermos que no les dan con la tecla de su mal, nada les inquieta y preocupa más que el médico les cambie inesperadamente el tratamiento. Les hace pensar que hacen experimentos con ellos, que soplan flautas terapéuticas, a ver si suenan por casualidad. Eso más o menos le ha pasado a España con la ETA. Con una diferencia: el tratamiento que España le estaba aplicando a la ETA le iba divinamente. Era el que Roberto Alcázar y Pedrín llamaban jarabe de palo. Nada había más efectivo que el tradicional y clásico Jarabe de Palo, ora Forte, ora Retard, que prescribía un médico infalible, el Estado de Derecho, y que se dispensaba en cualquier juzgado o comisaría de guardia, con receta del seguro. Del seguro fin de la ETA.
Pero llegó un mediquito joven, recién salido del cascarón del MIR de las primarias de su partido, y dijo que la sabia eminencia que había recetado el Jarabe de Palo no sabía nada de Medicina. Que lo que necesitaba la enfermedad de toda malignidad que aquejaba a la nación era un cambio radical e inmediato de medicación. Que el Jarabe de Palo no conducía a nada, y que había que sustituirlo inmediatamente por un tratamiento de diálogo, en dosis de caballo. De caballo del Apocalipsis, naturalmente. Que la enfermedad sólo podía curarse mediante el Proceso de Salud.
Así se explica todo lo sucedido y ahí tienen las claves secretas del Debate del Paripé del lunes. Lo que está pasando con la ETA y con los paños calientes a la ETA es como si usted estuviera malísimo, con un calenturón, afectado por un virus letal, y llegara un mediquito que le dijera que lo que hay es que dialogar con el virus para que se avenga a razones, en vez de pegarle chutes de medicinas. Que hay que abrir inmediatamente un Proceso de Salud. Estoy oyendo a ese médico tarambana, que va de sanador milagroso, en la cabecera del enfermo gravísimo:
-Espere usted, buen hombre, no se preocupe, que esto que tiene es que a los virus no se les puede hacer la puñeta de la forma que el otro médico se la venía haciendo, inflándolos a jarabe de palo. A este virus que usted tiene hay que darle mucha charlita y mucha vitamina T: talante, tenacidad, temple. Y mucho diálogo. Si usted me autoriza a dialogar con este virus en cuanto deje de producirle el fiebrón que tiene ahora, verá cómo yo consigo curarle, mediante el Proceso de Salud. ¿Con qué medicina, dice usted? Ah, no, con ninguna medicina. Hay que olvidarse del Jarabe de Palo para siempre. La curación como se consigue bien es con el Proceso de Salud, con el diálogo, «hablando se entiende la gente». Hay que pactar con los virus, negociar con ellos. Diálogo para la Salud, no se olvide usted. Ya verá cómo logramos el fin de la enfermedad.
Y suelta el médico, ante la perplejidad del enfermo, iniciando el Proceso de Salud, al entablar negociaciones con el virus:
-¿Virus, estás ahí? Mira, virus, bonito, escúchame, sé bueno. No me hagas subir la fiebre de este enfermo, que voy a darte todo lo que tú quieres, pero con talante y con diálogo. Sí, ya sé, quieres destrozarle el hígado, encharcarle los pulmones y paralizarle la función renal. Tranquilo, que con tal de que no haya fiebre ni ningún síntoma escandaloso, con tal de que el enfermo ni me tosa, yo te voy a dar todo lo que reclamas, tus pulmones, tu hígado, tus riñones, todo lo que me pidas. Para eso, te prometo que desde hoy mismo queda suspendido el tratamiento de Jarabe de Palo que iba a acabar contigo. Nada, nada, todo sea por el Proceso de Salud. Lo que pide esta familia atribulada es la Salud, a cualquier precio. ¿De qué nos sirve tener hígado, riñones o pulmones si no tenemos la ansiada Salud?
El enfermo, claro, pese a tanta charlita, siguió enfermísimo. Se le presentó una complicación circulatoria en una pierna. Se la tuvieron que amputar. El médico no se inmutó. Dijo en su optimista persistencia en el error:
-La amputación de una pierna no es suficiente para que no continuemos en nuestro esfuerzo tenaz en el diálogo con el virus por el Proceso de Salud.
En ésas estamos. En manos de un Doctor Liendre que de nada sabe y de todo entiende.

 

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