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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Una perra en la vía del tranvía

VOLVAMOS al tranvía, del que el otro día nos bajamos en marcha, con el mote de catenaria que les han puesto a los cables de "¡Al cielo con Ella!" y con el nazareno descalzo del dedo gordo del pie metido en la vía, camino de las cocheras. Eso: ¿dónde están las cocheras del tranvía? Sabemos dónde están las del Metro, y dónde las antiguas cocheras de los tranvías. En la Puerta Osario, convertidas en refugios municipales tras la riada del Tamarguillo de 1961. Donde vivió de niño el mito bético Rafael Gordillo, quien en su vía crucis de vecindad por Sevilla refleja el éxodo de su generación. Gordillo llegó a Sevilla de niño, hijo de unos emigrantes, y pasó por el corral, por la riada, por la ruina inminente del patio de vecinos, por el desahucio, por el refugio provisional y por el piso sindical. Como más de 120.000 sevillanos, la familia de Gordillo pasó por el purgatorio de los refugios antes de que Gregorio Cabeza le diera un piso sindical en el Polígono de San Pablo. La estrella del Polígono tuvo que serlo antes del refugio provisional de la cochera de los tranvías.
El tranvía nos hace evocar aquella Sevilla. Que no será de Elia Kazan y de Marlon Brando. De «Un tranvía llamado deseo», nada. Salvo el alcalde, nadie lo desea. Será «Un tranvía llamado nostalgia». Y para Don Zoido, «Un tranvía llamado Monumento al Disparate». Ya que se están gastando tanto dinero, algo debían destinar a la reedición del libro «La Sevilla de los tranvías», de Emilio Jiménez Díaz, para que las nuevas generaciones supieran que en Sevilla hasta eso del Metrocentro está ya inventado. ¿Será por tranvías? Sevilla tuvo hasta tranvías de mulas. Y hay que ser muy mulo para creer que un trenecito turístico de 1.400 metros de recorrido es un medio de transporte, cual aquellos utilísimos tranvías que desaparecieron por lo mismo que ahora vuelven: como signo de modernidad y progreso.
Y para renovar la tradición, invito a los padres sevillanos a que lleven a sus hijos a que los abuelos les hablen del tranvía. Los sevillanos puretones son depositarios de la tradición y cultura populares del tranvía, que debemos rescatar y conservar. Pero que no se entere la Junta, que entonces va y crea, al flamencológico modo, la Agencia de Protección de la Cultura del Tranvía, y coloca allí por lo menos a doscientos paniaguados con el carné en la boca. Cuando circulen los tranvías, los abuelos deben enseñar a sus nietos a tirarse en marcha; a viajar en el estribo para ir al fútbol; a birlar al revisor cuando venga picando los billetes; y a los ya mayores y picardeados, a poner un rabo en la bulla de la plataforma. Debemos recuperar la tradición infantil de viajar en los topes. No había tranvía que no fuera hacia Triana o hacia el Cerro sin dos chiquillos reguinchados del tope. Y del trole, ni te cuento, qué maravilla. Hay que fomentar la gamberrada infantil de ir por detrás del tranvía sigilosamente y, ¡zas!, coger la maroma del trole, jalarla y sacar del cable la ruedecita que recibe la electricidad.
Para que los chavales se vayan entrenando en la cultura del tranvía, los abuelos deben ir desde ahora mismito enseñándolos a jugar con las monedas en las vías. ¿Quién será el primer niño sevillano que ponga una moneda en la vía, para que a su paso el primer tranvía se la deje laminada y calentita, calentita, calentita?
-La de perras gordas que ha tenido que poner usted de chiquillo en la vía del tranvía...
Fortunas enteras he puesto yo en la vía del tranvía, en la Avenida, delante de la sastrería del alfayate. Esas perras gordas laminadas por las ruedas eran, además, magníficas para que, haciéndoles un agujero con una puntilla y un martillo, sirvieran como tope final de la guita del trompo.
¿Laminará el tranvía las monedas de 20 o 50 céntimos de euro igual que dejaba de planchadas las nuestras de 5 o 10 céntimos de peseta, las perras chicas y las perras gordas? Y si se pone ahora una moneda de euro en la vía, ¿qué pasará?
-Ni se le ocurra, usted... Tal como están hechas y puestas las vías de malamente, con las prisas de las elecciones, si un chiquillo pone un euro para que se lo planche el tranvía, seguro que descarrila

 

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