Siempre
es un gozo escuchar un discurso o leer un texto
del magistral profesor don Manuel Olivencia.
Aunque sea sobre el pagaré, que es lo suyo del
Derecho Mercantil, rama de la ciencia jurídica que
tiene nombre de círculo con caseta en la Feria: el
Derecho Mercantil, el Derecho Labradores, el
Derecho Aero, e incluso el Derecho Peña Trianera,
pues con razón allí, en Casa Cuesta, demostraba su
arte con los fogones del bacalati con tomati el
ilustre jurista don Ignacio María de Lojendio e
Irure. Fui a oír al rondeño caballero maestrante
al Hotel Alfonso XIII, donde su bufete Olivencia-Ballester
celebraba su boda por lo civil, por lo mercantil,
por lo penal y por lo administrativo con otro
prestigioso despacho de abogados, con la firma
Cuatrecasas, de la que a partir de ahora será
pareja de hecho en todas las especializaciones del
Derecho.
Comprobé que Don
Manuel se ha echado de socio a un abogado como de
telefilm americano, al afamado y respetado don
Emilio Cuatrecasas, que también habló, como los
catedráticos el primer día de clase, sobre la
importancia de la asignatura. Mantiene Cuatrecasas
que el Estado de Derecho no es posible sin
abogados, que la sociedad no avanza sin letrados.
Todo esto lo dijo Cuatrecasas con muchísimas
tablas de estrados. Y con golpes de efecto a la
americana. Yo me esperaba que de un momento a otro
sacara una factura para demostrar que el que mató
a la vieja de la silla de ruedas fue el del
butano. Tan de telefilm de Perry Mason iba la
americanada. Pero no, era de ellos con ellos: de
abogados sobre abogados. Estadística en mano,
Cuatrecasas demostró cómo España ha progresado
desde 1975 gracias a la multiplicación de los
panes y los peces (Barba) de los abogados. Como en
Estados Unidos, donde hay millón y medio de
abogados. Yo, que admiraba muchísimo a los Estados
Unidos, los venero tras oír a Cuatrecasas. Una
nación que es capaz de resistir a millón y medio
de abogados sueltos por ahí es sin duda poderosa y
prodigiosa. Si a un abogado solo no hay quien lo
aguante, imagínense millón y medio. Y dijo
Cuatrecasas que, por el contrario, en China, a
pesar de que tiene un crecimiento económico del
10% anual, con lo grande que es China, con la
pechá de chinos que hay en China, que llena de
chinos las tiendas de los veinte duros, los
restaurantes de los rollitos primavera, los
veladores de las chinas vendiendo rosas y discos,
y hasta la chirigota del Selu... Con lo grande que
es China, dijo, solamente hay allí 125.000
abogados.
-¡Por eso
precisamente tiene un crecimiento del 10%!
Choque usted esos
cinco. En el momento en que los chinos comiencen a
mandar chinitos a las Universidades privadas para
que estudien Derecho con
una rebujina de Económicas, y empiecen a salir
abogados, y lleguen al millón y medio, como en
Estados Unidos, ¡al cara..cter el crecimiento
chino! Todo se les irá en pagar minutas de
abogados.
Antes que
Cuatrecasas, el maestro Olivencia expuso su
ponencia sobre «Profesores y abogados». En la que
hizo un certero exordio no sobre la cantidad de
abogados que hay, incluida la cola del INEM, sino
sobre la conjunción «y». Antes de referirla a
profesores «y» abogados, la aplicó a Sevilla. Dijo
que Sevilla es la ciudad maniquea que hace
disyuntiva o adversativa la conjunción copulativa
«y». La conjunción que en otras partes une, en la
dual Sevilla enfrenta y separa. Béticos «y»
sevillistas son béticos «frente a» sevillistas.
Gallistas «y» belmontistas son partidarios de José
«frente a» partidarios de Juan. Y así
sucesivamente todos los dobletes de los duales
barrocos en la ciudad maniquea, que te obliga a
tomar partido por uno de los dos hemisferios, en
los que no se admite la yuxtaposición ni la doble
militancia. Oyendo a Olivencia pensé en Machado.
En el único Machado en que se puede pensar oyendo
a Olivencia: en Machado el bueno. Que es, por
supuesto, Manuel Machado. En su conocidísimo
«Canto a Andalucía», quizá Machado se esnortó al
colocar la «y» delante de Sevilla, en su genial
media verónica de remate. Puso: «Huelva. a la
orilla/de las tres carabelas./Y Sevilla». Mejor
debería haber puesto: «Sevilla y...» Sevilla y
Triana, Sevilla y Betis, y sigan ustedes poniendo
conjunciones copulativas con función adversativa o
disyuntiva en la ciudad maniquea, antes que yo le
mande a Cuatrecasas «y» Olivencia el pavo que
suelo a Don Manuel, por haberme dado hecho otra
vez un artículo.