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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Partitura para Pepín Tristán

PÓNGASE una trasera de palio, ¡arriando esos zancos por parejo!, repite el eco de la voz del capataz en el terno negro del contraguía.
Pónganse las interrogaciones de plata de dos candelabros de cola.
Póngase un manto con una Grecia hecha de hojas de acanto salidas de las agujas un taller juanmanuelino.
Póngase la vela de un preste con capa pluvial.
Póngase una escalera.
Póngase la caña de un apagavelas, con su reliado pabilo humeante y cerúleo.
Póngase un cántaro de agua y un jarrillo de lata.
Póngase, asomando por un zanco de la trasera, levantado el faldón, una camiseta sudorosa, la mano de un patero.
Póngase, con un peón de refresco, un costal de arpillera y lona enrollado sobre la morcilla, bajo un brazo tatuado por el muelle de embarcados y vapores.
Póngase una pareja de la Guardia Civil con armas a la funerala, porque está el Señor muerto.
Póngase un olor a flores que se van.
Póngase un tintineo de bambalinas que se aleja.
Póngase un frío de pies descalzos que vienen, con nazarenos que no traen macho en el antifaz y que con una cruz al hombro cargan, hermanos de luz de la promesa de penitencia.
Póngase una noche.
Póngase un muro de cal.
Póngase una ventana.
Póngase un balcón con geranios.
Póngase un cielo, al arbitrio del poeta, azul Carretería, azul Hiniesta, azul Montserrat, azul Baratillo, azul Estrella.
Póngase una luna.
Póngase Sevilla.
Una vez puesto todo cuanto se indica, sola vendrá una banda de palio, con cornetas y tambores, pocos, los justos, por delante, que el paseíllo parece que haciendo viene, de acostumbrada que está a los otros silencios: los silencios de la plaza de los toros junto al Silencio de Dios en las plazas, plazoletas, calles y esquinas de la ciudad.
Que en Sevilla se puede oír el silencio.
Sevilla es el único lugar del mundo donde puede oírse toda la escala musical del silencio: doremí de un silencio de ruán en las cofradías; fasolasol de un silencio de muletas planchadas en el Arenal, que hasta los vencejos que le quitaron las espinas al Señor bajan a escucharlo.
Que sola, tras los penitentes, tras el aguaor del cántaro, tras la escalera, tras la caña, tras los servidores de la hermandad con traje negro, medalla al pecho y brazalete, vendrá la banda.
Quiero decir que vendrán las estrellas y las aguas, las amarguras y las penas, las soledades que nos dan la mano con el pañuelo de encajes de una Virgen.
Y pasarán macarenas, pasarán los campanilleros, pasará, ay, el tiempo que, como la tarde y como el Hijo de la Piedad del Baratillo, ha muerto en nuestros brazos.
Es una banda que suena a Sevilla.
Es una banda que es Sevilla.
Es una banda que viene desde aquel silencio de la tarde en los barrios a este Silencio de la noche en el centro.
Es una banda que pasará luego de la cera al albero, de la columna en llamas del escudo de las capas de merino a la columna en silencio de un mármol alto de la Grada 9 del Arenal.
Por cómo sonando viene de nuestra, de siempre, ya sabréis que es la Banda de Tejera.
Por cómo va andando ese palio con ella, sabréis ya que es la Banda de Tejera.
Os lo dirá la partitura que Sevilla le escribió para poder encontrarla en la trasera de un paso de Virgen.
Y lo que esa partitura no dice en su pentagrama, y yo lo proclamo, es que el alma de esa Sevilla que suena, de esa banda de albero en sombra y de cera ardiente, que el corazón con marcha y pasodoble de Sevilla se llama y se seguirá llamando Pepín Tristán. ¡Música, maestro! Música de Sevilla, música de vencejos y de espadañas para usted, y por muchos años, maestro Pepín Tristán!

 

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