Tan abierta es Sevilla, que cuando la Universidad Hispalense de toda la vida se quedó chica y hubo que crear una segunda, le pusieron el nombre de otro forastero: el limeño Pablo de Olavide. Que fue asistente de Sevilla. O sea, alcalde. Como Monteseirín, pero sin tirar el dinero en el tranvía inútil. Entonces las asociaciones de vecinos, en vez de liarse entre sí a ciriazos con las velitas del alcalde, que si sólo cumple años, que no, que cumplas muchos más, japiberdi tú yú, Alfredo... En el siglo XVIII, decía, las asociaciones de vecinos, en vez de liarse a ciriazos con planas de publi, le pidieron a Carlos III si no le importaba importar de Lima un buen alcalde. Como ahora el Betis y el Sevilla fichan extranjeros, entonces la ciudad fichaba peruanos. Olavide fue el primer inmigrante peruano que vino a trabajar a Sevilla. Lo que ocurre es que en vez de colocarse de camarero, lo pusieron de alcalde.
-- Pues no estaría de más que siguiéramos con esa sana costumbre. En vez de elegir como alcalde a tíos que luego pegan el petardo, importarlos. Los alcaldes de importación salen muy buenos...
No le fue mal a Sevilla con aquella importación. Olavide modernizó la ciudad. Esta gaita de la modernización de Don Alfredo es una mala copia de Olavide con carril bici, y ya saben ustedes lo que le pasa al que la copia. Olavide era medio masoncete, y chocó con la Sevilla de las cofradías, que es la Iglesia con la que Sancho se topa aquí. Pero no por eso dejó de traer las ideas de la Ilustración. Aquello sí que fue la Sevilla de las Luces, y no la opa de Endesa. Y Olavide, además, inauguró la tradición de que cuando hay que hacer algo importante en Sevilla se trae a un tío de fuera. Pero de fuera de verdad, no a uno de La Rinconada que pega el petardo y acaba con el cuadro. El peruano Olavide fue el Comisario de la, digamos, Exposición del 18, como el cordobés Cruz Conde de la del 29 y el montañés Pellón de la del 92.
Pero sobre todo Olavide era lo que hoy entendemos por un progre. Por eso sacaron de pila la Universidad nueva con su nombre. En los clásicos pendulazos de los tronchos de Sevilla. La Olavide se puso en lo que fue Universidad Laboral del franquismo, que fundó el falangista Girón de Velasco, el de la revolución pendiente. Buen símbolo del cambio democrático: una Universidad que pasa de Girón a Olavide.
Cuando a la Olavide le tenían que haber puesto el nombre que ahora, haciendo justicia a la Historia, han tomado dos instituciones tan solventes como la Compañía de Jesús y la Fundación San Pablo-CEU: Universidad Fernando III, ¡toma ya! Ni Olavide ni cuento progre: el que verdaderamente modernizó a Sevilla fue Fernando III. Tanto, que nos sacó de África y nos metió en Europa, ¿les parece poco? Si no llega a ser por San Fernando, nunca habríamos importado a Olavide como alcalde, pues hubiéramos seguido con la babucha, la chilaba, el jámala, jámala y la mugre de los moros. La progresía no le perdona a San Fernando que echara a los moros y nos integrara en la cultura europea. Por eso hasta le quieren quitar carácter festivo a su día del 30 de mayo, cuando murió en el Alcázar, conquistado por la tierra de la que había sido no conquistador, sino liberador, que es muy distinto. M;enos mal que en Bormujos le van a dar a San Fernando un desagravio en forma de Universidad. ¡Anda que no es sevillano ni ná eso del desagravio!