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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


De Corea al Virgen del Rocío

Su padre, Manuel Bermudo Barrera, había creado la desaparecida Feria del Prado tal como llegó a sus finales, hasta el traslado a Los Remedios. Teniente de alcalde delegado de Ferias y Festejos, ordenó los espacios del Prado de San Sebastián y fue el impulsor de la Feria del Centenario. Las fiestas de la Sevilla del 40 y del 50 no se entienden sin Bermudo Barrera. Como tampoco se comprende sin su esfuerzo, junto a Luis Ortiz Muñoz, el engrandecimiento de la Hermandad de la Amargura de la coronación. Y si el padre creó todo eso, de lo que apenas queda ya memoria, el hijo, Juan Bermudo de la Rosa, también hizo lo suyo por Sevilla, y bien imperecedero. Aunque la memoria, ay, de esta ciudad desagradecida sea otro cantar. A restañar las heridas del tiempo en esa memoria va dedicado este artículo, en la muerte del querido doctor don Juan Bermudo de la Rosa. Un sevillano sevillanísimo, de clavel en la solapa por Feria y de capirote de nazareno en Semana Santa. De la Plaza de la Alianza. Descendiente de aquel Simón de la Rosa que hizo el monumental libro sobre los seises.
El doctor Bermudo aprendió en Cádiz su entonces raro oficio de director de centros hospitalarios. Su escuela fue el Zamacola, vulgo Residencia. Un Cádiz con Carranza de alcalde, aún sin puente sobre la bahía, con Fiestas Típicas por mayo, con Pepiño en El Anteojo y con la gracia de siempre. Juan Bermudo supo en Cádiz que dirigir un hospital es hacer de médico, de funcionario, de director de hotel, de gerente de empresa, de relaciones públicas y hasta de fraile mendicante con los barandas, entonces los jerarcas del Instituto Nacional de Previsión. Para triunfar como triunfó, Bermudo tenía a su favor dos grandes resortes: la gracia de Cádiz y los manteles de Pepiño en El Anteojo. Cuando hacía falta que Madrid se gastara unos millones para poner de dulce la Residencia, Bermudo cogía, se traía en el exprés al jerarca de turno, se lo llevaba a El Anteojo, lo ponía morado y oro, y, a los postres, Pepiño llamaba a Paco Alba para que su comparsa le cantara unas cositas a aquel tío que tenía que soltar la tela para la convidá sanitaria de los gaditanos.
Juan Bermudo cortó orejas hospitalarias en aquel Cádiz que todavía tenía plaza de toros, y con esa estela de éxito vino trasladado a Sevilla, a la Sevilla de sus padres, como director de lo que todavía era Corea para unos y El Morato para otros: la Residencia del Seguro en Manuel Siurot. Donde hizo Juan Bermudo una labor mucho más importante que en Cádiz. Cambió los manteles de Pepiño por su caseta familiar en la Feria y la gracia de la comparsa por unas entraditas de toros a tiempo, pero siguió trajinándose a medio Madrid ministerial para sacar todo lo que Sevilla necesitaba hospitalariamente. Que era ni más ni menos que su sueño: la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío. Todo lo que existe allí ahora, desde Manuel Siurot a la vía del tren, lo creó Juan Bermudo. El sevillanísimo Juan Bermudo se encontró sólo la Residencia García Morato y le dejó hecho al SAS el conjunto que ahora llaman Hospital Universitario. Fui testigo como redactor raso de este ABC de muchas de sus ilusionadas inauguraciones: el Centro Regional de Rehabilitación y Traumatología, con la colaboración de don Pedro Albert; el Centro de Quemados, con el doctor Lazo Zbikowsky; el Hospital Maternal, con el doctor Bedoya, innovador de la Clínica de la Esperanza de las Cinco Llagas; y el Hospital Infantil, con el doctor González Meneses. ¿Hay quien dé más? Pues sí: la Escuela de Enfermeras, que entonces tenía que cazarlas Bermudo a lazo, porque no había en Sevilla; y la Hermandad de Donantes de Sangre; y la racionalización de la jerarquización de los servicios y la introducción de los MIR...
Sí, ya sé: el SAS ha ampliado, modernizado, potenciado, reformado todo aquello, hasta el actual Hospital que dirige Joseba Barroeta. Pero el que hizo realidad aquel sueño de Ciudad Sanitaria fue nuestro querido Juan Bermudo, a quien Sevilla le pagó con su moneda de oro: nada, cero cartón del nueve, si te vi no me acuerdo. Como una calle del Prado de San Sebastián recuerda a su padre, aquel Manuel Bermudo Barrera que engrandeció la Feria, una calle cercana a su vieja Ciudad Sanitaria debería llevar para siempre el nombre de este nuestro querido, muy sevillano, muy gaditano doctor don Juan Bermudo de la Rosa.

 

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