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El Recuadro   

 El fútbol será sin goles

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Endecasílabos carreteros del XIX

ES luz de cuadro de Barrón que vuelve
cada Viernes contigo al viejo barrio.
El mismo nombre de su Luz pregona
tu Virgen de la Antigua en este paso,
que es como un galeón que va a La Habana,
(por eso cruza cuando cae la noche
delante de la Casa La Moneda,
la Sevilla a que Cuba puso nombres
de toda la grandeza que perdimos,)
Eres niño de nuevo y ahora aprendes
cuatro reglas de tiza y pizarrines,
a sumar aritméticas solemnes:
diez son los seises, cuatro las esquinas
de Jesús en su cuna por las Pascuas,
y Tres Necesidades de esta Virgen:
escaleras y sábana y sepulcro.
Al Señor en su Cruz dos escaleras
ya le presta la voz de los tambores;
el sepulcro lo pone el cielo triste
de esta tarde de oficio de tinieblas;
y la sábana llega en las esquinas,
de la cal que amortaja al Cristo muerto,
Señor de la Salud por Toneleros,
resucitando cada primavera,
invicto de la muerte por su barrio,
geranio que en abril vuelve a la vida.
Llegan los nazarenos por Pavía,
por Rodo, por Malhara y Adriano,
por las calles del barrio, tan desiertas.
Va a salir la hermandad dentro de un rato,
túnica azul y cruz de Santiago.
Los nazarenos por la estrecha puerta.
agachan la cabeza, repitiendo
como el eco de antiguas cortesías:
Viernes Santo lejano de unos palcos
de Alfonso Trece con Victoria Eugenia,
inclinándose azules capirotes
para pedir la venia a un Rey de España,
almirante de rosas en el Parque,
y a una Reina de peina y de mantilla.
En la Acera del Negro la cuadrilla.
recuerdos de almacén de los Contreras,
de aquel manto que ardió, de aquel dibujo:
García Ramos pintando a las Antúnez,
preste de misa y olla tras el paso,
monaguillos de mueca y picardía.
La hermandad tan romántica te evoca
Viejo barrio de muelles y fragatas,
faluchos, bergantines y goletas,
tinglados y vapores de Sanlúcar
y de barcos que llevan a Inglaterra
aceitunas, naranjas de Sevilla,
la mermelada amarga de Lord Wellington,
y donde los correos antillanos
desembarcan sus cantes de ida y vuelta
mientras de Oriente, Compañía de Indias,
el mismo Mister Pickmann en persona
trae pintores de loza cartujana.
Recuerdos de Juan Castro, de Montoto,
de Adolfo Cuéllar con su manigueta.
Aquí está la Sevilla más antigua:
flor de lis, Montpensier, la Corte Chica,
la Infanta Luisa, las Delicias Viejas,
que es San Telmo el Versalles que protege
a esta humilde capilla carretera,
donde la Virgen reina en Soledades.
No está hoy sola la Virgen en su palio,
que es Menor el Dolor si la acompaña
en sus tramos la Historia de Sevilla:
con su cirio va el siglo Diecinueve.
En la tanda más alta las marías
lloran rimas de Bécquer hechas cera.
Las saetas recuerdan madrigales
que acaba de escribir Antonia Díaz.
Y en la calle La Mar ya se incorpora
el alcalde García de Vinuesa
secándose las lágrimas de rabia
en la piedra llorosa de este mármol
de la freiduría centenaria.
Ni Cuba se perdió ni Puerto Rico,
cuando en la tarde antigua de este Viernes
Castelar en la calle de su nombre
proclama: «Grande es Dios porque le llaman
Cristo de la Salud los carreteros».

 

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