IBA
a decir que el teatrillo de los titirimundis a lo
divino de la parroquia de Entrevías es como lo de
Garabandal, pero sin Pitita Ridruejo. Pero corrijo
la dirección de tiro, tras comprobar los
irrefrenables deseos que tienen los conjurados de
la rosquilla de presentarse como la única Iglesia
verdadera, ya que parecen dispuestos a excomulgar
al Papa y a quitarle a Rouco el carné por puntos
para conducir arzobispados. Más que Garabandal,
aquello va de Palmar de Troya. Es un Palmar de
Troya progre. ¿Qué tenía el difunto y apócrifo
papa Clemente que no atesore el cura rojo Enrique
de Castro? Enrique de Castro es el Clemente del
Palmar de Entrevías. Aunque en el verdadero y
esperpéntico Palmar de Troya por lo menos tenían
un respeto por las cosas de Dios y de su Iglesia
que en Vallecas brilla por su ausencia, ya que
todo es mofa y escarnio de los símbolos más
sagrados. Como los sayones que coronaron de
espinas al Señor, pero con rosquillas y con
mendrugos de pan. Y me imagino que la consagración
de la Sangre de Cristo la harán con Don Simón de
tetrabrick, que es más progre, como ustedes bien
saben el Don Simón y el Bimbo es lo más evangélico
que se despacha en especies eucarísticas.
Cuando apareció el
valleinclanesco fenómeno del Palmar de Troya, con
aquel obispo vietnamita que puso una cadena de
montaje para la ordenación de sacerdotes, al
instante fue tomado del único modo que se debía: a
chufla. Carlos Cano cogió su guitarra y se puso a
cantar: «Clemente, no te quedes con la gente». En
El Palmar también se limpiaban en las cortinas de
la liturgia y de los usos y costumbres de la
Iglesia. Los curas palmarianos decían la misa en
latín, se revestían con casullas de guitarra y con
sotana y manteo, por el plan antiguo; exigían el
velo a las mujeres, las separaban de los hombres
en el interior del templo, ninguna hembra podía
entrar con escote ni mangas cortas. No pararon
hasta que proclamaron papa a Clemente y lo
pasearon por allí en silla gestatoria. Al Papa de
Roma lo ponían como no quieran dueñas, y al
ordinario del lugar, ni te cuento.
Mutatis mutandis,
pasando a la extrema izquierda lo que allí estaba
a la extrema derecha de Dios, todo era más o menos
en El Palmar de Troya lo mismo que en El Palmar de
Entrevías. ¿No es lo mismo acaso volver al latín
que tomar las cancioncillas de Mercedes Sosa o de
Ana Belén como cantos gregorianos? No, es peor: es
mayor burla de la religión. ¿No es lo mismo acaso
decir la misa de espaldas al pueblo que consagrar
rosquillas y mendrugos como el Cuerpo de Cristo?
No, es peor: es mayor escarnio del respeto debido
a las especies sacramentales. ¿No es lo mismo
acaso usar la arcaica silla gestatoria, o la
tiara, que decir misa con una chupa por casulla y
unos vaqueros por alba? No, es peor: es una
parodia cruel en el desprecio a los sagrados
ornamentos.
Aquello era el
Palmar de Troya y esto es el Palmar de la Tramoya
de la progresía laicista que quiere acabar con la
Iglesia. Progresía que, más papista que el Papa,
condenaba todo lo referente al Palmar y a Clemente
Domínguez, y que ahora, por el contrario, se
convierte en itinerante beaterío que llena el
beaterío rojo de Entrevías. En El Palmar se obraba
el milagro de que veían a la Virgen y en Entrevías
se obra el milagro de que ven comulgar a un
caballero cristiano, ejemplo del catolicismo
patrio, faro refulgente de la moral y las buenas
costumbres como El Gran Wyoming. Los palmarianos
rezaban por la conversión de Rusia y los
vallecanos, sin orar ni un misterio del rosario,
han conseguido algo más difícil: la conversión de
El Gran Wyoming. Al Palmar llegaban autobuses
llenos de beatas irlandesas y americanas. A
Entrevías acude el equipo médico habitual del «No
a la guerra». Lo que me extraña es que aún no
hayan aportado ni Pilar Bardem ni Suso del Toro,
con lo devotos que son. Vamos, que son de comunión
diaria. Con mendrugo de pan, naturalmente.
No, miren ustedes:
en el otro Palmar se respetaba mucho más la fe
cristiana porque tenían lo que en Vallecas se ha
perdido: el santo temor de Dios. En El Palmar
canonizaron a Franco. Estos de un día a otro harán
santo a Fidel, el colombroño correligionario de
Enrique de Castro. Y excomulgarán a Rouco, claro.