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El Recuadro   

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ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


El carné de Marichu

SABÍA que Marichu era vasca. Más concretamente vasco-andaluza, como la cocina del Achuri de Cádiz o como los barcos de la casa Ybarra que en su chimenea llevaban como escudo la V de Vasconia entrelazada con la A de Andalucía, que campeaba por los siete mares en los transatlánticos con nombres de cabos, el «Cabo San Roque» o el «Cabo San Vicente». Marichu se casó con un caballero sevillano y, sin renunciar a sus raíces vascas, adoptó como propia esta tierra meridional. Y si bien sabía que Marichu era vasca, por el amor con el que siempre me habla de todos los asuntos de aquella española tierra, desconocía en qué ciudad había nacido. Ahora he sabido que es de San Sebastián. Como demuestra su hermoso acento easonense, que no ha perdido. Es de la españolísima San Sebastián. De la ciudad cuya belleza he evocado en artículos de Alfonso Ussía, en prosas de Agustín de Foxá, en los familiares recuerdos españoles de tantos veraneos de yolas, traineras y Semana Grande. Marichu es de la ciudad que he podido gozar en el encanto de su barandilla de la playa de La Concha, que tengo puesta en mi antología de mares urbanos españoles con los mismos honores que mi Caleta gaditana.
Pero a Marichu, ay, no la dejan que sea oficialmente de la ciudad donde nació. De esa San Sebastián españolísima que tantos recordamos y amamos en su hermosura. Marichu me ha contado atribulada su historia, y la acompaño en el sentimiento. En el sentimiento español por la hispana San Sebastián. Por la latina Easo.
Marichu fue el otro día a hacer un mandado en Madrid. Y gracias a nuestra generosa y tradicional hospitalidad con los inmigrantes de las bandas de delincuentes internacionales, le robaron el bolso. Ya se imaginan la complicación: el miedo por las llaves de la casa perdidas, la inquietud por los cargos a las tarjetas de crédito, los documentos personales que hay que volver a sacar. Lo de menos en estos casos es el dinero. Y en su calvario de anulación de tarjetas y de petición de documentos robados, fue Marichu a la comisaría de Policía de su barrio para sacarse la copia del carné de identidad que se habían llevado con el bolso. Ese DNI como una tarjeta de crédito que ahora expiden, donde, por cierto, parece que les da vergüenza poner la bandera y el escudo de España, como antes tenía. Rellenó Marichu el impreso, y cuál no sería su sorpresa cuando el funcionario le dijo que estaba mal:
-¿Cómo mal?
-Sí, señora: que ha puesto usted «Nació en San Sebastián» y eso ya no se puede poner. Hay que poner «Donosti».
-Pero si yo no he nacido en Donosti, ¡si yo nací en San Sebastián de toda la vida!
-Pues ésas son las órdenes, señora: los nombres de las ciudades hay que ponerlos en las distintas lenguas, tiene que ser Lleida, A Coruña, Girona y Donosti.
-Ah, no - dijo resuelta Marichu-, eso no puede ser. ¿Cómo no voy a llevar el nombre de mi San Sebastián en el carné? ¡Pero si yo estoy sacando el carné aquí en Sevilla, y aquí en Sevilla, San Sebastián es San Sebastián y no Donosti!
No hubo forma. Marichu piensa incluso interponer recurso. Yo lo plantearía no ante el Ministerio del Interior, sino ante la Real Academia Española, como en tiempo y forma es este artículo, que envío respetuosamente a don Víctor García de la Concha, denunciando el maltrato a los topónimos y gentilicios castellanos en nuestra nación, fuera de los territorios de las otras lenguas peninsulares. Porque Marichu no es de Donosti: es de San Sebastián, oé. Y no es donostiarra, es easonense, oé. Estamos en una España tan avergonzada de serlo, que yo hasta ahora conocía a señoras que se quitaban años en el carné de identidad, pero Marichu es la primera amiga que conozco a la que, contra su voluntad, le han quitado su propia patria en el DNI. Porque Donosti será todo lo vascuence que quieran, pero es lo que me dice Marichu:
-Chico, es que aquí en Sevilla, lo de Donosti suena a nombre de comando desarticulado de la ETA, no a la ciudad donde yo nací, que es el San Sebastián de toda la vida...
Preciosa ciudad, Marichu, preciosa ciudad, que tantos españoles consideramos tan nuestra...

 

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