No es que yo sea más flojo que un bendo. No es que use el piquito de la muleta para aliviarme. No es que cuando no tenga ganas de escribir le ordene al ordenador: "¡Marchando una de Tuiteando!". No. Nada de eso. Es que los lectores me dan el trabajo hecho con esto que cuando la Expo llamaban "las autopistas de la información" y ahora son los trillados caminos de las técnicas de comunicación a nuestro servicio. Si yo fuera un pedante, diría que El Recuadro es interactivo, como el Féisbu o el Tuíter, pero en papel, donde los lectores son tan generosos que me dan el trabajo hecho. Ayer, sin ir más lejos, me lo daba el doctor Tello con su propuesta de las eses. Y hoy, los calentitos. No, no es un churro. El artículo de hoy me lo dan hecho los calentitos del Bar Esperanza de la calle San Jacinto que elogiaba el otro día como baluarte del habla sevillana, donde a los calentitos les siguen llamando calentitos y en la pizarra que los anuncia en la calle pone calentitos, y no el churro habitual en esta Sevilla que han convertido en un churro de ciudad.
Citaba yo allí en la estricta observancia del calentito de papa y el calentito de rueda a mi calentera de cabecera, Angela Martínez Goiguru, la del Postigo, la sobrina de la inolvidable Juana, pero hay más hispalenses defensores de los calentitos con tal nombre y hasta con rótulo de "Calentería", como me aseguran que existe en la Puerta de la Carne. Luis Miguel Martín Rubio, que se escribe así y se pronuncia Luismi, me hizo la otra noche en Casablanquilla, en la agradable cena que daban Macarena García Otero y Pepe Gandía, la defensa del calentero de su Alfalfa de su alma. Calentero ilustrísimo, no churrero en este churro de Sevilla, que también me defiende otro ilustre vecino del barrio, el fotógrafo Carlos Ortega, como exégeta de la voz popular. Según me dice Carlos Ortega, el calentero de la Alfalfa es la otra cara de la moneda del tío de los churros del Picatoste de la calle San Eloy: "Pídele churros a Antonio, de la Calentería de la Alfalfa, y verás como te corrige y te dice calentitos".
Y don Emilio J. Díaz hace la laudatio de otro calentero desfacedor de churros. Nos dice: "En la cafetería El Pilar de la avenida de la Cruz del Campo, casi en la Gran Plaza, al lado del Opencor, sólo ofrecen calentitos, y de eso se ocupa Paco, su dueño, y además están exquisitos." Y en Triana, en la calle Leiria, existe con tal nombre desde 1971 la Calentería de Velarde Borromeo, que nos señala don Ignacio Eguía Padilla, y que por su importancia histórica, hasta con emperador de Roma incluido, merece próximo artículo monográfico aparte.
Una maravilla. Hombre, ya que nos han destruido la Puerta Jerez, ya que han destrozado el centro, ya que han plantado las Setas y la Torre Pelli va para arriba que escarba sin que Zoido tenga los co...ncejales de pararla, quedémonos al menos con la riqueza del habla sevillana, cuyos cielos también estamos a punto de perder, como se ha visto en el caso de los calentitos, amadrileñados en churros. Hombre, si por lo menos fueran jeringos o tejeringos, como en tantos pueblos, ¿pero churros? Ya que Sevilla no tiene salvación, salvemos al menos su habla. El otro día, una noticia municipal decía: "Urbanismo adelanta la instalación de toldos en el centro". Leopoldo Zoido, hijo, no me eches el toldo, picha mía. Aquí en Sevilla, en las calles del centro, Currito le ha dado toda la vida de Dios al botoncito de las velas. Lo que el Ayuntamiento pone en las calles del centro han sido, son y deben seguir siempre siendo velas, no toldos: Leopoldo, que no te enteras. Velas en la Sevilla marinera. Y ahora, con más razón todavía: el Ayuntamiento está a dos velas, no a dos toldos.