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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3093 - 15 de noviembre del 2003                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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Como venturosamente y con excepcional aceptación popular se ha hecho bingo con la línea de sucesión al Trono, todos lo sabemos todo acerca de la futura Princesa de Asturias. Excepto un objeto que me fascina: el ordenador de Doña Letizia Ortiz. Ese ordenador personal, distinto de la computadora de la redacción, que tienen en su casa todos los periodistas para escribir esa novela para Planeta que nunca se termina y nunca se publica; esos callados poemas con recuerdos de la infancia que nunca verán la luz; los textos tan personales, apuntes de viajes, reflexiones literarias sobre experiencias cotidianas, que por su propio carácter nunca hallarán acomodo en el papel impreso. Letizia Ortiz tendrá su ordenador personal. Allí quizá habrán quedado apuntes para un libro de reportajes con sus vivencias en los hechos de la Historia contemporánea de que fue testigo: el 11 de septiembre en Nueva York, la marea negra de la Costa de la Muerte, la guerra de Irak. Seguro que alguna editorial, mucho antes de ahora, en la popularidad de Informe Semanal o del Telediario la animó a que escribiera ese libro, como publicaron el suyo tantas profesionales de TV, como Rosa Villacastín, Carmen Rigalt o Angeles Caso.

¿Dónde estará ahora ese ordenador? ¿Seguirá Letizia teniendo al lado el utilísimo ordenador portátil de los periodistas? La animo desde aquí a que mantenga en perfecto funcionamiento ese ordenador de periodista, y que le instale una buena memoria. No hablo de la memoria Ram de los ordenadores, sino de la privilegiada memoria de España que va a tener el ordenador personal de una periodista que de testigo y narradora de la Historia ha pasado a ser su protagonista.

Por vez primera, una periodista estará donde nunca ningún otro colega pudo, a pesar del viejo dicho de las redacciones americanas: "El periodismo es una profesión que conduce a todas partes si se sabe uno bajar a tiempo del tranvía". Letizia Ortiz, que se puso el mono blanco para las crónicas del chapapote, y el uniforme de camuflaje cuando a bordo del buque "Galicia" iba de reportera de guerra a Irak, y el atuendo de ejecutiva americana junto a las hundidas Torres Gemelas, se pondrá ahora la corona de Princesa de Asturias y luego (Dios quiera que dentro de muchísimos años) la de Reina de España. Pero no podrá contarlo. Tendrá que guardar doblemente los secretos: los secretos de Estado como Princesa de Asturias y los secretos de la clave de la actualidad como periodista. Los mejores reportajes de Letizia Ortiz serán, ay, los que ya nunca podrá hacer, por razones más que comprensibles.

Por eso me fascina su ordenador. Como me fascina el diario donde la Infanta Doña Eulalia de Borbón, la tía de Don Alfonso XIII, escribió sus "Memorias". Será que tengo una visión profesionalmente deformada de la Historia, pero la figura de Doña Letizia me recuerda un tanto la de Doña Eulalia, infanta fascinante de nuestra historia reciente, autora de esas "Memorias" que en su época fueron tildadas de escandalosas y prohibidas. Fue un personaje vital, cosmopolita y entrañable, ciudadana de París y del mundo, que nunca dejó de sentirse española y que conoció una vida agitada que abarca la Belle Èpoque, la guerra de Cuba, la Europa de entreguerras, el ascenso del fascismo, la guerra de España y la Segunda Mundial, hasta su muerte en 1956 en su retiro de Irún. En sus escritos quedó la personal visión de su época, del mundo, los personajes que conoció, la mentalidad imperante a la que en tantos aspectos se enfrentó para cambiarla.

¿Qué no habrá de vivir y de ver Doña Letizia en su condición de esposa del Heredero de la Corona? ¡Qué gran observatorio del mundo para una periodista! Estos mismos días, estarán llenos de las más hermosas historias y las más sorprendentes noticias que, ay, nunca podrá contar. Por ahora y a nosotros. De ahí la fascinación de su ordenador. Yo no sé si tendrá tiempo en sus nuevas y altas obligaciones, pero me da el pálpito de que le apetecerá librarse del "mono" de su oficio. Entonces, en la soledad de un escritorio palaciego, podrá ir escribiendo esas memorias excepcionales. Podrá contar cómo se ve el mundo desde la Corona de España, cómo son en la distancia corta los grandes personajes contemporáneos que conocerá, cómo se fraguaron y solucionaron los conflictos a los que asistirá como compañera de responsabilidades y renuncias. Podrá escribir el más excepcional libro, que nunca se publicará, obviamente. Pero que quedará para la Historia. En los archivos del Palacio Real de Madrid, dentro de mucho tiempo, allá por el año 3098, quizá un investigador descubra el disco duro de ese ordenador donde una Reina de España que era periodista contó todas sus experiencias como excepcional testigo de la Historia del mundo en el siglo XXI.

 

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