Cuando el
helicóptero presidencial de los Estados Unidos aterrice en algún
verde prado de la Casa Blanca, ya no veremos más en el telediario
cómo una simpática perra blanca con manchas marrones desciende del
aparato mucho antes que el político más poderoso de la tierra y
olisquea por all� como verdadera dueña del lugar, moviendo el rabo
con esa alegría que los humanos nunca podremos aprender de estos
animales ni aunque nos toque la primitiva. "Spot", la perra de los
Bush, la ilustre spaniel nacida en la propia Casa Blanca, hija de
"Millie", la de Bush senior, ha muerto a la venerable edad de
quince años. Como personaje verdaderamente importante que era, los
periódicos de Estados Unidos han publicado su obituario, con sus
hazañas de lealtad y cariño hacia los Bush.
Una nación donde los presidentes tienen perros
que los votantes conocen por sus nombres es verdaderamente una
sociedad avanzada. En esas sociedades La democracia no es sólo el
relevo de los partidos en el poder, sino la sustitución de una
mascota presidencial por otra. Antes que "Spot" se hiciera famosa
bajando escalerillas de los aviones presidenciales, el animal más
conocido de la Casa Blanca era un gato: "Socks", el gato blanco y
negro de Clinton. Los americanos, con sus votos, decidieron un día
que el gato demócrata de Clinton fuera sustituido por la perra
republicana de Bush, y no quiero que se me note en la aplicación
de los adjetivos la menor preferencia hacia los felinos. Estoy
sencillamente nombrando a los partidos políticos en cuya
representación llegaron a la Casa Blanca gato tan famoso o perra
tan simpática. Desde donde ganaron cientos de admiradores para sus
dueños. Los americanos le escribían a "Socks", y Clinton tenía un
equipo de asesores que contestaba las cartas de los ciudadanos,
que firmaba el gato presidencial con un sello de su garra. "Spot"
no fue menos literaria, pues en el sitio de la Casa Blanca en
Internet podía leerse no sólo su biografía, sino sus frases y sus
ideas.
En la muerte de "Spot" quiero reivindicar a
España como sociedad avanzada en materia de animales famosos en
las altas esferas del poder. Como suele ocurrir, admiramos en los
americanos o en los ingleses lo que no sabemos valorar en nosotros
mismos. Mucho antes de que la CBS y la NBC en sus informativos
hicieran famosos a las mascotas de los inquilinos de la Casa
Blanca, los perros ya paseaban orgullosamente por los salones de
los palacios reales españoles. Basta admirarlo en el Museo del
Prado. Estados Unidos era una tierra por descubrir y la Casa
Blanca en el mejor de los casos una cabaña de pescadores a orillas
del río Potomac cuando Velázquez ya pintaba los perros del Palacio
Real en "Las Meninas". Sólo nos falta ese punto de popularidad de
los animales en que los americanos colocan a estas mascotas,
introducir a nuestros perros regios o a nuestros gatos
presidenciales en el "star system" de la fama. Su Majestad el Rey
es amante de los perros y hay por ah� decenas de dueños de un "golden
retriver" que presumen de una mascota que es hija o nieta de uno
de los perros de Don Juan Carlos. Pero al contrario de los Estados
Unidos, no sabemos siquiera el nombre de los perros de La Zarzuela
como conocemos los de la Casa Blanca.
Aunque estemos en plena campaña, como Jos� María
Aznar ya no se presenta a las elecciones puedo hacer el elogio
debido a su amor por los gatos. Aqu� mucho hablar de que Clinton
hizo famoso a "Socks", pero La Moncloa, en materia de gatos le
gana a la Casa Blanca por el amplio tanteo de 3 a 1. Al llegar a
la residencia presidencial, Aznar recogi� a dos ilustres gatos,
callejeros puros de aquellos jardines, "Manolo" y "Margarita", que
pasaron a gozar de las excelencias del poder en el interior del
palacio. "Manolo" y "Margarita", pareja estable, no están solos.
Hay un tercer y desconocido gato monclovita que es "Lucas", cuya
historia est� llena de ternura. Como La Moncloa es igual de grande
que un pueblo, por all� hay hasta gatos callejeros. El luego
llamado "Lucas" era un gatito que vagaba por aquellos jardines,
hasta que una mañana lo atropell� un coche oficial. Le rompi� una
pata. Como Aznar tiene cerca a personas que también aman a los
animales, le comunicaron pronto la mala nueva del gato atropellado
por el coche oficial, tras lo cual el presidente aplic� todo su
poder a la búsqueda de un veterinario que le curase y escayolase
la patita rota al pobre gato. El cual, desde entonces, vive feliz
junto a "Manolo", a "Margarita"... y a su dueño. Y más feliz que
vivir� "Lucas" después de las próximas elecciones, cuando Aznar
pueda abandonar pequeñas obligaciones sin importancia como la
prosperidad económica de España o su seguridad interior y
exterior, y dedicarse a esos altos intereses de Estado que son el
cuidado de sus tres gatos. No s� España, pero "Manolo",
"Margarita" y "Lucas" entonces s� que van a ir bien...