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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3111 - 18 de marzo del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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El "glamour" de Hollywood ya no es lo que era. Pasarán al blanco y negro de la filmoteca aquellas ceremonias de los Oscar con actores, actrices, directores y productores luciendo todas las galas de los armarios y las tiendas de moda, deslumbrantes y brillantes. Ahora ha brillado por ausencia el esmoquin en los caballeros. En las damas se mantiene la antigua observancia del esplendor y hasta el momento ninguna ha acudido en vaqueros y chaquetón, pero todo se andará. Hollywood ha jubilado al esmoquin, en su gala desgalichada. El director Peter Jackson ha demostrado al mundo del cine dos hechos insólitos:

1. Que con una sola película, "El señor de los anillos: el retorno del rey", se pueden ganar once Oscar, once, sin tener que recurrir a los romanos de Terenci Moix como en "Ben Hur" y sin hundir de nuevo el "Titanic"

2. Que se puede uno proclamar triunfador en la gala de los Oscar sin ir de gala, sin tener que pasar por el aro del esmoquin, y que con un trajecito negro, una camisita blanca y una corbata negra vas divino de la muerte.

Lo que más me ha sorprendido de esta pérdida de "glamour" hollywoodiense no es que Jackson fuese de trapillo, sino que acudiera con la camisa desabrochada, la corbata casi desanudada, sudoroso, casi más despelucado que despeinado. Eso por lo visto es lo que ahora gusta. Y no sólo Peter Jackson le dio pase de pernocta al esmoquin y al refinamiento de atuendo para su triunfo en la gala. El actor Tim Robbins recogió su estatuilla con una vestimenta algo así como de palmero de Peret o de percusor de cajón flamenco de los músicos de Lolita o Rosario Flores, ya saben: traje negro, camisa negra, corbata negra. "Siempre de negro hasta los pies vestido", como el verso de Manuel Machado sobre nuestro Rey Felipe IV. Del mismo modo, pero sin corbata, sólo con camisa negra abrochada hasta el último botón, acudió el cantante Phil Collins. Y no es cuestión de generaciones ni de edades: los nuevos usos se han impuesto a las viejas glorias y a las jóvenes promesas. El veterano Black Edwards recogió su Oscar de honor al conjunto de su carrera con su camisa negra del nuevo reglamento. De corbata y traje negro iba el actor japonés Ken Watanabe. Las más famosas parejas del momento iban con la etiqueta del momento. Del momento en que todo el mundo ha mandado a freír espárragos a la corbata de lazo y la camisa con cuello de pajarita y pechera dura. Almidonada. Thaddadeus D. Schel, el marido de Marcia Gray Harden, iba con corbata gris como de media etiqueta de recepcionista de hotel de cinco estrellas. Y sencillamente con corbatas oscuritas, sin pajarita ni lazo alguno, vimos a Heath Lodger, el novio de Naomi Walls, a Adrien Body, o a Pierce Brosnan.

Isabel mi mujer, que se fija mucho en estos cambios de mentalidades y me los alerta siempre, me dijo cuando ponían los resúmenes de la gala:

-- ¿Has visto qué copiones son en Hollywood? ¿Pues no que van todos vestidos con el mismo uniforme de la camisa negra que cuando entregan en Madrid los premios Goya? El cambio se ha operado recentísimamente. Debe de ser, en efecto, porque los americanos nos copian. Mariano Rajoy me comentaba un día su perplejidad en esto de la etiqueta de las galas cinematográficas. Cuando era ministro de Cultura, tuvo que presidir la ceremonia de entrega de los premios Goya. Como la invitación ponía que la etiqueta era esmoquin para los caballeros y traje largo para las señoras, él se puso su esmoquin y Viri, su mujer, se puso de tiros largos. Y cuál no sería su sorpresa cuando llegaron al acto y vieron que allí cada uno iba como quería, los unos con la socorrida camisa negra, los otros con camiseta debajo de una simple chaqueta, hasta con un chaleco de punto algunos. Así subieron a por sus estatuillas los artistas y directores premiados y se contaban con los dedos de una mano los esmóquines y las corbatas de lazo. Pero he aquí que pocas semanas más tarde hubo una película española entre las finalistas de los Oscar. Y vio entonces el ministro de Cultura en el reportaje de la entrega de los Oscar cómo aquellos mismos premiados artistas españoles que con sus camisetas negras le habían hecho sentirse ridículo con su esmoquin en los Goya, iban en cambio perfectamente vestidos tal como exigía la etiqueta de Hollywood, sin que les faltara un perejil de la gran gala.

A este paso, esmoquin no van a llevar en Hollywood ni los camareros de esas fastuosas cenas y festolines que suelen organizar tras la entrega de los premios. El problema de esta moda de las camisas negras va a ser en Italia, como se imponga allí en los festivales y premios de cine. En Italia, todavía, la camisa negra recuerda el uniforme de los fascistas de Mussolini. Ir con camisa negra a una gala de cine en Roma tiene que ser algo así como acudir aquí a los Goya con la camisa azul de la Falange.

 

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