El "glamour" de 
              Hollywood ya no es lo que era. Pasarán al blanco y negro de la 
              filmoteca aquellas ceremonias de los Oscar con actores, actrices, 
              directores y productores luciendo todas las galas de los armarios 
              y las tiendas de moda, deslumbrantes y brillantes. Ahora ha 
              brillado por ausencia el esmoquin en los caballeros. En las damas 
              se mantiene la antigua observancia del esplendor y hasta el 
              momento ninguna ha acudido en vaqueros y chaquetón, pero todo se 
              andar�. Hollywood ha jubilado al esmoquin, en su gala 
              desgalichada. El director Peter Jackson ha demostrado al mundo del 
              cine dos hechos insólitos:1. Que con una 
              sola película, "El señor de los anillos: el retorno del rey", se 
              pueden ganar once Oscar, once, sin tener que recurrir a los 
              romanos de Terenci Moix como en "Ben Hur" y sin hundir de nuevo el 
              "Titanic"
              2. Que se puede uno proclamar triunfador en la 
              gala de los Oscar sin ir de gala, sin tener que pasar por el aro 
              del esmoquin, y que con un trajecito negro, una camisita blanca y 
              una corbata negra vas divino de la muerte.
              Lo que más me ha sorprendido de esta pérdida de 
              "glamour" hollywoodiense no es que Jackson fuese de trapillo, sino 
              que acudiera con la camisa desabrochada, la corbata casi 
              desanudada, sudoroso, casi más despelucado que despeinado. Eso por 
              lo visto es lo que ahora gusta. Y no sólo Peter Jackson le dio 
              pase de pernocta al esmoquin y al refinamiento de atuendo para su 
              triunfo en la gala. El actor Tim Robbins recogi� su estatuilla con 
              una vestimenta algo as� como de palmero de Peret o de percusor de 
              cajón flamenco de los músicos de Lolita o Rosario Flores, ya 
              saben: traje negro, camisa negra, corbata negra. "Siempre de negro 
              hasta los pies vestido", como el verso de Manuel Machado sobre 
              nuestro Rey Felipe IV. Del mismo modo, pero sin corbata, sólo con 
              camisa negra abrochada hasta el último botón, acudi� el cantante 
              Phil Collins. Y no es cuestión de generaciones ni de edades: los 
              nuevos usos se han impuesto a las viejas glorias y a las jóvenes 
              promesas. El veterano Black Edwards recogi� su Oscar de honor al 
              conjunto de su carrera con su camisa negra del nuevo reglamento. 
              De corbata y traje negro iba el actor japonés Ken Watanabe. Las 
              más famosas parejas del momento iban con la etiqueta del momento. 
              Del momento en que todo el mundo ha mandado a freír espárragos a 
              la corbata de lazo y la camisa con cuello de pajarita y pechera 
              dura. Almidonada. Thaddadeus D. Schel, el marido de Marcia Gray 
              Harden, iba con corbata gris como de media etiqueta de 
              recepcionista de hotel de cinco estrellas. Y sencillamente con 
              corbatas oscuritas, sin pajarita ni lazo alguno, vimos a Heath 
              Lodger, el novio de Naomi Walls, a Adrien Body, o a Pierce Brosnan.
              
              Isabel mi mujer, que se fija mucho en estos 
              cambios de mentalidades y me los alerta siempre, me dijo cuando 
              ponían los resúmenes de la gala:
              -- ¿Has visto qu� copiones son en Hollywood? 
              ¿Pues no que van todos vestidos con el mismo uniforme de la camisa 
              negra que cuando entregan en Madrid los premios Goya? El cambio se 
              ha operado recentísimamente. Debe de ser, en efecto, porque los 
              americanos nos copian. Mariano Rajoy me comentaba un día su 
              perplejidad en esto de la etiqueta de las galas cinematográficas. 
              Cuando era ministro de Cultura, tuvo que presidir la ceremonia de 
              entrega de los premios Goya. Como la invitación ponía que la 
              etiqueta era esmoquin para los caballeros y traje largo para las 
              señoras, él se puso su esmoquin y Viri, su mujer, se puso de tiros 
              largos. Y cuál no sería su sorpresa cuando llegaron al acto y 
              vieron que all� cada uno iba como quería, los unos con la 
              socorrida camisa negra, los otros con camiseta debajo de una 
              simple chaqueta, hasta con un chaleco de punto algunos. As� 
              subieron a por sus estatuillas los artistas y directores premiados 
              y se contaban con los dedos de una mano los esmóquines y las 
              corbatas de lazo. Pero he aqu� que pocas semanas más tarde hubo 
              una película española entre las finalistas de los Oscar. Y vio 
              entonces el ministro de Cultura en el reportaje de la entrega de 
              los Oscar cómo aquellos mismos premiados artistas españoles que 
              con sus camisetas negras le habían hecho sentirse ridículo con su 
              esmoquin en los Goya, iban en cambio perfectamente vestidos tal 
              como exigía la etiqueta de Hollywood, sin que les faltara un 
              perejil de la gran gala. 
              A este paso, esmoquin no van a llevar en 
              Hollywood ni los camareros de esas fastuosas cenas y festolines 
              que suelen organizar tras la entrega de los premios. El problema 
              de esta moda de las camisas negras va a ser en Italia, como se 
              imponga all� en los festivales y premios de cine. En Italia, 
              todavía, la camisa negra recuerda el uniforme de los fascistas de 
              Mussolini. Ir con camisa negra a una gala de cine en Roma tiene 
              que ser algo as� como acudir aqu� a los Goya con la camisa azul de 
              la Falange.