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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3112 - 25 de marzo del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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No sé si en las Facultades de Comunicación se sigue enseñando lo que aprendimos en la Escuela Oficial de Periodismo sobre las circunstancias de la noticia. Decían que toda noticia bien redactada debía responder a las cinco preguntas que en inglés empiezan por W (who, when, where...) y que en castellano son quién, dónde, cuándo, dónde, por qué. Lo que no aprendí en la Escuela de Periodismo, sino que he sabido por el ejercicio de este oficio de la escritura en los papeles, es que sin necesidad de W inicial inglesa o de adverbios y pronombres castellanos existe un sistema de valoración de las noticias verdaderamente importantes, transcendentales, que cambiaron el mundo. Podemos calificar de noticias históricas aquellas que por muchos años que hayan pasado desde que se produjeron las seguimos relacionando exactamente con el lugar, la fecha, la hora, las circunstancias todas en que la supimos.

A modo de pasatiempos, le propongo que usted mismo aplique este sistema de valoración de noticias a su propia memoria. Si es usted mayor, de cuarentón para arriba, le preguntaría:

-- ¿Dónde y cuándo se enteró usted del asesinato de Kennedy?

Pero como usted entonces no había nacido, le pondré un ejemplo más próximo:

-- ¿Dónde y cuándo se enteró usted del atentado contra las Torres Gemelas el 11-S?

Yo me acuerdo perfectamente, como si fuese ahora, de cuándo me enteré del asesinato de Kennedy. Estaba estudiando Periodismo en Madrid, residía en el Colegio Mayor Aquinas, y ante los libros estaba cuando mi compañero de cuarto, el jerezano Beltrán Domecq Williams, sí, el hermano de Sandra y cuñado de Bertín Osborne, entró muy alterado para decirme:

-- ¡Corre, baja al salón de televisión, que a Kennedy le han pegado un tiro en Dallas y están dando todas las noticias!

Usted, del mismo modo, podrá recordar perfectamente dónde estaba el 11-S cuando hacia las 3 de la tarde alguien le dijo que un avión primero, e inmediatamente otro, se había estrellado contra las Torres Gemelas de Nueva York. Parece que le estoy leyendo el pensamiento, señora, cuando está usted evocando:

-- Sí, venía del hipermercado, con una cantidad enorme de bolsas, porque tenía la nevera completamente vacía, y cuando llamé por el teléfono móvil a mi hija para que bajara al aparcamiento a ayudarme a descargar la compra me dijo: "Mamá, ¿te has enterado de lo de las Torres Gemelas, que están ardiendo porque se ha estrellado un avión contra ellas?"

Ahora me explico perfectamente cómo mi padre, combatiente en el bando nacional, recordaba exactamente el minuto y el sitio del frente de Jaén donde se enteró del fin de la guerra civil. Las noticias verdaderamente históricas nos evocan inmediatamente a las circunstancias de su conocimiento. Yo recuerdo la mañana que en la playa de Rota, días después de la explosión de Cádiz, comentaban que a Manolete lo había matado un toro en Linares, como me acuerdo perfectamente de quién me llamó para decirme lo de Paquirri en Pozoblanco. Recordamos dónde nos enteramos de la muerte del Papa Pablo VI, y con quién estábamos, y qué hacíamos. Recordamos perfectamente el teléfono de aquel amanecer, tras la larga agonía, cuando nos dijeron que Franco había ya muerto, o dónde estaba aquella radio por la que nos enteramos en la tarde del 23-F que Tejero había asaltado el Congreso de los Diputados.

Los españoles, además de estos hechos inolvidables, que marcan la Historia, tenemos otras noticias, dolorosísimas, para no olvidar: las infamantes. Por mucho tiempo viviremos la trágica resaca de una de ellas: la masacre de Madrid. Cuando asesinaron a Miguel Angel Blanco, deseamos que no hubiera nunca más otra noticia así de la barbarie, de las que nos hacen recordar las circunstancias de su conocimiento. Tan cercana tenemos aún la conmoción por el cruel, frío, incalificable asesinato a hora fijada de Miguel Angel Blanco, que usted ahora mismo recuerda perfectamente dónde estaba, con quién, qué estaba haciendo, en aquella hora de silencio de una tarde de verano de 1997 en que se supo que su cuerpo ensangrentado había aparecido en un camino solitario con un tiro en la nuca.

Del mismo modo que antes la muerte de Miguel Angel Blanco, nunca olvidaremos ahora este 11 de marzo de 2004, que en palabras de José María Aznar "ocupa ya su lugar en la historia de la infamia". Pasarán muchos años y nos seguiremos acordando, como si lo volviéramos a vivir con todo su dolor y su tragedia, del momento exacto en que nos enteramos del estallido de los trenes en Atocha, en El Pozo y en Santa Eugenia, dónde estábamos, quién nos dio la noticia. La noticia que durante muchos más años seguiremos deseando que nunca se hubiera producido. La noticia inolvidable de la infamia.

 

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