Los que tenemos
en casa un perro o un gato sabemos que estos animales, cuya
compañía nos hace mejores a los hombres, nos dan a menudo supremas
lecciones de cariño y lealtad. Capaces de sufrimiento, deben de
tener algún tipo de alma. As� me lo ha demostrado Rómulo, mi
gatito callejero salvado del arroyo y convertido en rey de la casa
que comparte con su hermanastro Remo, el de "Gatos sin fronteras",
y con un tercero, "Adriano", paisano por gaditano de la madre del
emperador que llev� hasta Gran Bretaña, como símbolo de la
civilización de Roma, estos felinos que los ingleses adoran.
En los terribles días de la matanza de Madrid,
cuando la televisión desgranaba las noticias del abyecto asesinato
colectivo, vi que mis gatos, comúnmente contentos, encantados de
pegarse la gran vida, estaban muy tristes. "Tres tristes tigres",
no: tres tristes gatos que retitulaban la novela de Cabrera
Infante. Los animales de compañía nos aventajan tanto con su sexto
sentido que perciben cuando algo raro ocurre. No sólo los gatos
presagian las tormentas y los perros adivinan nuestro estado de
ánimo, sino que advierten las situaciones extrañas. As� mis gatos
en los terribles días de Atocha.
De los tres, Rómulo, el pequeño europeo común
atigrado, era el más apenado y triste, siendo normalmente el más
comunicativo, cariñoso, saltarín, travieso, entrometido y
sinvergonzón de los tres. Estaba la televisión aún dando noticias
espantosas de las explosiones asesinas cuando el gato, de pronto,
desapareci�. No se encontraba por toda la casa. Lo buscamos por
todos sitios. En sus escondites preferidos habituales: en el
vestidor de Isabel, plácidamente dormido entre la lana de los
jerseys; acurrucado sobre el televisor, a su calorcito; hecho un
ovillo en un perdido sof� del salón. En ningún sitio estaba. Hasta
que por fin lo hallamos debajo de nuestra cama, pero en el lugar
más recóndito. No lo pudimos sacar ni ofreciéndole sus más
ansiados caramelos de salmón. All� se mantuvo horas y horas. No
sali� ni a comer, aunque le hicimos sonar el frasco de las
croquetas del pienso equilibrado que lo hacen correr hacia su
plato. Salía al cajón sanitario cuando no lo veíamos, y se volvía
a ocultar. Sólo al día siguiente sali�, pero sigui� sin probar
bocado, siendo el más comilón y ansioso de nuestros tres gatos.
Sin querer nada con nadie. Andaba por la casa atemorizado.
Rechazaba las caricias que suele agradecer tumbándose en el suelo
y dejándose manosear. Se ponía en un rincón, acobardado, con las
cuatro patas muy flexionadas y el cuerpo pegado al suelo. El gato
tenía una depresión de caballo.
Ahora he sabido por qu� mi gato Rómulo estaba
tan deprimido. Estaba de luto. Puedo jurar que en España ha
guardado los tres días de luto hasta el gato. Rómulo,
deprimidísimo, lo ha guardado. Igual que en aquellas amargas horas
los humanos se transmitían noticias por sus teléfonos móviles,
como los mágicos gatos tienen sus propios sistemas de
comunicación, estoy seguro de que se enviaron mensajes cortos SMS
por su telepatía especial y misteriosa. Gracias a Catherine
Soriano, una amiga gatera de Madrid, he sabido finalmente por qu�
Rómulo estaba que no levantaba cabeza. Era por Truchi. Truchi es
una cariñosa y hermosa gata siamesa de seis años, que vivía en
Alcal� de Henares, en casa de una muchacha de diecinueve,
estudiante de Filología Inglesa en la Complutense, Angélica
González García. Truchi era la alegría de Angélica. La he visto en
una foto de Nochebuena: Angélica le ha puesto una corbata a la
gata para la fiesta y est� all� Truchi, feliz y sumisa a pesar de
la fama de los siameses. Truchi acompañaba a Angélica en su cuarto
mientras estudiaba. Iba con ella por toda la casa, como un
perrito. Dejaba que le acariciara la barrigota. Dormía en su cama,
acurrucadas las dos. Cada mañana, antes de salir hacia la
Facultad, Truchi se acercaba a Angélica para que le diera un beso
de despedida. As� se lo dio aquella mañana del 11 de marzo de 2004
en que, como todos los amaneceres del curso, iba a tomar el tren
hacia su Facultad. El tren que tom� Angélica aquella mañana fue el
que los asesinos hicieron estallar en Santa Engracia. Truchi
seguro que lo supo al instante. Y sabe por qu� Angélica no ha
vuelto. Desde aquella mañana en que había dormido con ella como
todos los días, Truchi vaga penando por la casa. Va a la cama de
Angélica. La huele buscándola. Se arrebuja en su ropa, y all� se
pasa las horas, como si se negara a separarse de lo único que le
queda de su amiga: su olor, su espíritu, su alma.
Yo no sabía por qu� mi gato estaba tan triste y
azul, y ahora lo s�. Por esa telepatía sin necesidad de SMS que
tienen estos que fueron dioses en el antiguo Egipto, Truchi le
cont� su tragedia. Rómulo estaba, como yo ahora, pensando en los
azules ojos de la siamesa Truchi, inmensos como el mundo,
incapaces de albergar tanto dolor, tanta tristeza, tanta rabia por
la muchacha que ya no podr� nunca más dormir acurrucada con una
gata que la sigue esperando en un hogar donde permanece la
cercanía de su juventud, de su sonrisa. De su vida.
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