En los días del
relevo en el poder ha habido un intercambio de cartas entre el
presidente del Gobierno entrante y el saliente, cuyo contenido no
hace aquí al caso, pero sí su continente. No se hablaban por
escrito de tú, ni de usted, sino justo con el tratamiento
adecuado: "V. E.". En nuestro siglo de siglas, a muchos
sorprendieron esas iniciales. Más de uno preguntó qué significa
V.E. Sabemos qué es VIP, XL, CD, FM, SMS o ABS, pero que hay
explicar que V.E. es la abreviatura de "vuestra excelencia" o
"vuecencia". Al cambio, como Sir en el Reino Unido. Con una
diferencia: sabemos qué ingleses tienen el tratamiento de Sir, de
los antiguos Beatles a actores y deportistas, pero ignoramos que
muchos españoles tienen semejante honor en el tratamiento, como es
el título de excelentísimo, inherente a determinados cargos,
condecoraciones o rangos académicos. Los ingleses tienen a gala
usar el título de Sir, pero los mismos españoles que tienen de
pleno derecho el título de excelentísimos señores (o señoras) lo
ocultan. No se lo damos a los presidentes democráticos. La
excepción era Cataluña con su presidente autonómico, pero ya casi
nadie llama a Maragall con aquel "honorable" que no se regateaba a
Pujol.
Usamos el título de Sir cuando citamos a Anthony
Hopkins o a Sean Connery, pero ni las pantojistas más exaltadas o
las juradistas más irreprimibles se refieren nunca a sus admiradas
Isabel Pantoja o Rocío Jurado como lo que en derecho son:
excelentísimas señoras. No sólo excelentísimas por sus dotes
artísticas, sino por el reconocimiento que tal valía tuvo con la
Medalla de las Bellas Artes o la Medalla de Andalucía, que suponen
el tratamiento protocolario de "excelentísima señora". Nos falta
en castellano una palabra breve, a modo de Sir, que haga usual ese
tratamiento social de reconocimiento y respeto. Las medallas, los
títulos, se otorgan un día y luego el honor se olvida. Incluso
choca, Le estaba enviando mi último libro a Arturo Pérez Reverte,
y hasta a mí mismo, que me gusta cuidar las formas, me chocó
cuando escribía en el sobre su nombre, precedido de su tratamiento
como numerario de la Real Academia Española: "Excelentísimo señor
don Arturo Pérez Reverte". No creo que Blahnik, el universal
creador de calzado, reciba en su zapatería ningún sobre dirigido
al "excelentísimo señor don Manuel Blahnik", tratamiento que le
corresponde por su Medalla de Bellas Artes; ni que ninguna
admiradora escriba a la que por igual razón es "excelentísima
señora doña Carmen Sevilla". La Medalla del Trabajo, en su
categoría de oro, supone el tratamiento de excelentísimo.
Ejemplares trabajadores que no han hecho en toda su vida otra cosa
que currelar ganan con el sudor de su frente el honor civil del
"excelentísimo", pero ni ellos mismos se lo creen, nunca lo usan y
por supuesto nadie se lo dice. Tal ocurrió cuando el
vicepresidente del Gobierno llamó por teléfono a Rogelio Gómez "Trifón",
mantenedor de una clásica y familiar tienda de montañés de
Sevilla, para comunicarle oficialmente que le había sido concedida
la Medalla del Trabajo. El condecorado, tras su agradecimiento,
preguntó humildemente extrañado:
-- ¿Pero cómo va a ser excelentísimo señor un
tabernero?
Pues como un cantante británico de rock es Sir
en Inglaterra: por tradición del Reino. Ya que el V.E, ha salido a
relucir en el relevo del poder y que parece que van a cambiar
tantas cosas en España, deberíamos aspirar a igualar por arriba en
materia de reconocimientos civiles: lograr que la sociedad honre a
sus excelentísimos señores. Cuando alguien me llama para
preguntarme dónde puede enviar una invitación a Curro Romero,
predico con el ejemplo, y le digo:
-- Pon en el sobre "Excelentísimo señor don
Francisco Romero López", no le vayas a poner "Don Curro", que
suena a nombre de venta de carretera...
Tal extrañeza muestran mis comunicantes ante el
tratamiento del excelentísimo señor Romero, que les tengo que
explicar que lo es como Medalla de Bellas Artes y como Medalla de
Andalucía. Nadie llama "excelentísimos" a los toreros que lo son,
como Antoñete, Pepe Luis Vázquez, Rafael de Paula, El Litri o Juan
Antonio Ruiz "Espartaco", nuestros por así decirlo "Sires" de seda
y oro. Hasta en un mundo tan ritual como la fiesta se han perdido
los tratamientos protocolarios. Los toreros, antes, cuando
brindaban al presidente de la corrida, le daban su debido
tratamiento de Ilustrísimo Señor, en una frase castiza:
-- Va por usía y toda su compañía...
Si, montera en mano, tal dijera ahora un torero
al brindar, seguro que alguien, al oír este V.I. desde su primera
fila de barrera VIP, exclamaría:
-- ¡Anda, pues resulta que es Ussía quien está
presidiendo la corrida! No sabía yo que Alfonso se dedicara ahora
también a estas cosas...