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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3115 - 15 de abril del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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En los días del relevo en el poder ha habido un intercambio de cartas entre el presidente del Gobierno entrante y el saliente, cuyo contenido no hace aquí al caso, pero sí su continente. No se hablaban por escrito de tú, ni de usted, sino justo con el tratamiento adecuado: "V. E.". En nuestro siglo de siglas, a muchos sorprendieron esas iniciales. Más de uno preguntó qué significa V.E. Sabemos qué es VIP, XL, CD, FM, SMS o ABS, pero que hay explicar que V.E. es la abreviatura de "vuestra excelencia" o "vuecencia". Al cambio, como Sir en el Reino Unido. Con una diferencia: sabemos qué ingleses tienen el tratamiento de Sir, de los antiguos Beatles a actores y deportistas, pero ignoramos que muchos españoles tienen semejante honor en el tratamiento, como es el título de excelentísimo, inherente a determinados cargos, condecoraciones o rangos académicos. Los ingleses tienen a gala usar el título de Sir, pero los mismos españoles que tienen de pleno derecho el título de excelentísimos señores (o señoras) lo ocultan. No se lo damos a los presidentes democráticos. La excepción era Cataluña con su presidente autonómico, pero ya casi nadie llama a Maragall con aquel "honorable" que no se regateaba a Pujol.

Usamos el título de Sir cuando citamos a Anthony Hopkins o a Sean Connery, pero ni las pantojistas más exaltadas o las juradistas más irreprimibles se refieren nunca a sus admiradas Isabel Pantoja o Rocío Jurado como lo que en derecho son: excelentísimas señoras. No sólo excelentísimas por sus dotes artísticas, sino por el reconocimiento que tal valía tuvo con la Medalla de las Bellas Artes o la Medalla de Andalucía, que suponen el tratamiento protocolario de "excelentísima señora". Nos falta en castellano una palabra breve, a modo de Sir, que haga usual ese tratamiento social de reconocimiento y respeto. Las medallas, los títulos, se otorgan un día y luego el honor se olvida. Incluso choca, Le estaba enviando mi último libro a Arturo Pérez Reverte, y hasta a mí mismo, que me gusta cuidar las formas, me chocó cuando escribía en el sobre su nombre, precedido de su tratamiento como numerario de la Real Academia Española: "Excelentísimo señor don Arturo Pérez Reverte". No creo que Blahnik, el universal creador de calzado, reciba en su zapatería ningún sobre dirigido al "excelentísimo señor don Manuel Blahnik", tratamiento que le corresponde por su Medalla de Bellas Artes; ni que ninguna admiradora escriba a la que por igual razón es "excelentísima señora doña Carmen Sevilla". La Medalla del Trabajo, en su categoría de oro, supone el tratamiento de excelentísimo. Ejemplares trabajadores que no han hecho en toda su vida otra cosa que currelar ganan con el sudor de su frente el honor civil del "excelentísimo", pero ni ellos mismos se lo creen, nunca lo usan y por supuesto nadie se lo dice. Tal ocurrió cuando el vicepresidente del Gobierno llamó por teléfono a Rogelio Gómez "Trifón", mantenedor de una clásica y familiar tienda de montañés de Sevilla, para comunicarle oficialmente que le había sido concedida la Medalla del Trabajo. El condecorado, tras su agradecimiento, preguntó humildemente extrañado:

-- ¿Pero cómo va a ser excelentísimo señor un tabernero?

Pues como un cantante británico de rock es Sir en Inglaterra: por tradición del Reino. Ya que el V.E, ha salido a relucir en el relevo del poder y que parece que van a cambiar tantas cosas en España, deberíamos aspirar a igualar por arriba en materia de reconocimientos civiles: lograr que la sociedad honre a sus excelentísimos señores. Cuando alguien me llama para preguntarme dónde puede enviar una invitación a Curro Romero, predico con el ejemplo, y le digo:

-- Pon en el sobre "Excelentísimo señor don Francisco Romero López", no le vayas a poner "Don Curro", que suena a nombre de venta de carretera...

Tal extrañeza muestran mis comunicantes ante el tratamiento del excelentísimo señor Romero, que les tengo que explicar que lo es como Medalla de Bellas Artes y como Medalla de Andalucía. Nadie llama "excelentísimos" a los toreros que lo son, como Antoñete, Pepe Luis Vázquez, Rafael de Paula, El Litri o Juan Antonio Ruiz "Espartaco", nuestros por así decirlo "Sires" de seda y oro. Hasta en un mundo tan ritual como la fiesta se han perdido los tratamientos protocolarios. Los toreros, antes, cuando brindaban al presidente de la corrida, le daban su debido tratamiento de Ilustrísimo Señor, en una frase castiza:

-- Va por usía y toda su compañía...

Si, montera en mano, tal dijera ahora un torero al brindar, seguro que alguien, al oír este V.I. desde su primera fila de barrera VIP, exclamaría:

-- ¡Anda, pues resulta que es Ussía quien está presidiendo la corrida! No sabía yo que Alfonso se dedicara ahora también a estas cosas...

 

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