Clic para ir a ¡HOLA! en Internet

Ir a "¡Hola!" en Internet

De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3128 - 15 de julio del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
Clic para ir a la página principal

Página principal-Inicio


Clic

 

 

Portada de "Gatos sin frontera", de Antonio Burgos     
Gatos sin Fronteras", nuevo libro de Antonio Burgos
Anticipo de las primeras páginas del libro
Anticipo del libro en el "Magazine" de El Mundo:Capítulo "Y Dios creó al gato" (con ilustraciones del libro)
Compra del libro por Internet-El Corte Inglés 
 
Clic para información sobre "Artículos de lujo"

"Artículos de lujo: Sevilla en cien recuadros",  de Antonio Burgos

 

"Jazmines en el ojal", editorial La Esfera de los Libros, prólogo de María Dolores Pradera   

"JAZMINES EN EL OJAL",  de Antonio Burgos

 

Artículos anteriores en ¡HOLA!
Recuadros
CRUCEROS SIN MALETAS Artículos anteriores en ¡HOLA!
Nos quedamos la semana pasada con las maletas en la mano, cargando con ellas en el aeropuerto o en la estación, en esta España tan moderna y con tanta calidad de vida, pero sin los antiguos mozos de equipajes que te echaban una mano a cambio de esa fórmula de pago que es como la expresión monetaria de un deseo o de una magnanimidad: "la voluntad". Lo cual a veces es un peligro para quien nos ha prestado sus ocasionales servicios. Cuando preguntas a alguien cuánto le debes y te responde que "la voluntad", el trabajador eventualísimo que debe cobrar se expone a que el pagador ande bastante corto de voluntad. O le ocurra lo que ahora a las propinas. Donde más se ha notado la llegada del euro y los tormentos del redondeo no ha sido en el precio del café tomado en un bar: ha sido en las propinas.

Tras la llegada del euro, los españoles nos dividimos en dos grandes grupos a la hora de las propinas:

1. Los que tras pagar al taxista una carrera de 7,25 euros con con un billete de 10 euros, al recibir la vuelta saben cuántos céntimos han de dejar de propina para no quedar ni como unos tacañones ni como unos dilapidadores de capital.

2. Los que tras recibir por la dicha carrera la mencionada vuelta del billete de 10 euros, hacen con ese cambio de 2,75 euros (457 pesetas, no se olvide) una de estas tres cosas: a) decir al taxista que se quede con la vuelta, lo cual es pasarse en la esplendidez: dejar 457 pesetas de propina por una carrera de 1.209 pesetas, ¿no cree usted que un poco excesivo?

b) dar de propina el redondeo de 1 euro, con lo queda uno exactamente como el personaje cuya efigie viene en esa moneda; esto es, como un rey.

c) dejar de propina una monedita de 20 céntimos, lo cual es una ridiculez, 33 pesetas: para eso, mejor no dejar nada.

¿Usted no ve? --nos dirán los responsables del transporte público aéreo o por ferrocarril--, todos estos problemas de la adaptación de la hispánica propina al euro se han evitado haciendo desaparecer los mozos de equipajes de estaciones y aeropuertos. Y esa desaparición de los maleteros y la maldición bíblica de cargar con el equipaje con el sudor de nuestra frente, es, según la encuesta de mi CIS particular, la que está produciendo el actual esplendor de las "vacaciones a bordo", la popularidad de los cruceros, ora por el Báltico, ora por el Caribe, ya por las islas griegas, ya por los puertos del Mediterráneo. He oído múltiples elogios de los cruceros por parte de quienes los gozan. Algunos hasta se han hecho famosos como cruceristas. Marisa y Enrique Fernández, el antiguo dueño de la cadena de restaurantes Charlot en Madrid, alcanzaron fama mundial y hasta salieron en los telediarios por su condición de viajeros de un crucero. Marisa y Enrique eran los únicos viajeros españoles en la singladura inaugural del "Queen Mary II" desde Londres a Nueva York.

Travesía en la que, oh maravilla, no tuvieron que tocar una maleta. He descubierto que ese es el máximo aliciente de los cruceros. Recorrer medio mundo, visitar Venecia, Atenas, La Habana, Miami, Tánger o Copenhague, sin que tengas que cargar con tu propia maleta para arriba y para abajo en cada aeropuerto o estación. Mi hermana Fina es una ferviente defensora de esta forma de eludir un mundo sin maleteros: a través de los cruceros. El año pasado, que zarpó de Venecia, me dijo:

-- ¿Tú sabes lo que es llegar a Venecia, que te recojan tus maletas los del barco, que vayas allí, que te encuentres las maletas ya puestas en tu camarote y que puedas visitar media Italia y media Grecia sin tener que andar que voy y que vengo con la maleta para arriba y para abajo? Lo mejor de los cruceros es visitar tantas ciudades sin tener que cargar con las maletas. Y luego, el último día, que las dejes de madrugada a la puerta del camarote y te las encuentres directamente en el mostrador de facturación del avión que vayas a tomar para volver a tu casa...

Tan entusiasmada está Fina mi hermana con los cruceros sin maletas que este verano se va a hacer, si es que no está ya haciéndola, la ruta nórdica, la de esas playas donde hace tanto frío y esos puertos con esos marineros tan rubios y con tantas haches intercaladas en el nombre. Llegará, me parece, desde Amsterdam a San Petersburgo sin tener que subir y bajar la maleta en una sola de las ciudades de su periplo. Tiene ciertamente que ser una maravilla admirar los cuadros del Ermitage sin pensar que a la vuelta al aeropuerto nos espera otra vez el trajín de maletas arriba y maletas abajo hacia Estocolmo. Cuando en agosto comience mis sudorosas vacaciones trabajando duramente el carrito de un aeropuerto, cargado hasta la corcha de maletas camino del fresquito de Suiza y no teniendo más remedio que portearme yo mismo y solito el equipaje a la salida y a la llegada a Zurich en este mundo sin maleteros, envidiaré a mi hermana Fina y me hundiré en la miseria, deslomado por el autoservicio de la carga y descarga. Pensaré que Fina entonces estará admirando las bellezas del Mar del Norte sin tener que cargar con una sola maleta ni que empujar un solo carrito de aeropuerto.

 

Clic


Clic para ir a ¡HOLA! en Internet Clic para ir a la portada

Indice de artículos de Antonio Burgos en "¡Hola!"

Volver a la portada de El RedCuadroClic para ir a la página principal