Cristina está
encantada. Las amigas ya no se burlarán más de ella llamándola
abuelaza, cuando una tarde más les enseñe la última foto de su
última nieta, de los cinco que tiene ya, de su hijo Gonzalo y de
Cristinita, y le digan:-- Ay, hija,
parece que nadie más que tú en el mundo tiene nietos...
A Cristina su hijo Gonzalo le ha regalado lo que
tanto se lleva: un portarretratos en forma de bolso. Aclaro, por
si aún no los han visto: esos bolsos fantásticos en cuyas dos
caras van estampadas las fotos queridas que se deseen, de los
hijos, de los nietos. Sobre todo de los nietos. Son los bolsos más
de abuela que he visto. Las que antes llevaban las fotos de los
nietos dentro del bolso, las pasean ahora orgullosas impresas
sobre el tejido sintético. Todas las abuelas de España, ahora
mismo, cuando lean estas líneas, seguro que llamarán a esa amiga
que todas tienen, puestísima en cuestiones de moda, para
preguntarles:
-- Oye, ¿tú sabes dónde hacen esos bolsos con
las fotos de los nietos, que quiero encargarme uno?
Hasta por Internet me han dicho que se pueden
encargar, que mandas las fotos que quieras estampar por correo
electrónico y contra reembolso y poco menos que a vuelta de correo
te envían a casa el bolso terminado, con las fotos de esas dos
preciosidades que son sus nietos o sus hijos, señora. Usted lo ha
dicho, pensándolo al leer esta frase: es que son para enseñarlos.
Esta gozosa proclamación fotográfica de la
natalidad y de la familia, en turbulentos tiempos de amenaza al
matrimonio y a la procreación, me parece una maravilla. Como la
proliferación de tiendas de ropa de niños, de moda infantil, de
ajuares para los cuartos de los bebés, de los mil artículos que
necesitan, desde el bañó al corralito, desde el tacatata al
prodigioso juguete que proyecta estrellitas de luces en el techo
para que se adormilen en su cuna. Cada bolso de una madre con la
foto de sus niños, de una abuela con el retrato de sus nietos, es
un mentís a los que creen que han aniquilado todo un sistema de
valores, empezando por el sentido tradicional de la familia.
Y será quizá esta del bolso de las pocas formas
en que pronto podamos ver preciosas fotografías de niños sin el
rostro velado o sin una tira negra en los ojos, como ya comenzamos
a observar reiteradamente en los periódicos. Esta sociedad
contradictoria, que ataca a la familia y a la natalidad por un
lado, por el otro se le va la mano en un quizá excesivo garantismo
hacia los por otra parte inalienables derechos del niño. La otra
tarde, en un jurado literario, coincidía venturosamente con Carlos
del Narco, delegado en Andalucía de la agencia Efe, y con Alvaro
Ybarra, director de ABC de Sevilla. Salió el asunto de las fotos
de los niños en los bolsos e inmediatamente lo relacionaron con
ese garantismo que nos está quitando de hecho cualquier foto
infantil en una publicación, para evitar problemas. Contó Alvaro
Ybarra que le costó resolver el que planteó el padre de un niño
seguidor del Betis, al que habían sacado retratado en el periódico
tras un partido en que el equipo de sus amores fue sonoramente
derrotado. Aquel niño bético, con la camiseta verde y blanca,
llorando por la derrota de su equipo, era un humanísimo símbolo de
la afición en una jornada triste. ¡Para qué pusieron aquella foto!
El padre protestó inmediatamente, aduciendo que por causa de la
foto, su hijo había servido de burla a los compañeros del colegio,
que además eran del equipo rival, del Sevilla C.F.
Carlos del Barco me contó el cuidado que ha de
tener la agencia Efe antes de transmitir en su servicio noticiero
de fotografías cualquier imagen en la que aparezca un niño. Tienen
que recurrir a velarle el rostro, o a poner en sus ojos un
rectángulo negro. O a sacarlos de espalda, para que no puedan ser
identificados.
-- El colmo de los colmos --me dijo-- es que el
otro día dimos la foto del comienzo del curso escolar y tuvimos
que cuidarnos mucho de sacar la foto de un colegio, pero sin que
apareciera ni un solo niño.
Bien está que se cuiden los derechos del menor,
su intimidad, que se proteja a los niños, pero como suele ocurrir
en esta España donde algunos tanto mercadean con ellos, me parece
que nos estamos pasando en garantismos excesivos. Ante el memorial
de agravios de los dos compañeros periodistas, les dije:
-- O sea, que es más que probable que la próxima
foto de la Cabalgata de los Reyes Magos la veamos sin niños...
-- Pues sí, porque si sale un niño con cara
compungida porque no ha cogido un caramelo, el padre es capaz de
demandarte...
Frente a ese garantismo reglamentista que nos
está dejando unos periódicos sin la alegría de la sonrisa de un
niño, da gloria ver a estas madres, a estas abuelas, con las fotos
infantiles estampadas en los bolsos, paseando una proclamación
gozosa de esos valores de la familia tradicional ahora tan
amenazados.