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De rosa y oro 

                                            por Antonio Burgos


Num. 3148 - 2 de diciembre del 2004                                    Ir a "¡Hola!" en Internet
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LA CORTESÍA, BIEN ESCASO Artículos anteriores en ¡HOLA!
En nuestro mundo hay bienes escasos , que a toda costa tratamos de preservar, ante apocalípticas predicciones de hambrunas y carestías. El agua es un bien escaso, y dan escalofríos las cifras que nos indican la cantidad de criaturas que tienen que vivir en el Tercer Mundo sin lo que nosotros derrochamos: el caño libre al abrir el grifo. El petróleo es un bien escaso que gastamos como si lo regalaran en forma de gasolina o de gasoil. Y sobre cuyo precio, por mucho que suba, siempre hay quien hace el mismo chiste:

-- A mí me da igual que suba la gasolina. Total, yo siempre le echo al coche treinta euros...

Son los bienes escasos tangibles. Pero hay bienes escasos intangibles, cuyos recursos parece no que se están agotando, sino que se han acabado totalmente, de raros que son. La buena educación, la moralidad, los principios éticos, el respeto a la autoridad de los padres y de los profesores son bienes escasos. Sobre los que incomprensiblemente no se pronuncian los ecologistas, los organismos de la ONU, las conferencias internacionales del desarrollo sostenible. La poca vergüenza, pongo por caso, ha llegado a un grado de desarrollo totalmente insostenible. Un viejo profesor universitario, hombre de principios, de los que igualan con la vida el pensamiento, me suele decir:

-- Va quedando tan poca gente con vergüenza, que a este paso tendrán que crear una reserva ecológica, para que puedan preservarlos como las especies en trance de extinción que son.

Y sin meterse en esas honduras de los principios morales o éticos, en los que algunos juzgan escandaloso y a veces hasta ofensivo que simplemente se defienda la doctrina de la Iglesia, también son bienes escasos antiguos usos sociales elementales como la cortesía y la caballerosidad. Son los lubrificantes de la convivencia en las sociedades avanzadas y maduras, como por la boca chica dice que quiere ser la que aquí va en la cuesta abajo en la rodada de la degradación colectiva. Como nuestros campeones de automovilismo y de motorismo anuncian los aceites para motores de coches, deberían también hacer la propaganda a este lubrificante de las relacionas sociales que son la cortesía y la caballerosidad.

Cada vez quedan menos caballeros, y los pocos ejemplares de esta especie en trance de extinción deberían ser protegidos en esas reservas naturales que decía mi amigo el catedrático universitario. En la carretera, concretamente, cada vez quedan menos. ¿Se acuerdan de aquellos "caballeros del volante", como tópicamente llamábamos a los camioneros? Casi todos deben de haberse jubilado, y los que lo han sustituido no han heredado, con el puesto de trabajo, aquel sistema de valores, aquel Código Caballeroso de la Circulación no escrito, que todos aplicaban y respetaban. Un lector de estos artículos, profesor, me hace ver algo que había advertido en las carreteras, pero que hasta ahora no había visto puesto negro sobre blanco. Me dice: "Pero estas letras son para comunicarle el sentimiento de indefensión que siento todas las mañanas cuando tomo la autopista de Huelva para ir a mi trabajo desde Gines a La Palma del Condado. Y es la forma en que echo de menos a los antiguos camioneros de mis principios de conducir por los años 70. Los que cuando ibas por esas carreteras de España te ponías detrás de uno de ellos y esperabas que te dieran paso de la forma más segura posible, encendiendo la luz verde que llevaban en la trasera. Aquellos camioneros que sin pedírselo te daban paso cuando no había peligro para ti y que saludabas con la bocina como si fueran amigos de toda la vida al momento de adelantarlos. Las formas corteses y amables de que aquellos caballeros de la carretera se han convertido en estos suicidas que porque tienen un monstruo inmenso en sus manos se tiran al carril de la izquierda y no miran ni por el espejo retrovisor, y vas tú y tienes que frenar casi en seco para no impactar con su trasera. Raro es el día que no me hace esto alguno. Y hoy, de aquí el escribirle, uno por la mañana y otro a las tres de la tarde, a mi vuelta del trabajo. Al de esta mañana, cuando lo adelanté cuando pude, le dediqué una pitada larga y él me respondió con una serie de pitadas de las de musiquita, de las de guasearse de nosotros. Me gustaría que dedicara cuando usted pudiera unas líneas para estos conductores que tienen de todo, menos de aquellos caballeros de antaño, o no tan de antaño, de hasta hace pocos años.. Que conste que no todos son así, pero estadísticamente tengo comprobado que abundan más los de la nueva ola que los caballeros del volante de siempre. ¿Por qué se fueron aquellos camioneros y quedaron éstos que no sé qué nombre ponerles? A su saber lo dejo."

Pues mal me lo deja usted, lector querido, porque tampoco habré de ser yo quien ponga un término fuerte, en el que, como suele ocurrir, el mal talante de unos pocos acabe con el prestigio consolidado de todo un gremio, que la caballerosidad de los camioneros sí que es una comunidad histórica, como ahora reclama todo el mundo. Lo que sí pongo, y con todas sus letras, es que mucho hablar con preocupación del agua o del petróleo como bienes escasos, y nos estamos quedando sin caballerosidad. Y casi nadie la echa en falta.

 

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