Aquella leche en polvo de los americanos que daban en los colegios
nacionales y en las microescuelas trajo estos lodos: las bombas de Palomares. ¿Cuántas
fueron las bombas de Palomares? Gracias a los más recientes estudios de la Universidad de
Verano del Cine Caleta hechos por el Sistema Carrier podemos establecer la verdad de
aquellos hechos, determinantes luego del proceso autonómico de Andalucía. La
historiografía clásica admitía hasta ahora que las bombas de Palomares habían sido
cuatro. A saber: una, dos, tres y cuatro. Las cuatro bombas que como cuatro banderilleros
en el redondel, pum, cayeron sobre la mar almeriense, frente a la costa de Palomares, en
la mañana del 17 de enero de 1966, cuando en pleno vuelo chocó un bombardero nuclear
americano del tipo B-52 con el avión nodriza que le estaba dando a esa hora el desayuno,
a base de café Catunambú y tejeringos de Ecija, que afirman los astigitanos son los
mejores del mundo. Como las carga el diablo, las bombas cayeron a la mar, tras el choque
de las fortalezas volantes procedentes de las bases de utilización bastante poco conjunta
de Rota Dónde Están Tus Huertos (que preguntaba Rafael Alberti entonces) y de Morón de
la Frontera (frontera con los americanos y no con Poli Maza ni con el PTE, a la sazón).
Tras las bombas de Palomares
empezó a salir en los papeles la duquesa de Medina Sidonia, llamada Duquesa Roja a raíz
de las manifestaciones de protesta que encabezó y por las que el franquismo la archivó
en los legajos de sus cárceles, tras firmar un convenio con el Tribunal de Orden
Público. Las bombas H se fueron al fondo del mar, matarilerileró, como es la obligación
de toda bomba. Y los americanos, con todo su poderío y todo su golpe de Sexta Flota,
radares, sondas y submarinos de bolsillo, no pudieron encontrarlas. Claro, como eran
protestantes, no creían en San Antonio de Padua. Y como no podían rezarle a San Antonio
para que aparecieran las bombas, no había forma de hallarlas. El Pentágono intentó
entonces llamar a Rappel para adivina quién viene esta noche, sin Esperanza Sánchez y
sin Canal Sur. Pero como Rappel todavía no estaba dando más vueltas que un maricón en
una playa con el tanga de lamé, pues pasó un día y otro día, un mes y otro mes pasó,
sin que las bombas aparecieran. Hasta que llegó Paco el de la Bomba. Gracias a Paco el de
la Bomba en lo militar y a Manolo el del Bombo en lo civil, la dictadura de Franco pudo
cosechar grandes éxitos, cual el gol de Marcelino a Rusia o el gol de Francisco Simó
(que tal era el nombre de Paco el de la Bomba) a los Estados Unidos y a todos sus muertos,
que en el accidente fueron siete. Paco tendió la red, aforó aquello a ojo de buen cubero
y dijo dónde estaban las bombas que tiran los fanfarrones. Quienes a continuación las
sacaron ya, con todo su golpe de Sexta Flota y de Gregory Peck en el Cine Macario. Esto no
ocurrió hasta el 7 de abril. Vamos, que de Reyes a Semana Santa estuvieron las bombas
atómicas de Palomares dando por saco. Por este roto empezò el descosido del agujero de
ozono.
Pero en el ínterin hubo una
quinta bomba de Palomares, más peligrosa si cabe, que no ha sido advertida hasta que le
han metido el contador Geiger al habitual álbum de cromos del periódico de la grapa,
ahora escindido en cismas ansonianos. Se ha sabido, pues, que la más peligrosa de las
bombas cayó en Palomares en la mañana del 10 de marzo de 1966. Aquella bomba se llamaba
Manuel Fraga Iribarne y no era una bomba H, sino un Meyba en forma de ministro de
Información y Turismo, especializado en poner el veto a Serrat y en mandar a Massiel al
Festival de Eurovisión como Armada Invencible del Franquismo. Fraga fue a bañarse en
compañía del embajador de los Estados Unidos, mister Angier Biddle Duke, que era de la
nueva observancia de taparrabos frente a la antigua y estricta observancia del Meyba hasta
las rodillas de Fraga. Con aquel baño en pleno mes de marzo ante las cámaras de la
incipiente Televisión Española de Franz Johan y del No-Do, Fraga, en el paternalismo
franquista, trató de demostrarnos que aquel gazpacho nuclear de Morón se podía comer:
"Anda, niño, tómate la papilla atómica, que está muy rica. Mira cómo papá Fraga
se la toma... Venga, niño: ésta por el Invicto Caudillo; ésta por Su Excelencia Doña
Carmen Polo de Franco..." Por haberlas tachado la censura no fueron recogidas las dos
frases históricas de Fraga en Palomares. A saber: "Joé, qué fría está el
agua" y "La mar es mía" (precedente de la frase que pronunciara luego en
la transición sobre las escrituras de propiedad del viario de la ciudad de Vitoria.)
Fueron terribles los efectos de la Bomba Fraga en Palomares. La prestigiosa firma Meyba
quebró y presentó suspensión de pagos, porque su imagen de marca quedó ya siempre
unida al ridículo. Efectos que llegaron hasta 1980. Se ha demostrado científicamente que
el referéndum de iniciativa autonómica del 28 de febrero de 1980 se perdió en Almería
porque todavía estaban por tierra, mar y aire los miasmas centralistas y dictatoriales
que dejó esparcidas por toda la provincia la Bomba Fraga en Palomares.