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A
Manuel Machado le hubiera gustado ser banderillero y a mí me
hubiera gustado ser "gentleman", que era como en el
viejo hipódromo de Pineda con paso a nivel y carreras por la
tarde con autobús de aceite pesado desde la Puerta Jerez
llamaban a los jockeys aficionados, como Parladé con su famosa
"Chorlita" que tanto dinero nos dio en las apuestas de
ganador o colocado, en aquellos tiempos de caballos cruzados de
la Cuadra Guerrero (anglo-árabe-hispano), cuando La Zarzuela
era sólo un hipódromo donde el rey era Carudel en las reseñas
de la sección "Turf" del "Marca". Y como
quise serlo, los jueves por la tarde, cuando no había clases en
Portaceli, iba con Juan María Maestre a que el recordado
Brigada Espigares nos diera clases de equitación por aquellos
caminos que llevaban al Canal del Bajo Guadalquivir y a la
Universidad Laboral, Alcalá de los Panaderos al fondo, el campo
contemplado desde esa suprema medida de las cosas que es la
silla de un caballo. Nosotros íbamos de silla galápago con los
estribos cortos, y hasta despreciábamos a los del curso que
montaban en silla vaquera.
Por aquella vocación frustrada, me queda la admiración por
los jinetes. Cuando los hermanos Alvarez Domínguez me hablan de
sus raids hípicos, los envidio. Como envidio a Fernando Parias
cuando a la tarde llega con los pantalones briches de recorrer
la marisma desde las cuadras de La Noria palaciega de Joaquín
Romero Murube que ahora cuida Luis Ramos Paúl como un precioso
legado. El caballo imprime carácter, y hasta llevo escrito que
produce buena literatura. Hay una literatura andaluza a caballo,
en la que cabalgan a trote corto de la belleza de la palabra
Fernando Villalón, Manuel Halcón, Muñoz Rojas, Jesús de las
Cuevas, Alvaro Domecq Díez.
Y me queda de aquella vocación frustrada la fascinación por
el caballo. No llego a lo que mi amigo y "muso" don
Julio Domínguez Arjona, que no tiene reparos en proclamar:
-- A mí, en cuestión de caballos, me gustan hasta los del
paso de Santa Catalina...
Yo me quedo con este caballo de paso fino (que es como le
llaman a la raza autóctona puertorriqueña) que ahora se
proclama con toda su gloria en el Sicab. Me encanta, además,
hablar de caballos porque es de lo poquito que nos está
quedando en que se puede decir lo de raza sin que te llamen
racista. Y a ello voy, a la raza equina que se glorifica en todo
su esplendor en el Sicab. La llaman Pura Raza Española, que
como todo en esta hora tiene sus siglas: PRE. Me preocupa lo de
PRE. Porque no es PRE. Es PRA: Pura Raza Andaluza. Es
sencillamente el Caballo Andaluz, el que conquistó América, el
que braceaba hasta Flandes. Es el caballo de nuestras ferias y
romerías, el del rejoneo, el de los campeonatos de doma y de
morfología. Si el 95 por ciento de ellos nacen en Andalucía de
yeguas andaluzas y sementales andaluces, ¿por qué, Adolfo
Sánchez Movellán, Pura Raza Española y no Pura Raza Andaluza?
¿Se imaginan que los catalanes tuvieran cuadras en lugar de
cavas? Prontito les iban a llamar de Pura Raza Española a sus
caballos... Eran de Pura Raza Catalana de todas, todas. Y nada
digo de lo que ocurriría si los tuvieran los vascos...
-- Sí, tú dales ideas a Arzalluz, que lo único que nos
faltaba era un Arzalluz de Caballería...
Que digo que el caballo también es una contribución de
Andalucía a la identidad de España, por la que no pedimos nada
a cambio. Otra seña de nuestra identidad excedente que
entregamos generosamente a España. Pizarro y Hernán Cortés
montaban caballos andaluces, porque, vamos, digo yo que hasta el
muelle de Sevilla no los iban a traer del hipódromo de
Lasarte...
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en El RedCuadro: "¿Existe Almería?"
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