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Si
don Antonio Chacón viviera, seguro que se buscaba al José
Mercé de turno y de moda para que le reescribiera la letra de
sus famosos caracoles, que fue el primer cante AVE de la
historia.
-- ¿Cante AVE?
-- A ver: los caracoles eran el cante andaluz para uso de
madrileños y el cante madrileño para uso de andaluces. Como el
AVE...
Así que en punto a subir y bajar andaluces, de "la gran
calle de Alcalá cómo reluce" chaconiana, nada. La
reescritura de ese cante debe quedar ahora aproximadamente así:
- La Gran Puerta de Atocha
- cómo reluce
- cuando en el Ave llegan
- los andaluces.
- Vámonos, vámonos,
- súbete ya al vagón,
- en donde suena un móvil
- cá tres por dos...
Pues esa Gran Puerta de Atocha que tanto reluce de andaluces
de Sevilla y de Córdoba en hora punta y en hora valle, con todo
su golpe de modernidad y de progreso, con ese frío de Madrid
que te pela al cero en cuanto echas pie a tierra del vagón de
los teléfonos móviles locos, tiene una sala de espera de
Preferente y Club que, al cambio, es como las que había en las
estaciones cordobesas del tren de Almorchón y Puertollano. El
AVE tiene diez años en todo lo alto y afortunadamente no se le
nota en el material móvil, que es la cursilada con que los
ferroviarios llaman a los vagones. La tapicería de los coches,
las cortinillas para el sol, la moqueta del suelo están como el
primer día, y parece que aún te vas a encontrar al comisario
del Pabellón de Trinidad-Tobago que viene a la Expo. No es que
los viajeros cuiden los vagones, es que, por la trazas, Renfe se
gasta un dinero en el mantenimiento de estos pequeños detalles.
El AVE hasta huele bien. Lo mejor de este tren es que no huele a
tren: ese hedor a zorruno que dan los trenes de cercanía, y que
nos recuerda los años del hambre y de la carboncilla de las
máquinas de vapor.
Pero, en cambio, a esa sala de espera de Preferente y Club en
Atocha no le han echado un duro desde que la abrieron, y se
nota. Toda mugre tiene allí su asiento. En mantenimiento y
limpieza creo yo que se gastan, todo lo más, quince duros al
día, de lo guarras que están las mesas, los ceniceros siempre
hasta las trancas, papeles por el suelo, "agotado, elija
otro" siempre los periódicos que antes te ofrecían. En la
sala de espera de preferente de Atocha, Renfe no cuida más que
el fielato de esas azafatas del mostrador que te piden hasta el
último recibo de la contribución para dejarte entrar. Más
sencillo es, por ejemplo, entrar en la Real Academia de Córdoba
que en la sala de espera de primera del AVE en Atocha. En cuanto
a los baños, como los vea la Consejería de Cultura de la Junta
los declara monumento histórico-artístico. Porque son los
clásicos retretes de estación de toda la vida: paredes
manchadas, cerámica sucia, lavabos guarros, ausencia de papel
para secarte las manos y muchas veces para lo otro que dijimos.
Son unos retretes tan alejados de la estética postmoderna del
tren y de sus estaciones, que, ya digo, deben ser declarados
monumentos histórico-artístico. Sólo faltan grafitis de
soldados en las paredes, pero todo se andará. El otro día
eché de menos este detalle en los baños de la sala de
preferente de Atocha: esas letras torpes escritas a lápiz en la
pared, que digan: "Voy al Muriano, me quedan dos meses de
mili, Pepe, 24-8-1959". Y digo lo de histórico-artístico
porque entre tanta mierda te das cuenta de que estás haciendo
pis como antiguamente en las estaciones.
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