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                Que
                dios Hércules nos coja confesados, porque se acerca la
                temporada de pregones. Terrible. En el Caribe, a partir de
                agosto, empieza la época de huracanes y en Andalucía, a partir
                de enero, la de pregones. No sé qué será peor. Contra los
                huracanes se pueden tomar precauciones: atrancar puertas y
                ventanas, poner cintas de goma a los cristales para que no maten
                a nadie si se rompe, hacer acopio de botellas de agua y de pilas
                de linterna. Pero del huracán andaluz del pregón no te puedes
                librar. A veces, hasta tienes que ir, porque lo da un amigo
                tuyo. A los pregoneros los tienes que ver a la fuerza retratados
                en los periódicos, entrevistados por las radios, por las
                televisiones locales. Cada pregonero andaluz tiene no digo ya
                los cinco minutos de fama que establecía Andy Warhol para Nueva
                York; tiene mucho más. Aquí, el pregonero, especialmente si es
                de Semana Santa, se asegura sus cuarenta días y cuarenta noches
                de fama, su Cuaresma de gloria.
                 En la anual cosecha de pregones, empiezan ya mismo los de
                Carnaval. Después vendrán los de Semana Santa, los taurinos,
                los del Rocío, del Corpus, de las ferias, de las vendimias, que
                enlazarán con los de la Navidad y las cabalgatas de Reyes
                Magos, y vuelta a empezar. A los que habrá que añadir piezas
                no menos importantes, como pregones de romerías, de centenarios
                de hermandades, de bodas de oro de clubes de fútbol. Aquí por
                todo ese echa un pregón. Aquí hay cientos de andaluces, más
                aficionados a la vanidad que a la oratoria, dispuestos siempre a
                que los nombren pregoneros de lo que haga falta. Gratis et amore.
                Quien más y quien menos tiene preparados sus versos a la Virgen
                del Rocío, su poema a la Virgen de la Esperanza, sus
                villancicos de los niños pobres, por si les toca la bonoloto de
                dar un pregón. 
                Ahora vienen los pregones
                del Carnaval. Las comisiones de fiestas de toda Andalucía
                andan a la busca del famoso para que diga que ese Carnaval es el
                mejor del mundo, y para que le haga la competencia ilícita a
                los comparsistas del lugar. Se busca al famoso porque así se
                tiene la seguridad de que el Carnaval del pueblo sale. No tiro
                la primera piedra, porque no estoy libre del pecado haber dado
                mi pregón de Carnaval correspondiente; pero, vamos, fue un
                pregón sin importancia, en un pueblo que hay ahí un poquito
                más allá de Jerez y que se llama Cádiz, cuyo Carnaval nunca
                sale en televisión. 
                Hasta ahora habían dado los pregones de Carnaval
                especialmente los artistas del humor, no como lo dio El Beni en
                Cádiz, que fue "sin trincá", sino trincando
                bastante. El pregón de Carnaval es, así, una gala más de ese
                artista, al que cuatro comparsistas del lugar arriman datos para
                que cite aquella famosa murga de antes de la guerra y pueda dar
                un cierto lustre local a su actuación, que viene a ser el
                primer bolo del verano. 
                En Chipiona han roto los esquemas. Y con razón. Si el
                Carnaval es la subversión del orden, nada mejor que romper los
                propios esquemas de la preceptiva del pregón. En vez de
                contratar a un humorista profesional y vámonos que nos vamos,
                en Chipiona han nombrado pregonero del Carnaval, con entrega de
                pergamino y todo, al presidente del Parlamento andaluz, Javier
                Torres Vela. Puede que muchos lo censuren, que digan indignados
                que no es serio que todo un presidente del Parlamento dé el
                pregón del Carnaval. Están completamente equivocados.
                Desconocen la profunda filosofía del Carnaval, sus claves
                éticas y estéticas, la creación de un orden propio a través
                del caos. A mí me parece perfecto que Javier Torres Vela dé el
                pregón del Carnaval de Chipiona. Lo que no me parece tan bien
                es que el pregonero del Carnaval de Chipiona presida el
                Parlamento andaluz. Porque el Carnaval de Chipiona, comparado
                con el Parlamento andaluz, sí que es una cosa seria... 
                 CARNAVALDE
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